El dramaturgo cubano Raúl Alfonso, residente en España, acaba de estrenar 66 palabras, un corto sobre Virgilio Piñera, al que una ex chivata de la Seguridad del Estado, residente ahora en California, califica como "el fantasma de la jaba" porque recorría La Habana de los 70 buscando comida y cigarros.
El docudrama, bien concebido y financiado por cubanos emigrados y españoles, recrea a Piñera y su entorno con sandunga actoral y free cinema en el viaje visual que emprende por el final de la vida y los afectos de Virgilio Piñera, deviniendo también homenaje a Yonny Ibáñez, ceiba de Mantilla, donde encontraron amparo y abrigo seres extravagantes.
Pero el principal mérito de Alfonso no es su técnica cinematográfica, sino el oponerse estética y cívicamente a la mendaz operación de arqueología oportunista desatada por el tardocastrismo, tras el derrumbe soviético; pretendiendo enjuagar su feroz limpieza ideológica de más de veinte años, con un quinquenio gris, que no se creyó ni su desdichado inventor.
Virgilio Piñera y Mario Parajón fueron pioneros en revelar el miedo cubanísimo a la casta verde oliva, que irrumpió en la Cultura con pistola al cinto, ademanes de Mussolini y realismo estalinista; pero nadie escuchaba porque las decadentes y cobardes intelectualidades europeas y norteamericanas creían que la era estaba pariendo un corazón; ni siquiera los avisos de Hans Magnus Enzensberger, Plinio Apuleyo Mendoza, Jules Dubois, Ernesto Cardenal, Jorge Edwards y Mario Vargas Llosa paliaron la llegada de la noche.
Raúl Alfonso, que ya en teatro avisó de sus intenciones desacralizadoras y se buscó problemas con los centinelas del pensamiento, ha puesto el ventilador de Luz Marina sobre la tragedia cubana; dejando al descubierto a las mosquitas muertas de la intelectualidad financiada por la casta verde oliva y enguayaberada; siempre prestas a hincar el diente sobre la carne flácida de Quesada, Pavón y Serguera; aclarando que Fidel y Raúl Castro estaban tan ocupados, que no se percataron que sus soldados estaban matando civilmente a maricones, tortilleras, negros, intelectuales, apáticos y desencantados a ritmo de contingente; como sufrió y ahora oculta el cínico cimarrón Miguel Barnet Lanza.
66 palabras es también un aporte a la historiografía nacional, donde los siglos XX y XXI sufrió y sufre la fulminación del alma cubana, con una violencia sistémica que perdura por encima de ideologías y gobiernos.
El drama cubano arrancó en los convulsos años 30, incluido el asesinato de Antonio Guiteras; pasando por el bonche tira-tiros; con episodio cumbre en Orfila, el cuartelazo y los asesinatos de Batista, el Moncada, los hundimientos de las embarcaciones XX Aniversario y 13 de marzo; hasta el reciente hundimiento de una lancha en Bahía Honda y los destierros de jóvenes creadores y periodistas y el encarcelamiento de Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo.
66 palabras, ya disponible en Vimeo y otras redes sociales, tendrá segunda parte; una vez que su realizador consiga reunir el dinero necesario para el empeño, tras vencer la parálisis de una producción modesta, pero que obligó a desplazamientos a Cuba y Estados Unidos, sorteando la pandemia de coronavirus.
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