Cuba padece una intensa sequía, que ha desatado las alarmas en sus científicos, pero la sed viene de lejos, desde la destrucción de bosques para sembrar caña de azúcar y criar ganado, desde la colonia y a lo largo del siglo XX, y agravada por la "voluntad hidráulica" del castrismo, con errores costosos, algunos irreversibles, como la contaminación de acuíferos, degradación de tierras cultivables, deforestación, pedraplenes, trasvases demorados y escasez de agua potable.
El gobierno cubano ha identificado, en toda la isla, 2.200 fuentes contaminantes de aguas, con significativa toxicidad, de las que 776 son de origen industrial, 566 agropecuarias, 818 desechos urbanos y las 40 restantes, con la categoría de otros, según la nomenclatura oficial.
Todo este panorama ha provocado que el año pasado fuera uno de los más secos, en los últimos 120, según datos del gobierno, que ha fracasado en aminorar el incremento de la temperatura media anual, prevé una reducción de lluvias del 10% y lidia, con escaso éxito, con la salinización de los suelos, que reduce la superficie agrícola, ya mermada por la expansión de marabú, que compromete sus planes agroalimentarios.
Los daños ecológicos del castrismo siguen pendientes de cuantificación, aunque los principales ya han sido identificados por un estudio del geógrafo cubano emigrado Eudel Eduardo Cepero, que confirmó la degradación de los suelos, la deforestación, la contaminación de las aguas y el deterioro de la higiene ambiental, como los problemas más graves del ecosistema insular.
Eduardo constató que el 60% de superficie cultivable de Cuba está degradada por erosión, acidez, salinidad y aumento del sodio, compactación y mal drenaje; que se desconoce el valor económico de la masa forestal, afectada por unos 200 incendios anuales y retrocesos en la reforestación por el uso de semillas de mala calidad, baja supervivencia de las plantaciones y reducida gama de especies forestales utilizadas.
Embalses inservibles, como la habanera presa "Ejército Rebelde", construida en un paraje conocido como "Paso Seco" y el retraso de más de quince años del trasvase Norte-Sur, en Guantánamo, una de las regiones más golpeadas por la sequía y salinización de los suelos agudizan la severa sed de Cuba; pese a que en el ya lejano 2003, el periódico estatal Granma reconoció que once de las entonces catorce provincias cubanas, y en el municipio especial Isla de la Juventud, había vestigios de desertificación, con enorme impacto sobre la producción de alimentos.
Durante una visita a la URSS, en 1963, Fidel Castro aseguró, en un discurso pronunciado en la Universidad Lomonósov de Moscú que: “(...) cuando se haya construido el comunismo habrá desaparecido la etapa de las revoluciones sociales, pero entonces quedará una inmensa, grande, infinita revolución que hacer, y es la revolución contra las fuerzas de la naturaleza. ¡Y la revolución de la naturaleza no terminará nunca!".
Y el afán revolucionador del comandante en jefe no cayó en saco roto, pues al revisar las directrices de investigación y desarrollo de la Academia de Ciencia de Cuba, el capítulo octavo establece que: “El Instituto de Geografía, al mismo tiempo que debe comenzar el plan para el inventario y estudio nacional de los recursos naturales del país, debe proponerse hacer realidad el concepto de la geografía como ciencia de la transformación de la naturaleza, la que convierte los mares en tierra, las ensenadas en reservorios de agua dulce, las zonas secas en húmedas, la que transforma los terrenos improductivos en terrenos agrícolas”.
La creación y puesta en marcha de la Brigada invasora de maquinarias "Che Guevara", a fines de 1967, fue un atentado ecológico de gran magnitud porque taló 180 mil hectáreas de árboles maderables, de gran valor económico y natural, para sembrar caña, como parte de la fracasada zafra de los diez millones de toneladas de azúcar que, en la zona conocida como Dormitorio, devastó las riberas del Cauto; modificando el régimen de lluvias de la zona oriental de Cuba.
Los cubanos adultos recordarán el frustrado plan para desecar la Ciénaga de Zapata y sembrarla de arroz, pero hay otros destrozos ambientales menos conocidos como los intentos de crear un lago de agua dulce en la Bahía de Nipe y el “Canal Cuba” de circunvalación (no confundir con el marítimo Vía Cuba), con el objetivo de que los ríos no desembocaran en el mar y convertir a la isla en una Venecia del Caribe.
El eslogan "Ni una gota de agua al mar" fue el pistoletazo de salida de lo que luego se conoció como la "voluntad hidráulica" que desató un programa mal concebido de construcción de embalses y canalizaciones que solo desecaron más a Cuba, en el intento gubernamental de producir más leche y mantequilla que Holanda y más carne que Argentina, con aquella vacas y sementales de cabezas rojas y negras que, cruzadas, obrarían milagros.
El Plan Alimentario, una de las respuestas oficiales a la caída de la URSS, pilló a Cuba con la mitad de su superficie cultivable, erosionada, en diferentes grados de severidad; además de los perjuicios de un drenaje deficiente, la salinización, la acidez y la formación de corazas infértiles, en cuatro de los ocho millones de hectáreas de uso agrícola.
Pero ninguno de estos sonoros y costosos fracasos desanimaron a Fidel Castro y sus seguidores, que ya a fines de los años 80, y con la URSS yéndose a bolina, acometieron pedraplenes para unir la cayería norte de Cuba con Villa Clara y Ciego de Ávila, como parte de la ofensiva turística que mantuviera a los visitantes alejados de los cubanos.
Los pedraplenes tuvieron un notable impacto negativo en los manglares costeros, que actúan como protectores naturales y barreras ante la creciente salinización de suelos y para evitar daños ambientales, como la pérdida de arena natural en la famosa playa de Varadero, sometida a un programa de construcción de hoteles e instalaciones turísticas.
Las aguas tampoco han escapado a la irracionalidad gubernamental, como evidencia el maltratado río Almendares, al que se vierten, diariamente, más de 19 mil metros cúbicos de desechos, y la histórica bahía de La Habana, una de las más contaminadas del mundo; destrozos similares a los que ocurren en otros fluviales interiores y zonas marinas, golpeadas por un deficiente estado de las redes de alcantarillado, que no abarcan a todas las ciudades ni al 100% de los residuales donde existen; además de carencia de plantas de tratamiento y el mal estado de las que aun funcionan.
Pese al evidente destrozo ambiental de Cuba, con algunos daños irreparables a la biodiversidad, el castrismo vive instalado en la propaganda y fingiendo preocupación por la naturaleza de la Amazonia, África y el Caribe, sin poner coto a los destrozos naturales en la isla; con la complicidad de medio mundo, incluida la politizada FAO, que no dudó en jalear a Fidel Castro, cuando en la cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Rio de Janeiro, 1992) cantinfleó: "Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre..."
El tardocastrismo usa el calentamiento global como mantra ideológico, culpa a Estados Unidos y otros países capitalistas del cambio climático, pero evita señalar a China e India como los principales calentadores del planeta y reacios a los acuerdos de Kyoto y Copenhage.
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