Pablo Milanés está de vuelta en el sur de Florida, 10 años después de una histórica presentación en el centro de Miami que constituyó un verdadero parteaguas en la comunidad cubana. Aunque Pablo no cantará específicamente en un recinto ubicado en los predios miamenses, pues la actuación de este jueves será en el Charles Dodge City Center, en Pembroke Pines, su regreso es, simbólica y emocionalmente, al lugar donde están radicados los destinatarios más sensibilizados con sus canciones, su legado musical y su aportación a la identidad de lo cubano.
Pablo había estado ya a fines de 2016 por Miami Beach, cuando consiguió abarrotar el teatro The Fillmore sin haber contado casi con publicidad, pero en esa ocasión las aguas estuvieron calmadas con respecto a su presencia entre nosotros. Mis apuntes se remontan a la experiencia enmarcada en una década, entre las turbulencias políticas de 2011 y la serena aceptación que aportan los días presentes.
El concierto de Pablo esta noche es la tercera escala de la gira "Días de Luz", que ya cumplió actuaciones en San Francisco y Los Ángeles, los días 16 y 17 de octubre. Es realmente un momento excepcional, un regalo inestimable para Miami y Florida esta presentación de una leyenda de la música cubana e iberoamericana, por lo que no cabe explicar el silencio de los medios locales sobre el evento. Pero no nos extrañemos mucho, estamos en tiempos de influencers y reguetoneros, y de promoción de escándalos de intrascendencia y banalidad.
La gira arrancó en agosto con conciertos en España y luego en Portugal, y concluirá con otras dos presentaciones en Estados Unidos, previstas para Nueva York y Washington DC, los días 23 y 24 de octubre.
Tener a Pablo Milanés en concierto en nuestros escenarios es un privilegio para la vida cultural del área metropolitana de Miami y su figura merecería un tratamiento prioritario, que nuestras redacciones y equipos de "entretenimiento" no están muy dispuestos a dispensar. Pero no cabe otra cosa que dar la bienvenida a Pablo, que disfruta de una etapa de magisterio consolidado a sus 78 años. Y esta es una oportunidad única.
La presencia de Pablo por esta geografía es también ocasión propicia para revisar el pasado reciente y reflexionar sobre lo que media entre su anterior concierto aquí, en septiembre de 2011, y los días que corren en el ámbito cubano de Miami.
Hace 10 años la visita de Pablo Milanés a la American Airlines Arena (AAA) del downtown de Miami estuvo rodeada de una candente controversia. El derecho a discrepar y desaprobar públicamente desde políticos hasta figuras artísticas es un atributo de la libertad bajo un sistema democrático. Nadie lo pondría en dudas. Pero aquel cuestionamiento de exiliados cubanos contra el cantautor de "Yolanda" y "El breve espacio en que no estás" tenía un profundo componente de desconocimiento e irracionalidad, porque se basaba en un ajuste de cuentas desfasado y atiborrado de prejuicios.
Por supuesto, no se trataba de una polémica en términos estéticos, artísticos o cívicos. El asunto se remitía -como es común en el prolongado caso cubano- a la política y sus circunstancias.
Los días que precedieron entonces al concierto "Proposiciones" de Pablo en Miami fueron verdaderamente un campo de batalla entre detractores y partidarios de su actuación. Los reproches contra el artista se sustentaban en su pertenencia al Movimiento de la Nueva Trova y sus canciones comprometidas con el régimen castrista, pero los irascibles críticos perdían de vista aspectos fundamentales de su vida y conducta.
El Pablo Milanés que apostaba por cantar en Miami era un artista y un ciudadano muy diferente al hombre que había simpatizado con el "proceso revolucionario" y había admirado a Fidel Castro, pero que ya se había desmarcado claramente de su respaldo al gobierno cubano y proclamaba en voz alta: "Ya no soy fidelista". Sus posiciones distaban, en las antípodas, de las mantenidas por su otrora compañero de escenarios y sueños compartidos, Silvio Rodríguez, y Pablo había dado ya suficientes muestras de su desencanto y desaprobación, incluso negándose a firmar una carta de intelectuales y artistas en apoyo al régimen en momentos en que se fusilaba a tres jóvenes negros, en abril de 2003.
Pero de nada valieron esas evidencias esenciales para impedir los insultos en la radio local y la manifestación de exiliados frente a la AAA el sábado del concierto, protegido con despliegue policial para impedir incidentes desproporcionados. Fue ciertamente triste, porque teniendo la razón histórica, nuestros compatriotas exiliados han perdido muchas contiendas por falta de estrategias, alianzas inadecuadas y selección errónea de los enemigos. Y, en este caso, un artista de la talla de Pablo, autocrítico y consciente del momento crucial de Cuba, no era el enemigo.
En última instancia, no podemos culpar solamente del desatino a la población, que no siempre cuenta con la información más actualizada. ¿Cómo pedirle reacciones calibradas a la gente común cuando desde los medios de comunicación se atizaban delirantes versiones sobre Pablo Milanés como "agente castrista"? Quiero recordar una experiencia personal de la que conservo documentos probatorios: en 2009, cuando el cantautor visitó Puerto Rico para ofrecer un concierto, un jefecito de turno en El Nuevo Herald me prohibió coordinar una entrevista con el artista por ser "un sospechoso enviado del régimen". Y así se diluyó la posibilidad de entrevista, que pude finalmente realizarle dos años después, luego de marchar de la redacción del periódico. (Los correos electrónicos de la negativa del personaje del Herald los conservo para la Historia Colosal de la Infamia, y el poético hombrecito ronda todavía por una redacción local).
El tiempo tiene el poder de ratificar o rectificar la pertinencia de los sucesos y los comportamientos individuales desde la perspectiva de la Historia, y una década después la mirada hacia esos días nos devuelve la certeza de que la protesta orquestada contra Pablo fue un despropósito. Si quedara alguna duda de ello, ahí está la firme declaración del cantante desde España en solidaridad con los compatriotas que tomaron las calles cubanas el pasado 11 de julio, y en repudio a la "irresponsable y absurda" represión del régimen cubano.
Hay un tema que los cubanos tenemos que dilucidar de cara al futuro, con la idea de refundar un país democrático y plural. El lugar de las contribuciones literarias, artísticas, deportivas y científicas a una cultura no se destila a partir de las opiniones o las pifias políticas de sus gestores. No se determina tampoco por la voluntad ni los decretos de un gobierno, las preferencias o las animadversiones de coyunturas sociales, ni siquiera por los premios más renombrados, sea el Nobel, el Grammy o el Oscar. El reconocimiento de cada legado es un proceso complejo y a veces inextricable, metido en la esencia de los latidos y la conciencia nacional, y tendremos que aprender a aceptarlo.
Pablo Milanés vuelve al sur de Florida en plenitud de sus facultades como artista y ser humano. Le debemos una cálida bienvenida entre cubanos. Luz y larga vida para el cantor.
El concierto de Pablo Milanés como parte de la gira "Días de Luz" se efectuará este jueves, a las 8 p.m. en el Charles Dodge City Center, en Pembroke Pines. El cantante estará acompañado por el pianista y director musical, Miguel Núñez, y la chelista cubana Caridad Rosa Varona.
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