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Barbara Walters, la periodista y presentadora de noticias que rompió barreras en la televisión de Estados Unidos y cobró fama como entrevistadora de personalidades mundiales, falleció este viernes en su casa de Nueva York a los 93 años.
Nacida en Boston el 25 de septiembre de 1929, hija de refugiados judíos, Walters hizo historia al convertirse en la primera superestrella femenina de los espacios de noticias televisivas, una esfera gobernada por hombres hasta entrada la década de los 70.
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Comenzó a liderar noticieros locales de la cadena NBC, en 1971, y poco después pasó a ser copresentadora con Harry Reasoner en ABC Evening News, entre 1976 y 1978.
Cumplió más de 50 años ante las cámaras y se erigió como celebridad de una época de oro del periodismo, cuando la comunicación era aún un asunto de destrezas, talento profesional y conocimiento certero. Se retiró en 2015 y dejó una leyenda en ABC y “The View”, el programa que creó y marcó con su impronta de aguda conversadora y perseverante indagación.
Pero su magistral contribución al periodismo televisivo fueron las entrevistas de jefes de Estado, miembros de la realeza, figuras políticas controversiales, estrellas del espectáculo, individuos de fama y alto perfil.
Walters es la autora de dos históricas entrevistas a Fidel Castro, la primera en 1977 y luego una de “recuento y confrontación”, a la luz devastadora del tiempo, en 2002.
El momento en que se produce la primera entrevista fue de verdadera conmoción, tanto para la audiencia estadounidense como para el sorprendido público cubano, que se desayunaba a través del diario Granma y la revista Bohemia de la presencia de una periodista estadounidense sobre el terreno, haciendo las preguntas incómodas que el gobernante no solía encarar ni ningún reportero del patio osaba siquiera hacerse en silencio a sí mismo.
Obviamente, el recorrido de Walters junto a Castro durante un mes por toda Cuba para desembocar en la entrevista de casi cinco horas, fue una estrategia que el entonces cincuentón dictador puso en práctica para tratar de influir a favor de su imagen ante la opinión pública estadounidense e internacional.
El gobierno cubano amasaba un período de deshielo con el ascenso de Jimmy Carter a la Casa Blanca, y Castro, ya curtido en fintas y ejercicios demagógicos desde la experiencia de Herbert Matthews en la Sierra Maestra, pues pensó que podría usar sus habilidades manipuladoras para engatusar a la dama.
Walters fue extremadamente elegante, calculadora, pero en su espiral de preguntas no faltaron ninguno de los temas tabú del acontecer cubano, desde la falta de libertades cívicas y de expresión hasta los derechos humanos y la situación de miles de presos políticos en la isla.
Kilométrico en las respuestas como si se tratara de sus discursos de tribuna, evasivo a veces, Castro trató de dominar la situación pero se vio en aprietos en más de una escena. Cuando terminó aquella larga sesión de esgrima verbal, la madrugada del 20 de mayo de 1977, el gobernante lo reconoció en una dedicatoria a la periodista: “Como recuerdo de la más dura entrevista que he tenido en los días de mi vida”.
Castro llenó la acogida a Walters de galanterías propias de su carácter de conquistador y no faltaron las versiones por entonces de una relación entre ellos algo más que comunicativa. Walters se acababa de divorciar de su segundo esposo, el productor teatral Lee Guber, y las suspicacias estaban a la orden del día.
Pero lo que sí ocurrió en la entrevista fue que ella supo poner el dedo en la llaga en un asunto altamente sensible en la vida personal de Castro. Y aunque el Comandante trató de evadir la interrogante con una sonrisa y un rodeo, fue evidente su incomodidad.
Walters le preguntó si estaba casado. Para ese momento habían nacido ya los cinco hijos de Castro con Dalia Soto del Valle, con quien no contrajo oficialmente matrimonio hasta después de la muerte de Celia Sánchez Manduley, en 1980. Castro insistió en que no era importante revelar asuntos personales.
Para 2002, el desgaste del régimen cubano y del propio Castro estaban completamente a favor de la entrevistadora. Y los “argumentos” esgrimidos por el entrevistado -ahora enfundado en un elegante traje en lugar de la chamarra verdeolivo de 25 años atrás- dejaron en evidencia la falacia de su retórica y la fragilidad de su proyecto revolucionario.
Solo el malabarismo verbal de Castro para referirse al Proyecto Varela y su rancia negativa a que se pudiera cambiar la Constitución de partido único era para una sonora trompetilla. Pero la mayor prueba de cinismo resultó su escurridiza argucia aseverando que los cubanos no protestaban en las calles porque sus opiniones se recogían regularmente a través de encuestas y se canalizaban hasta las altas esferas del gobierno.
Con la muerte de Walters, el periodismo contemporáneo pierde uno de sus íconos más venerables. Tenacidad, intrepidez profesional, carisma y cultura, fueron atributos que caracterizaron su trayectoria e impusieron una huella. La huella de la autenticidad que va a permanecer e inspirar.
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