Apagones endémicos en Cuba

La bancarrota de Cuba; agravada por la insensibilidad y egoísmo del complejo militar-empresarial Gaesa, impide construir nuevas plantas generadoras y apostar por fuentes de energías renovables.

Familia cubana en medio de un apagón © Empresa Eléctrica de Camagüey
Familia cubana en medio de un apagón Foto © Empresa Eléctrica de Camagüey

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Este artículo es de hace 2 años

Los apagones son un mal endémico de Cuba, que golpea con mayor intensidad a las familias más empobrecidas y factor de tensión política, por la irritación que causa en la mayoría de los cubanos; especialmente en los meses de verano, cuando aumenta la demanda por el uso de aires acondicionados y ventiladores y más tiempo frente a los televisores.

La bancarrota de Cuba; agravada por la insensibilidad y egoísmo del complejo militar-empresarial Gaesa, impide construir nuevas plantas generadoras y apostar por fuentes de energías renovables, que serían un complemento notable en la generación eléctrica; pero tampoco son la panacea que intentan vender los melones (verdes por fuera, rojos por dentro) del neocomunismo internacional; obviando sus destrozos paisajísticos y residuos.


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Hasta el 11J, el tardocastrismo solventaba el tema echando la culpa a Estados Unidos y otros factores externos como los precios del petróleo; pero el aldabonazo popular cambió el discurso oficial, que intentó solapar los gritos de ¡Libertad! con malestar por falta de luz, comida y medicinas; elementos contundentes para derribar cualquier gobierno, aunque el dúo Sacapuntas y sus adláteres intenten siempre hablar de malestar económico y nunca político; negando el marxismo en el que se educaron.

En su loca carrera hacia la perdición, el gobierno anticubano del partido comnunista, intenta culpar de los desastres que provoca su mala gestión a factores externos; soslayando que los cubanos le hicieron tragarse a cuncuncuncún su desastroso Ordenamiento, que puso el precio del Kw/hora por las nubes, con respecto a los saqueados bolsillos de los ciudadanos; hartos del robo crónico estatal.

Este martes, el presidente Miguel Díaz-Canel insistía en la importancia del enjuague sin agua ni jabón a las masas encabronadas, pidiendo a los cuadros intermedios que sean sensibles a los problemas de los ciudadanos; desconociendo que un funcionario, por muy piadoso que sea o finja, jamás podrá satisfacer a los dolientes, si no cuenta con los recursos necesarios; como demostró el reciente grito de Amelia Calzadilla.

La falta de luz altera el ciclo vital de la mayoría de los cubanos por variaciones en el sueño, pone en peligro vidas de enfermos, y genera angustia por roturas de refrigeradores y la consecuente pérdida de escasos y caros alimentos, y una sensación generalizada de inseguridad, ante la oscuridad reinante; que también atenta contra el turismo, máxima prioridad del magnate Luis A. Rodríguez López-Calleja, junto al jineteo de las remesas de emigrados; y que sigue sin dar explicaciones por el simbombazo del Saratoga.

Las oleadas de mosquitos, transmisores de enfermedades, invaden casas y barrios enteros, picando a niños y adultos que, en su mayoría, también carecen de agua potable para combatir la sofocante sed y el calor.

¿Qué turista sensato gastará dinero en pasar sus vacaciones entre ruinas, apagones, miseria y riesgos de explosiones de gas?; aunque el tardocastrismo siempre tendrá la opción de reclutar a cínicos como Ana Hurtado, Frei Betto, Ignacio Ramonet y Atilio Borón, para que extiendan sus papeles, de Melquíades del derrumbe, a la condición de turoperadores, para atraer ganado militante a la orilla cubana; que gastará lo mínimo y se apuntará a banquetes de reafirmación revolucionaria en los CDR, FMC y demás simulacros de la ruinosa burocracia tardocastrista.

Las tristemente célebres termoeléctricas cubanas; entran y salen del Sistema Electroenergético Nacional, al ritmo de Lenin y María: un pasito palante, dos patrás, y superan ampliamente los 25 años de vida útil, siendo objeto de constantes remiendos, jaleados en la prensa pagada por el partido comunista, como heroicidades y otras boberías solemnes de los machacados trabajadores y técnicos.

La generación de electricidad contemporánea exige un modelo mixto, que incluya todo tipo de fuentes, incluida la nuclear y la adopción de un modelo de red circular, que contribuya a la estabilidad del sistema y la calidad del servicio; pero la luz nunca ha sido una prioridad del castrismo que, con una mano bajaba el catao y con la otra revendía supuestos ahorros de petróleo made in URSS; dineros que nunca se reinvirtieron en la anquilosada planta eléctrica cubana que, como el resto de industrias y servicios comunistas, padece una cochambre tecnológica con medios de diferentes orígenes y épocas.

La única manera de superar el desastre y la oscuridad recurrente es avanzar hacia una nación democrática y de luz; por mucho que se empeñen exégetas y gusañeros en contar, una y otra vez, que el quinqué, velas y chismosas son armas de la revolución, que hace años se apagó.

La destrucción de la industria azucarera, ordenada por Castro, agravó la crisis energética de Cuba, al cesar la producción de electricidad que alumbraba bateyes e industrias locales; creando islas dentro de la isla y desaprovechando las opciones para producir biocombustibles a partir de la caña de azúcar, como hace Brasil.

Cínicos, oportunistas y siervos de la casta verde oliva y enguayaberada andan con renovados bríos, escribiendo cartas a los Reyes Magos, después que Joe Biden encendió nueve aeropuertos cubanos y abrió el grifo de la magua dura, objeto de deseo permanente del Palacio de la Revolución; donde parece que también escasea la luz porque Díaz-Canel -en su última comparecencia televisiva- apareció maquillado como el cantante español Falete y peinado como Konstantín Chernenko.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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