APP GRATIS

El sexto mejor bar de América del Norte

"La Trova", nombre cubanísimo, queda en la mítica Calle Ocho, esquina con la 971 del suroeste de Miami.

Dueños y trabajadores del café "La Trova", en Miami © Café La Trova
Dueños y trabajadores del café "La Trova", en Miami Foto © Café La Trova

Este artículo es de hace 1 año

La proclamación de Café La Trova como el sexto mejor bar de Estados Unidos, Canadá y México, y el número uno del sur estadounidense, confirma la capacidad de los cubanos para crear riqueza, empleo y alegría en libertad, frente a la cárcel flotante donde nacieron, atormentada por miles de jóvenes presos, derrumbes y apagones.

"La Trova", nombre cubanísimo, queda en la mítica Calle Ocho, esquina con la 971 del suroeste de Miami, una de las urbes más dinámicas de Estados Unidos, gracias al empuje de cubanos y latinoamericanos libres, y fue nombrado el sexto mejor bar de toda Norteamérica y recibió el premio al Mejor del Sur, en la primera edición de los premios North America's 50 Best Bars, celebrada en Nueva York.

El cubano Julio Cabrera, copropietario, ha conseguido el reconocimiento a base de una fórmula invencible: Trabajo esforzado, reglas e impuestos estatales claros, calidad de los productos y buen trato al cliente; por suerte Cuba cuenta con muchos hombres y mujeres talentosos, trabajadores, amantes y respetuosos de la libertad.

El ejemplo de Cabrera y sus compañeros de trabajo es el mejor mentís a la baba sin quimbombó del tardocastrismo, que sigue empeñado en la cuidadosa destrucción de la nación en todos los ámbitos, incluidos simulaciones y artistajes como el reciente ejercicio Meteoro, que ni mete ni brilla; y un grupito de burócratas pinareños saltando sobre un puente semidestruido por las aguas.

Hasta el Cordón de La Habana (1967) y la Ofensiva revolucionaria (13 de marzo de 1968), tomarse un café en Cuba era tan fácil como dar los Buenos días, pero llegó el comandante y mandó a parar, expropiando hasta los granizaderos y -gradualmente- el café se convirtió en oscuro objeto de deseo; al ritmo del desguace de cafetos y bares, donde, hasta entonces, las diminutas tasas se alineaban sobre las barras y, el camarero de turno, iba llenándolas a ritmo de demanda del cliente.

Castro fue sincero en su maldad arrolladora y cuestionó a la suicida masa: ¿Vamos a hacer socialismo o vamos a hacer timbiriches? y remató: No tendrán porvenir en Cuba ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia ni la industria privada ni nada...

El veloz desguace expropió forzosamente 55,636 pequeños negocios, de ellos, 3,198 bares, 8,101 restaurantes, cafeterías, guaraperas, establecimientos de comida ligera; incluida las famosas fritas de Sebastián, en los aledaños del Ten Cent del Vedado, que había sido usurpado antes.

La guadaña verde oliva y barbuda se echó al pico, además, a 11,878 bodegas, 3,130 carnicerías, 6,653 lavanderías, 4,544 talleres automotrices, 3,345 carpinterías, 1,188 zapateros remendones y 3,643 barberías; generando una escasez brutal porque el inquieto jesuita estaba en bronquitis aguda con el Kremlin, que cortó los envíos de petróleo y harina.

El aun popular castrismo había empinado otro de sus papalotes en almíbar, con la celebración de un congreso que reunió a más de 500 intelectuales en La Habana, bajo el lema de "El colonialismo y el neocolonialismo en el desarrollo cultural de los pueblos”; que fantasearía con la experiencia de un socialismo diferente al de Moscú. ¡Que Dios les conserve el oído porque más miopes no pudieron ser.

Desde entonces, el comercio y la gastronomía no se recuperaron en Cuba, ni siquiera en algunos de los pequeños restaurantes y bares privados, surgidos en los últimos años; donde el trato al cliente sigue pecando de daño antropológico comunista y las reglas laborales son de esclavistas iluminados hasta el punto de sancionar al empleado que vaya mas de una vez al baño, en su turno de trabajo. No hay peores Torquemadas que los recién conversos.

Julio Cabrera y su equipo, trabajando duro y honradamente, en el pujante y solidario Miami, son una luz al final del túnel comunista que martiriza a Cuba; sin libertad no habrá prosperidad, tan sencillo como entrar a "La Trova" y pedir una cerveza con jugo de tomate, un sándwich cubiche o un café; apenas un sorbo para cubanos libres, aunque dolidos por el estruendo de derrumbes habaneros, la furia de las aguas en la isla o el llanto de una madre a la que han mutilado, encarcelando a un hijo.

¿Qué opinas?

VER COMENTARIOS (1)

Archivado en:

Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

 +1 786 3965 689


Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada