Una reciente investigación demostró que los aborígenes no se extinguieron en Cuba y en la actualidad existen personas con un alto vínculo genético con esos primeros habitantes del país.
Tras analizar a 91 personas, residentes en unas 23 comunidades del oriente cubano, se conoció que estas proceden de un grupo de 900 y mil mujeres amerindias que vivieron en el siglo XVI.
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La genetista cubana Beatriz Marcheco explicó a la agencia de noticias española que estas mujeres sobrevivieron escondidas en las áreas remotas que hoy habitan sus descendientes, que no tienen rastros genéticos del sexo masculino.
Esta investigación concluyó que los habitantes de esas localidades superan por mucho el 8 % de información genética amerindia que tienen como promedio la mayoría de los cubanos.
"No tenemos comunidades cerradas, pero sí a estas personas que han conservado esas características físicas, que tienen esa huella en el ADN", aseguró Marcheco.
Los resultados de la investigacion fueron plasmados en el libro “Cuba indígena hoy: rostros y ADN”, resultado de un colectivo de investigadores y fotógrafos, que por años analizaron todas las pruebas existentes sobre la persistencia de los taínos en el oriente del país.
El historiador Alejandro Hartmann, los fotógrafos Héctor Garrido y Julio Larramendi y otros más, acopiaron durante años información en asentamientos montañosos de difícil acceso de Baracoa, Manuel Tames, Yateras, Imías, Veguitas, San Antonio del Sur, Maisí, todas en Guantánamo, y también otras zonas del oriente cubano como Jiguaní en Granma o Rafael Freyre en Holguín o de Santiago de Cuba como el Caney de las Mercedes.
"Los autores del libro coinciden en advertir cómo se han conservado las características singulares de esas poblaciones, a pesar del mestizaje y de las incesantes mezclas en la evolución demográfica de nuestra población, pero hay algo más", explicaron al medio oficialista Cubadebate.
Las familias estudiadas comparten en común diferentes rasgos, como sus apellidos Rojas Ramírez, Romero Rivero y otros, además que sus tallas y estaturas son diferentes, más pequeños que el promedio de la población, las pieles son acaneladas o de color cobrizo, ojos almendrados y caras descritas como "atartaradas".
En 2019 el fotógrafo español Héctor garrido, uno de los impulsores del proyecto, comentó a la cadena SER que existían pruebas científicas de la existencia de descendientes directos de los taínos y causó revuelo al afirmar que no se extinguieron, tal y como han planteado los historiadores cubanos.
El documental "Bretón es un bebé" (2008), del cineasta cubano Arturo Sotto, muestra a descendientes de taínos en la comunidad de Ranchería, Guantánamo, realizando una ceremonia religiosa, tal y como lo enseñaron sus ancestros.
El cacique Panchito lamentó en ese entonces que con el paso de los años los taínos podían desaparecer, producto de la mezcla genética, pero defendió los valores de estas localidades, que viven aferradas a tradiciones que se creían extintas.
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