La presencia en Cayo Largo del Sur del general de cuerpo de ejército Ramón Espinosa Martín, segundo al mando de las FAR, sugiere que los guardias no soltarán el turismo, pese a los magros resultados; aunque siempre les quedará el consuelo de reconvertir hoteles en activos inmobiliarios de lujo y, los menos confortables, en viviendas para los cubanos sin casas.
La presencia del viceministro primero de las FAR en Cayo Largo, que será explotado turísticamente durante diez años, por una empresa mixta entre la cubana Gran Caribe y la canadiense Blue Diamond Resorts, ocurrió a cuatro días del fallecimiento de presidente ejecutivo de GAESA, general de división Luis A. Rodríguez López Calleja, y sugiere que los militares seguirán teniendo peso específico en el turismo.
El general Espinosa, recién devuelto al Buró Político, voló a Cayo Largo para presidir el acto de conclusión de las mejoras del aeropuerto internacional "Vilo Acuña"; una ceremonia de bajo perfil que, en otro país, se habría resuelto con la presencia de los ministros implicados y autoridades locales, en este caso, de Isla de la Juventud; pero unos y otros hicieron de comparsa del segundo hombre en el escalafón del MINFAR.
Mientras Cuba no se democratice y desarrolle económicamente, el turismo seguirá siendo quimera porque a nadie cuerdo se le ocurre pasar vacaciones en la dictadura más antigua de Occidente, que ha convertido al país en un descampado ruinoso, oscuro, caro, con malos servicios y, donde apenas hay que ver y gozar fuera de las unidades militares de cuatro y cinco estrellas; donde los trabajadores, incluidos los civiles de las FAR, hallan búsqueda y forrajeo rentables.
Cuando militares y sus subordinados civiles despierten del sueño del turismo que no aparece, deberán evaluar la conversión de hoteles en activos inmobiliarios de lujo, que podrían vender a gusañeros, amigos de la revolución cubana y jubilados extranjeros; cediendo los menos confortables al Instituto Nacional de la Vivienda para paliar el déficit estructural de casas que padecen los cubanos; aunque Cayo Largo del Sur no podrá entrar en la reconversión porque carece de infraestructuras para acoger residentes permanentes.
¿Qué sabe un guardia de turismo?; lo mismo que una puerca de frenos, pero el voluntarismo es uno de los vicios más perniciosos del castrismo, que vendió el raulato como una salvación económica, desoyendo a José Martí, avisador de que una nación no se dirige como un campamento.
El turismo sigue sin dar frutos y marcha con notable retraso con respecto a competidores del área como República Dominicana, el Caribe mexicano, Gran Caimán y Bahamas, adonde los turistas han vuelto en masa y con dinero en el bolsillo, para alegría de empresarios y gobiernos; incluidos los del CARICOM, que se salieron con la suya de dejar atrás a Cuba.
Pero no todo está perdido, en Hollywood abundan millonarios comunistas, liberales y otros aliados del tardocastrismo, a los que La Habana podría seducir para filmar un remake de la mítica Key Largo (John Huston, 1948), con talentos locales como Arleen Rodríguez Derivet, criminóloga de barrio, e Israel Rojas, bardo de la resistencia creativa; en los papeles protagónicos que desempeñaron Lauren Bacall (Nora Temple) y Humphrey Bogart (Frank McCloud), en la cinta original; reservando el rol de Edward G. Robinson (Johnny Rocco) para Manuel Marrero Cruz; huérfano políticamente, desde el 1 de julio, y rezando porque Raúl Castro Ruz siga vivo.
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