“Un gran director de teatro, a punto de recibir el premio más importante de su carrera, es denunciado por abuso”. Así comienza Abismo (una cuerda floja), una obra escrita por el cubano Abel González Melo, que se presenta hasta este domingo en el Miami-Dade County Auditorium, con producción de Arca Images.
Según la madre del propio González Melo, la escritora Mercedes Melo Pereira, ésta es una historia sobre los rigores de la virtud. O, en otras palabras, sobre un grupo de personas que se ve de pronto ante una encrucijada ética donde “los detalles son ambiguos, las posturas individuales empiezan a colisionar, la prensa filtra la noticia y las alarmas se disparan”.
En sus notas para el programa de la obra, Melo Pereira, también filóloga, aporta que “en la era de la posverdad, la libertad de expresión y la democracia de los medios se erigen en garantes de la virtud pública y privada; los argumentos racionales y las pruebas fácticas resultan ya no solo innecesarios, sino invisibles ante una fugaz y exaltada apelación emocional”.
Y añade que “lo políticamente correcto es creer a quien asegura haber sido violentado o maltratado”. “La sociedad debe proteger al más vulnerable y la condición de víctima exime al acusador de la obligación de probar sus imputaciones: es el presunto agresor, el victimario, quien debe probar ahora su inocencia”.
De esta forma, advierte de que se ha dado “un súbito cambio de paradigma ético”, que “convierte actos ayer intrascendentes en crímenes y la vida de cualquier ciudadano queda hoy sujeta a aviesas lecturas, a la descalificación moral y al linchamiento mediático que un día se llamó caza de brujas”.
Por eso, González Melo piensa que las obras en realidad “no tratan de los sucesos que deducimos de los diálogos, sino del magma que subyace bajo los comportamientos y las palabras de los personajes”.
En el caso de Abismo, –explica el multipremiado dramaturgo–, hay un componente poético en el texto, sostenido por la poderosa imagen planteada por Nietzsche en Así habló Zaratustra de que “el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre; una cuerda sobre un abismo”.
Porque a este artista nacido en La Habana en 1980, siempre le ha resultado cautivador “ese viaje hacia las entrañas, en el tempestuoso equilibrio entre lo bestial y lo racional que nos construye como seres humanos”.
Sobre los personajes, el cubano radicado en España ha adelantado que conforman un núcleo muy cerrado. Así, aparece primero Isabel (Luz Nicolás), que es la presidenta de la junta directiva de un importante teatro y lleva muchos años en el cargo y velando siempre por sostener la reputación institucional.
Luego, podemos encontrar a Adolfo (Larry Villanueva), un emblemático director artístico, actor y profesor, que ultima los detalles de una nueva producción de The Crucible, de Arthur Miller; y a su hija Lorena (Alina Robert), que ejerce como stage manager del teatro. Por último, está César (George Akram), el marido de Lorena y padre de su hija, que también es actor de la compañía.
Otra vez la puesta es fuera de La Habana
Con esta trama de teatro dentro del teatro, González Melo vuelve a estrenar fuera de La Habana. Aunque sus textos se han puesto mucho en la capital cubana, “mentiría si dijese lo contrario”, varias de sus obras de los últimos años no han subido a escena en la isla, “posiblemente porque requieren un contexto de discusión política y ética” que ahora mismo allí “no tiene cabida”.
En ese sentido, el dramaturgo resalta que, a pesar de que es “lamentable y triste para la cultura nacional”, “no es un secreto la supervisión de contenidos y la censura a ciertos conflictos y temáticas que existe en el sistema cubano de artes escénicas” y que “sucede hace décadas”.
En resumen, que, si bien para González Melo “revisar nuestra historia, lo que hemos sido”, es “urgente como estrategia creativa”, reconoce que “no es sencillo hacer eso en Cuba”.
“Por suerte”, González Melo ha encontrado compañías y escenarios “maravillosos” fuera de su país natal, que le han permitido sacar a la luz textos que “tienen como eje el debate cívico”. Es el caso de En ningún lugar del mundo y Ubú pandemia (Teatro Avante), Epopeya (Aguijón Theater) o Fuera del juego, que concibió junto al también cubano Dagoberto Rodríguez y que se representó en 2021 en el Festival Grec de Barcelona y en el Auditorio Nacional del Sodre, Montevideo.
En particular, que sus obras se presenten con tanta frecuencia en Miami “es algo muy alentador” y que agradece “enormemente”, no solo porque el público lo abraza y acoge sus relatos “con especial calidez”, sino porque siente que continúa, con su obra, “construyendo la patria más allá de las fronteras geográficas”.
