Irma Alfonso Rubio (La Habana, 1938) acaba de fallecer, por causas que no han trascendido, en una clínica de Madrid, adonde llegó en 1969, y desarrolló una destacada carrera como Arquitecta y Urbanista, reconocida por colegas españoles y amigos cubanos, pero desconocida para la mayoría de sus compatriotas, especialmente los residentes en Cuba.
Los madrileños edificios para oficinas en Castellana, 40 bis y Eurocentro, en Capitán Haya, 5, de la autoría de Irma Alfonso, son dos hitos de la arquitectura española del siglo XX, como reconocen guías y ensayos especializados sobre el uso del vidrio y otros elementos novedosos para la época.
Irma, como la llamaban sus amigos, era una mujer trabajadora y obsesionada con los detalles, como parte de su cultura del trabajo bien hecho; hace años, durante una reunión en su casa de Madrid, avisó: Una obra bien concebida y bien ejecutada es ganancia neta para todos, una chapuza es ruinosa.
En la planta de Ford Motors, en Almusafes, Valencia, la nueva planta de detergentes Ariel en Alcolea del Pinar, Córdoba y en los Paradores Nacionales de la Seu d’Urgell (Cataluña), Mojácar (Almería), y de la isla canaria de La Gomera permanece la impronta de una arquitecta que amó La Habana esplendorosa que conoció y extrañó todos los días de su vida.
Irma, poseída por un sentido de vanguardia consiguió proyectar un edificio un edificio para alojar el personal de la empresa Power Gas, en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos, en unos años en que las mujeres eran más invisibles que ahora en Medio Oriente.
Con su estudio de arquitectura, Frontis Ibérica, fundado en 1987, se especializó en la reforma de viviendas en La Moraleja, Puerta de Hierro y el distrito de Chamartín, además de oficinas y establecimientos comerciales; cerrando su trayectoria profesional como Perito Judicial en la especialidad de Estructura.
En paralelo a su destacada ejecutoria como arquitecta, Irma siempre estuvo atenta a Cuba, colaborando con el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, fundado por otra cubana insigne, Martha Frayde, el Centro Cubano de España, cuando la solidaria y eficaz María Comella, socia fundadora, se desempeñaba como vicepresidenta; la Fundación Hispano Cubana y la revista Encuentro de la Cultura Cubana.
Apasionada del ballet, asistía con regularidad a cursos de danza de Cristina Álvarez, Stefania Angelo y Carlos Gacio, incluso después de un doloroso accidente doméstico que limitó temporalmente su movilidad física.
Cuando Cibercuba pidió su colaboración para un dossier por el 500 aniversario de La Habana, no dudó en escribir una nota, que es uno de los mejores pregones escritos a su ciudad natal; con el detalle de elegir una foto suya de niña en una playa del oeste habanero, como símbolo de aquellos años felices.
Su internamiento en un hospital madrileño, por coronavirus, lo convirtió en un testimonio humano, que combina los afectos familiares, incluidos sus animales, con referentes históricos, escenas de la tragedia en la intimidad de salas desbordadas por enfermos y en medio de su quiebra.
Irma tuvo ojos para reparar en un chino gordo que entraba y salía, armado con su teléfono móvil, la dulzura de enfermeras y la médico; y la irresponsabilidad política del gobierno español y su entonces vicepresidenta, Carmen Calvo, animando a una gran asistencia a la marcha del 8 de marzo, porque le iba la vida a muchas mujeres en aquella algarada politizada; macabra profecía.
A la arquitecta y patriota cubana, la sobrevive su hija Claudia Baroni Alfonso, también arquitecta establecida en Nueva York e hija de su primer matrimonio con el arquitecto italiano Sergio Baroni Bassoni, fallecido en La Habana en 2001, y dos nietas.
(El próximo miércoles, a las nueve de la noche, con la asistencia de su hija Claudia, se celebrará una misa de difunto en la Parroquia San Juan Bautista (Faustina Peñalver, 1, Madrid), hasta donde se puede llegar en Metro, Línea 4, estación Avenida de la Paz y en los autobuses 9, 53, 73 y 120).
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