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El fango llegó hasta los techos de las insalubres viviendas de El Fanguito, en pocas horas y tras casi un año de baba sin quimbombó, repartida por el presidente Miguel Díaz-Canel y los burócratas que desgobiernan La Habana, asustados desde el 11J y empeñados en curitas de mercurocromo para un cáncer que ha hecho metástasis del Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí.
Doce quinquenios y medio no han bastado para que la revolución de los humildes eliminara barrios como El Fanguito; al contrario, los ha multiplicado, y teniendo que darles Libreta de racionamiento y DNI, tras el aldabonazo del 11J e intentar comprarlos con remiendos de Papier-màché y ordenando a la Oficoda que los surta para callar bocas hambreadas.
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Hace años que los vecinos de El Fanguito debieron ser trasladados a un asentamiento nuevo, alejado de las márgenes del río Almendares; pero Fidel Castro no lo hizo y sus continuistas tampoco, ilusionados con las mentiras en las paredes del barrio sobre revolución y socialismo y el fingimiento de los necesitados vecinos, cuando aparece la corte de mentecatos dirigentes nacionales y habaneros que -en medio de la desgracia de la capital cubana- no tuvieron otra ocurrencia que aludir a su antigüedad como causa de los derrumbes.
Los cuadros de la factoría Machado Ventura -uno de los personajes más negativos del siglo XX cubano- solo sirven para rebuznar y guataquear a los jefazos y -como son necios- desprecian cuanto ignoran, que es mucho; porque en todo el mundo, incluida América Latina, hay ciudades con mucho más años que La Habana y ninguna sufre un deterioro similar.
Toda la farsa montada en torno a El Fanguito y otros barrios aplastados por el comunismo se vino abajo con las lluvias recientes, porque el tardocastrismo no quiere sacar de la pobreza a los cubanos; sino mantenerlos dependientes del estado jinetero, que solo reacciona cuando se ve con el agua al cuello.
La lluvia, huracanes, ciclones, tornados, rabos de nube y otros fenómenos meteorológicos destructivos ocurren en todo el mundo, no solo en Cuba, donde solo desnudan la inclemente y crónica pobreza comunista, que ha reducido a ruinas una ciudad que fue modelo urbanístico, con gran esplendor durante las dos grandes guerras mundiales; debido al sentido patriótico de la burguesía, que reinvertía en la ciudad, incluidas las mansiones que ahora habitan Díaz-Canel, Luis A. Rodríguez López-Calleja, Manuel Marrero Cruz y las máximas autoridades de La Habana.
El simbombazo del Saratoga, que costó 46 vidas y 99 heridos, sigue sin aclararse y esta es la enésima vez que el castrismo anuncia planes fantásticos para El Fanguito, un barrio de gente noble y empobrecida que -jamás- ha interesado a la casta verde oliva y enguayaberada, a salvo de las lluvias y otras inclemencias, pero no de la justa ira del pueblo cubano, que acabará sepultándolos.
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