Una obra que llega en “la hora de las mujeres”
Desde la óptica del prestigioso dramaturgo cubano Carlos Celdrán, que dirige Abismo, lo más especial de esta obra para Miami es la actualidad de su tema. Radica en “el empoderamiento de la mujer, y el desmontaje del patriarcado y sus profundos hábitos de violencia e imposición que generan, a su vez, procesos extremos, desconcertantes muchas veces, que, apoyados por la influencia de las redes sociales, pueden llegar a ser verdaderas cacerías de brujas”.
De acuerdo con este experimentado académico, no es más que un dilema ético que todos vivimos, “que explota a nuestro lado cada día, dejándonos indefensos y confundidos” y ante el cual “no tenemos aún respuestas”.
Por eso, afirma el fundador del grupo Argos Teatro que es “la hora de las mujeres, de las minorías, de los derechos de la infancia, de las identidades sexuales”, en la que resulta “imperioso el cambio de visión”, pero, el camino para lograrlo “está sembrado de trampas, un abismo”.
Asimismo, Celdrán confiesa que Abismo lo ha “obligado a concentrar todos los recursos en develar el infierno latente que está detrás de las relaciones de los personajes”.
En concreto, la obra lo ha llevado a “poner el foco de atención en lo sumergido de las situaciones, en sucesos que han ocurrido en el pasado y que marcan el presente, pero sobre los cuales nunca tendremos claridad: un abismo ambivalente que obliga a una dirección de actores detallada y detenida en los matices y claroscuros del comportamiento humano”.
De ahí que el lado más difícil de guiar a los actores haya sido lograr que ellos “hagan visibles al público la angustia o el miedo que subyacen en sus personajes, el desequilibrio interior que amenaza su presente”.
Sobre la experiencia de trabajar fuera de Cuba con un elenco donde hay dos cubanos, una española y un venezolano, Celdrán admite que siempre será más fácil la comunicación con actores que hayan compartido con uno experiencias colectivas, o sea, con los “que se tenga un pasado común”, pero eso “no impide que logres igual empatía y diálogo con intérpretes que vengan de otros mundos”.
El actor, a tenor con Celdrán, tiene un lenguaje universal que es el del teatro, y a través de él se comunica. Dicho de otra manera, es “una lengua franca, un territorio conocido”, en el que hallar un elenco multinacional, como ha pasado con Abismo, más que limitar, ha enriquecido el diálogo. Son muchos acentos juntos, pero “no hay que justificarlos”, y eso también es Miami: “un lugar de desplazamientos, de migraciones, de encuentro de culturas”.
Encima de esa misma línea, el director teatral deja claro que está en contra de la obligatoriedad del acento del español neutro, “un lavado de expedientes que exigen las telenovelas y las series, un mecanismo que homogeneiza el espectro que somos”. Por ende, le pidió a todos los actores de Abismo que usaran sus respectivos acentos. De hecho, su mezcla y su convivencia en la obra “de un modo orgánico” expresa la realidad de la propia Ciudad del Sol.
Alina Robert, la Lorena de Abismo
Estremecida con Abismo desde la primera vez que leyó el texto, la actriz cubana Alina Robert confiesa que no pudo dejar de emocionarse al ponerse en la piel de la historia.
En su opinión, no solo es “un tema muy delicado y los personajes ponen mucho de sus vidas en juego”, sino que es palpable el sufrimiento que padecen porque “están en un abismo entre la duda y la decisión de lo que es correcto hacer y lo que sienten”.
En cuanto a Lorena, recalca que es un personaje diferente a sus características y su personalidad, puesto que “lo que ella ha vivido como ser humano está lejos de la realidad” de Robert. Por tanto, Lorena es algo que no se ha visto en su carrera y su sueño es que haga reflexionar al público en torno a un suceso o una persona que no son cotidianos, pero con los que puede sentirse “identificados”.
Para Robert, que reside hace muchos años en Miami, el teatro “cura definitivamente”, sobre todo “de una forma psicológica” porque “con su ejercicio drenas tus emociones”. “Es una especie de terapia en la que te envuelves física y mentalmente”, concluye antes de añadir que siente que es actriz precisamente porque el teatro es “un canalizador de energías y de sentimientos”.
El resto del equipo de Abismo lo componen: Jorge Noa y Pedro Balmaseda, a cargo del diseño de escenografía; Ernesto Pinto, del diseño de luces; Pilar Fermelo, del diseño gráfico; William Gregory, de la traducción; Eliecer Jiménez Almeida, de la videografía; y Alexa Kuve, de la producción general.
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