El compañero Gerardo Hernández Nordelo (La Habana, 1965) no acaba de sentirse realizado; pese a lo generosa que han sido la vida y el castrismo con su mala persona, y se pasa la vida zascandileando, para solapar -con guapería barata e insensatez- sus frustración y aburrimiento.
Una pena que los gestores de la Comunicación social que perpetran el partido comunista y la Seguridad del Estado no hayan reparado en la vis cómica de Gerardo que, obstinado en los CDR, podría tener un espacio propio en horario de máxima audiencia radial; tradición cubanísima: "El inseminador a 90 millas" que podría retransmitirse a diferentes horas y días para burlar los apagones provocados por la CIA.
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Llevar el espacio a la televisión no sería aconsejable porque privaría a la audiencia del clima de intimidad cómplice necesario para burlar el bloqueo genital, que solo la radio puede facilitar; apoyándose en la abundancia de transistores a pila que disfruta la cubanidad.
El espacio sería de notable utilidad social porque entrenaría a parejas separadas por disímiles circunstancias a cómo trasegar con espermatozoides y óvulos, conservándolos en perfecto estado, y aliviaría la tensión masculina del trance, promoviendo adecuadas técnicas de masturbación; siempre que estén avaladas por las autoridades sanitarias y el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), que deben regular el ímpetu semental de Gerardo.
El fiasco del espía es de tal calibre que, en vez de poner a los CDR a disposición del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y de la sufrida población cubana, en la reducción de los efectos del dengue; ya endémico y de incidencia lineal durante todo el año en Cuba, se pone a fantasear invasiones e insultar a adversarios, llamándolos generales de butacón y guapos de 90 millas; en contraste con el bajo perfil de sus cuatro compañeros de prisión, que evitan el estruendo, aunque siguen comprometidos con la causa.
Solo un mentecato olímpico es capaz de aludir a altos jefes militares de sofá, de los que Cuba cuenta con amplia nómina porque el último conflicto armado en que intervinieron fue hace 34 años, en Angola; y mucho menos hablar de cobardía ajena, cuando fue manso durante su arresto por el FBI y nunca pingú para meterse un tiro o ahorcarse luego en la cárcel.
Hernández conoce la técnica de medidas activas y sabe que un pronunciamiento sobre lucha armada, aun conociendo que Estados Unidos lo abortaría contundentemente, removerá sentimientos y provocará una ola de emocionalidad en Miami y otras playas del prolongado exilio; al que no debería provocar porque el régimen que lo mantiene y construye una mansión en Siboney depende, en gran medida, del jineteo de las remesas de la solidaria emigración cubana.
Como espía fracasó -junto al resto de la treintena de avispas perforadas por la Contrainteligencia estadounidense- ante la que reconoció su vinculación con el asesinato de cuatro jóvenes pilotos cubanos de Hermanos al Rescate; desarmados y a los mandos de avionetas civiles, fulminadas por Migs 29.
En el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), donde se graduó años antes, tampoco dio el perfil y fue trasplantado a los CDR, donde retoza incansablemente entre piñas y calabazas sembradas en su fértil y tierna imaginación, que podría llevarlo al Ministerio de la Industria Alimentaria; otro estruendoso fracaso de la revolución; siempre que consiga consolidar su brillante ocurrencia de compartir iniciativas de patios.
La diplomacia es un ejercicio de inteligencia y suele estar reñida con la brutalidad e infantilismo de Gerardo que, de haberse metido en el MINREX, habría conseguido pelear a Cuba con medio mundo; cuando La Habana más necesita del consenso y la comprensión de la comunidad internacional, estupefacta pero poco eficaz frente a la dictadura más antigua de Occidente.
Mientras la casta verde oliva y enguayaberada decide qué hacer con ese muchachón errático y exaltado; el partido comunista debía enviar un equipo de la televisión cubana a Siboney para informar sobre la marcha de las obras de la mansión que el sacrificado pueblo cubano paga para el disfrute y solaz esparcimiento del más necio y postalita de los cinco espías fracasados.
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