La Habana es una ciudad en ruinas y así lo demuestran decenas de imágenes tomadas en sus calles.
Los escombros, la basura, los letreros desgastados y los carros viejos, se cuelan en todas las fotos de turistas y también se asientan silenciosos en los recuerdos que guardan los cubanos de su capital.
Esas edificaciones fueron destruidas por la desidia, el abandono institucional y el duro paso del tiempo. La falta de recursos no les permite a los cubanos restaurar sus edificios y el Estado no ofrece alternativas viables para hacerlo.
Muchas edificaciones fueron rechazadas por el gobierno de los Castro y dejadas a su suerte por ser símbolos de un desarrollo, una cultura y una idiosincrasia que entraba en contradicción con los ideales del comunismo.
Impresionantes edificios se dejaron caer poco a poco, hasta que no hubiera más remedio que la demolición. Algunos eran de vivienda como Riomar, que tenía hermosísimos apartamentos. Eliminaron de él las acciones de mantenimiento, lo mantuvieron vacío, junto al mar, para que el salitre hiciera el resto. Sigue en pie, sin posibilidad de restaurarlo.
Las ventanas sin cristales, las puertas desvencijadas y las paredes descarnadas, son a la larga las escenas que conforman el imaginario popular del paisaje de este país. Son el reflejo de una nación en ruinas, donde han dejado de importar los detalles y la gente espera que todo colapse por su propio peso.
La crisis del paisaje urbano habanero no es nueva. En la década de 1990, la cineasta Jana Bokova hizo un documental sobre La Habana y entrevistó a importantes intelectuales cubanos para hablar de la ciudad.
Entre ellos estuvo la destacada poetisa Dulce María Loynaz (1902-1997), cuyo 25 aniversario de muerte se cumplió esta semana, el 27 de abril. Vale la pena rememorar su palabras cuando le preguntaron qué pensaba de la capital de Cuba.
"Bueno, La Habana hoy más vale que no hable de ella. ¡Excúsenme!", dijo y se abanicó, cubriendo una sonrisa triste que se dibujó en su rostro.
Los habaneros han aprendido a convivir con lo ruinoso, a vivir en lugares en peligro de derrumbe, en cuartos sin ventanas; a veces solos en la vejez y otras hacinados en familia. No ha sido una elección. Simplemente no queda otra posibilidad.
El Estado cubano es incapaz de cumplir sus planes de construcción de viviendas. En 2021 solo alcanzaron el 58% de lo previsto, según los datos oficiales.
En 2020 había ocurrido lo mismo y así cada año. Existen en el país, en pleno siglo XXI, más de 89,400 viviendas con pisos de tierra.
En cambio, el gobierno de la isla sí ha impulsado en los años recientes las inversiones en el sector turístico, construyendo importantes hoteles de categoría cinco estrellas, en el corazón de las ruinas habaneras, en los municipios Habana Vieja y Centro Habana.
Los contrastes en el paisaje de estos barrios habaneros son muy fuertes y no dejan a nadie indiferente. Hace poco este tema generó polémica en las redes sociales de los cubanos cuando se compartieron imágenes de la ciudad desde uno de estos nuevos hoteles en Cuba.
Desde el impresionante Hotel Paseo del Prado se puede ver de un lado el mar, ese límite infranqueable que nos fue legado. Del otro, una ciudad corroída, con miles de cubanos habitando sus ruinas.
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