En los últimos días, diversas informaciones han venido advirtiendo que los tipos de cambio del peso con respecto a las principales divisas, dólar, euro y MLC han experimentado aumentos, en contraste con la que había sido la tendencia anterior, que llevó al peso a los 115 por dólar. Lógico es que en estas condiciones, exista cierto interés por saber qué puede pasar en los próximos meses.
La respuesta es inmediata. Nada. No va a pasar nada que altere el actual escenario que está presenciando una continua depreciación de la moneda nacional, mientras que las autoridades permanecen impávidas, sin acometer las medidas necesarias para apoyar el peso. Conviene tener en cuenta que esto fue lo que ocurrió al comienzo de la Tarea Ordenamiento, cuando se decidió la conversión del CUC con el CUP y la fijación de un tipo de cambio fijo para el peso.
Una decisión controvertida, que de antemano se sabía iba a dar pésimos resultados, como realmente ocurrió. En menos de un mes y medio, el gobierno detuvo los cambios de pesos por dólares al tipo oficial, primero en los bancos, después en las Cadecas, finalmente hasta en las tiendas del aeropuerto. Al mismo tiempo, surgía un mercado informal privado en el que los actores privados funcionaban con absoluta eficiencia, supliendo el papel reservado a los bancos. Y así, hasta hoy, en que el peso ha perdido casi un 380% de su tipo de cambio inicial de 1x24 con respecto al actual de 1x115.
En la actualidad, pocas cosas han cambiado. A pesar de haber abandonado a la moneda nacional a su suerte, el régimen renuncia al control monetario y fiscal. La participación de la cantidad de dinero en su definición M2 en el PIB ronda el 120%, en tanto que el nivel de endeudamiento en el presupuesto de 2022 se situó en un porcentaje similar del 118% del PIB. Las tensiones que estos desequilibrios crean sobre una economía débil, con déficit de oferta en todos los sectores, provoca una inflación elevada que a finales de 2021 se situó en un 77,3% en tasa interanual. Un duro golpe para el peso cubano, que se hundió con respecto al resto de divisas.
De todos modos, en Cuba la necesidad de divisas viene motivada por varios factores exclusivos del modelo económico y social comunista.
Hay una necesidad de dólares para comprar bienes y servicios en las tiendas en MLC, creadas de forma temporal por el régimen, pero que se han quedado formando parte del paisaje comercial, y en los mercados informales que suplen las deficiencias de la distribución estatal.
Hay demanda de dólares procedente de pequeños productores, mipymes, arrendatarios que tienen que comprar sus insumos en tiendas que venden en MLC.
Hay demanda de dólares de cubanos que han decidido abandonar el país y van a viajar al exterior.
También hay demanda de dólares por aquellos que se dedican a traer mercancías del exterior para su venta en el mercado interno.
Como se puede observar, la demanda de divisas en Cuba tiene poco que ver con la que existe en otros países. En España nadie pensaría en adquirir dólares para comprar en determinadas tiendas. Y, si bien no se puede hablar de dolarización de la economía, es cierto que hay espacios de la economía cubana en los que el dólar muestra su valor como refugio, depósito y medio de intercambio con respecto al peso.
Y el régimen viéndolas pasar y, como suele hacer, ganando tiempo para ver si escampa y llegan tiempos mejores. De modo que, aunque en ocasiones la economía trae sorpresas, la previsión del cambio del peso con las principales divisas no plantea grandes dificultades. La forma más fácil es comparar las tasas de inflación. En Estados Unidos o Europa alrededor del 8% hasta abril, en Cuba 23,69%, cuatro veces más, ese es el potencial de depreciación del tipo de cambio real del peso.
Por eso, salvo este paréntesis puntual, que puede venir motivado por la llegada masiva de viajeros procedentes de Estados Unidos entre enero y abril, la tendencia al declive se mantiene. El peso seguirá depreciándose con respecto al dólar, euro y MLC porque no existe razón alguna que justifique un cambio de tendencia. La economía se encuentra en una situación muy débil, pese a esa “recuperación gradual” de la que habla el ministro Gil. Por otra parte, al margen de lo que ocurra con el peso, las políticas monetarias restrictivas adoptadas en Estados Unidos, y en Europa a partir de junio, refuerzan el valor de sus monedas, arrastrando más al peso.
Si a eso se añade que entramos en la época del año con menor llegada de turistas y que las inversiones del Mariel no despuntan, lo mismo que las exportaciones de bienes o la venta de servicios médicos, el flujo de entrada de dólares a Cuba seguirá siendo escaso, y ante una demanda superior a la oferta, el valor del dólar subirá y el del peso caerá. Esto es inevitable. Tal vez la suavización de las medidas del embargo pueda ayudar a cierta entrada adicional de dólares, pero conviene recordar que Europa no tiene embargo con Cuba y el euro cotiza por encima de la moneda verde. Es evidente que el contencioso con Estados Unidos tiene poco que ver con el valor del peso.
El gobierno debería poner orden en todo esto, pero no lo hace porque teme que el coste del ajuste sea superior al que se deriva de no hacer nada, que es la pérdida de poder de compra de la población, como consecuencia de la inflación. Toda esta inacción en materia de política monetaria resta credibilidad y confianza al régimen entre los analistas y observadores internacionales. Mal asunto.
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