Joe Biden acaba de meterle un bolazo de tenedor envenenado a la casta verde oliva y enguayaberada que, como la novia de Pacheco, sigue vestida y lista para soñadas cumbanchas; pero solo consigue lloriquear de velorio en velorio.
Cuando La Habana -cobarde ante Donald Trump, hasta el punto de no atreverse a mandarle ni las lanchitas de Regla y Casablanca- creía que Estados Unidos seguiría tragándose una avalancha de sus víctimas, para aliviar la olla INPUD; Biden pidió Pío tai y volvió a la lomita con una naked ball, que combina la velocidad supersónica de Aroldis Chapman con la maldad de la slider de Kid Hialeah (Néstor Cortés).
La jugada de Biden es impecable frente a la dictadura más vieja de Occidente, porque la vendió como un gesto de buena voluntad hacia México; cuyo gobierno es uno de los pocos aliados tácticos del tardocastrismo y -en paralelo- tendió puentes con las dictaduras de Venezuela; suministrador alterno de petróleo y Nicaragua; centinela antinarco en la región.
Por si no bastara, Biden cerró el cuadro para triple play y abrió proporcional ventana a Haití; en sonoro tapabocas a La Habana que -hasta su fatídica noche, víspera de los Reyes Magos- fingía rabia y dolor porque Estados Unidos reciba como héroes a cubanos huidos del comunismo y rechazaba a haitianos que escapaban de la pobreza; pese a su machacona insistencia en el carácter económico de emigrados propios.
Las razones de Biden no son solo económicas, sino fundamentalmente políticas ante el empuje de los republicanos, que aseguran que Estados Unidos sufre “una invasión” extranjera y quieren procesar políticamente al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas; circunstancias que aconsejan un viraje notable de cara a las elecciones presidenciales de 2024. La peor noticia posible para el Palacio de la Revolución.
La jugada Biden evidencia que en su administración y en el Partido Demócrata hay dos sensibilidades; una que apuesta por el reembullo Obama incondicional, que henchiría de placer a los cuatreros de La Habana; y una más sensata que aconseja prudencia y condicionar porciones de deshielo a la democratización irrevocable de Cuba; en aras de rescatar Florida para el partido gobernante y volver a ganar el año que viene.
Una cifra de cubanos -aún por determinar- quedó varada camino de Sacramento; por el sorpresivo anuncio Biden y son personas que tuvieron que vender casas, muebles y demás propiedades en su tierra natal para sufragar el emprendimiento volcánico, que se ha tornado en frustración y rabia, con la que deberán volver a sus antiguos CDR; salvo que encuentren tierra de acogida alterna; aunque no faltarán balseros innovadores que intentarán entrar por mar a Estados Unidos, donde ya los guardafronteras están en alerta.
La frágil estabilidad del tardocastrismo, con el alma en vilo por la vuelta de apagones parciales, el crecimiento de la pobreza y enfermedades, la bronca por la piñata Gaesa y la bronquitis aguda entre la academia económica y el gobierno, tendrá que lidiar con el nuevo frente de los devueltos empingados.
Los sazonadores del pan con na tampoco descifraron la bola de nudillos Biden y, sacando del bullpen a uno de los tantos académicos que, desde el embullo Obama, están locos por volver a chocar con un tomahawks vacuno y una Budweiser fría, se pusieron a cantinflear baldíamente.
Para los cubanos en fuga también es una mala noticia porque cuando lean y comprendan la letra pequeña del parole made in Biden, se amontonarán en La Víbora, buscando la calle Patrocinio; que arranca en la Avenida de Acosta y muere en Cubana de Acero, cerquita de Villa Marista; el único colegio convertido en cuartel por la revolución.
Para subirse al tren de las 3 y 10 a yuma; no basta con tener un patrocinador calificado, sino que deben cumplirse un grupo de requisitos, incluido la buena salud psíquica y física y dominio aceptable del Inglés -desgraciadamente- fuera del alcance de muchos cubanos; especialmente de los más empobrecidos.
Jóvenes y adolescentes cubanos, incluidos universitarios, están mal nutridos, con evidentes problemas de peso y talla; golpeados por el dengue, el coronavirus, ansiedad y depresiones; y apenas consiguen expresarse correctamente en Español; como para tener que andar shakespereando ahora.
La buena educación, que nació con el rosario de colegios públicos que sembró España en Cuba; vía Sociedad Económica Amigos del País, se consolidó con aquellos legendarios Maestros Normalistas de la República y se socializó con la revolución, es apenas un recuerdo makarenko, desde que Moscú dejó de pagar el alquiler del portaaviones a 180 kilómetros de la costa sureste de Estados Unidos.
Otro lío es que la cuota de 30 mil entradas anuales debe ser compartida con haitianos, nicaragüenses y venezolanos; es decir, que -en principio, pues está por definir- a Cuba le tocarían 7.500 paroles mensuales, para una anualidad de 90 mil combatientes listos para la producción (remesas, muletajes y recargas) y la defensa (pan con bisté, tamales y Maltina con leche condensada).
Cuando el perestroiko Raúl Castro haya visto la noticia en televisión; habrá maldecido a su hermano Fidel y a Ramiro Valdés, que se opusieron a cuadrar la caja con el hermano Obama, por razones distintas, pero convergentes; aunque pudo elegir ser Adolfo Suárez o Wojciech Jaruzelski y prefirió ser Bernarda Alba.
La oposición y la emigración cubana tienen una oportunidad de oro para trabajar a favor de la nación, de aquí a 2024; evitando las trampas noruegas, españolas y parciales estadounidenses de darse por satisfechos con la liberación de presos políticos, incluidos los del 11J. Para el empeño debería acudir y apoyarse en el sensato senador demócrata Bob Menéndez; preclaro ante la camancola bilateral en ciernes.
Primero libertad, luego libertad y por último, libertad. 64 años de escarnio y desventuras desaconsejan cualquier tentación posibilista; ¿para qué una parte de Washington, Oslo y Madrid apelan a la oposición moderada que sufragan, si la dictadura ni siquiera los reconoce y evita sentarse a dialogar entre cubanos; como aconseja la gravedad crónica de la nación?
Mientras Biden ultima en tierra azteca, con México y Canadá lo que de verdad importa; el pugilato tardocastrista seguirá estrellándose al son de al ánimo, al ánimo; la fuente se rompió... contra la invencible normalidad de sociedades democráticas, inmunes al entusiasmo revolucionario y a esa letanía mentirosa de No es fácil. Dificilísimo, compañeros, dificilísimo... y lo que queda.
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