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El 23 de febrero de 1963, hace exactamente hoy 60 años, una masacre perpetrada por un miliciano con una ametralladora checa y dos cargadores repletos de balas conmocionó la ciudad de Sancti Spíritus.
La tragedia ocurrió en los portales del céntrico hotel Perla de Cuba, frente al parque Serafín Sánchez, y dejó cuatro jóvenes muertos, 10 heridos y una estela de terror e impunidad que todavía persiste bajo hermético silencio en la historia oficial. No hay rastro alguno del hecho en los medios estatales, y las dos emisoras radiales que existían entonces en la localidad, CMHT y Radio Tiempo, no hicieron un solo reporte de lo sucedido.
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El relato de esa jornada fatídica se ha construido a través del testimonio de sobrevivientes, testigos presenciales y familiares de las víctimas, y toda la documentación figura en publicaciones y grabaciones hechas en el exilio, mayormente en Estados Unidos y Puerto Rico.
Pero la certeza compartida tanto por protagonistas como por espirituanos de a pie que conocieron de aquel sangriento episodio, es que se trató de un crimen político, exacerbado por las campañas de acoso y persecución puestas en marcha por el régimen de Fidel Castro para controlar a sectores desafectos o apáticos ante el rumbo del proceso revolucionario.
Infundir temor entre la población no comprometida con el régimen era una estrategia clave en una zona cercana a un foco de resistencia insurgente, en las montañas del Escambray. La polarización política marcaba la sociedad, con fusilamientos y juicios sumarios, expropiaciones de tierras y desplazamientos forzosos de los campesinos hacia los llamados "pueblos cautivos" para impedir que ayudaran a los alzados.
“Fue un asesinato político”, afirma Arturo Mendigutía, sobreviviente de la masacre y exiliado en Miami desde 1981. “La manera en que las autoridades sepultaron el hecho, sin levantar un acta policial, sin tomar declaración a los heridos, sin hablar siquiera con el dueño y los empleados del hotel, explica la complicidad con el autor de la masacre”.
Este jueves, en la Ermita de la Virgen de la Caridad en Coconut Grove, sobrevivientes, familiares y amigos, miembros de la Asociación de Espirituanos en el Exilio y residentes de la comunidad de Miami asistirán a una misa conmemorativa en memoria de las víctimas.
Han pasado seis décadas desde entonces, pero ninguno de los sobrevivientes ha podido borrar de sus vidas las imágenes de aquella matanza insensata.
Mendigutía tenía entonces 19 años y recibió un disparo en el área derecha de la cadera mientras trataba de escabullirse de la balacera, arrastrándose por el piso hacia dentro de la edificación.
“Por instinto me tiré al suelo”, recuerda. “Al principio confundí los disparos con el ruido que hacían unas persianas del portal al bajarlas, pero yo no vi al agresor”.
El incidente se produjo a las 11:45 am de la mañana, cuando un grupo de alrededor de 20 jóvenes estaban compartiendo en los portales del Perla de Cuba. El miliciano, llamado Pedro Hernández Aparicio, se posicionó frente al grupo y comenzó a disparar, tras sacar el arma de una jaba. Traía consigo dos peines de 20 balas cada uno y luego de cometer el crimen escapó del lugar.
“La pared de la fachada del hotel fue como un paredón de fusilamiento”, rememora.
El agresor disparó contra el grupo reunido en el portal del hotel, pero también contra las personas que corrieron por la calle lateral Luz Caballero en medio del caos.
Mendigutía dice que cerca de allí aguardaba por el agresor un jeep del ejército.
El baño de sangre se había consumado. Las víctimas mortales fueron Ismael Lorente Brunet, Armando Piñeiro García y René Odales, todos de 17 años; y Carlos Rodríguez Morera, de 39.
“La única ayuda con los heridos provino de los choferes de autos privados de la piquera del parque”, precisa Mendigutía. “Los choferes hicieron de rescatistas ante la ausencia de personal de rescate y de las autoridades locales”.
Por iniciativa propia, numerosos espirituanos se movilizaron hacia el hospital de la ciudad, ubicado en la Carretera Central, para donar sangre.
Los entierros fueron por separado y se limitó la participación de familiares. Los funerales estuvieron custodiados por fuerzas policiales.
La cifra de 10 heridos fue la que se registró por los casos hospitalizados, algunos en estado de máxima gravedad, pero múltiples personas recibieron heridas menores y no se contabilizaron entre los afectados.
No hubo nunca una explicación lógica de lo ocurrido. Al parecer, el agresor era conocido bajo el sobrenombre de “Lechuza” y alguien del grupo habría voceado el apodo.
“Pero nada justifica un acto tan brutal”, relata Mendigutía. “Y lo que se encargaron de diseminar como mensaje la gente del gobierno es que nosotros lo habíamos provocado por gritarle el nombrete, pero ¿tiene algún sentido esta justificación de la violencia?”.
Sin embargo, lo que trascendió tiempo después por referencias de fuentes gubernamentales y policiales fue que había una intención declarada desde las máximas esferas del poder de “dar un escarmiento a la gusanera que se reúne en los portales del Perla”.
“En Sancti Spíritus no había entonces mucho que hacer y nos reuníamos allí a conversar, sí, la mayoría no estaba de acuerdo con las ideas comunistas, muchos éramos católicos, muchos queríamos irnos del país, pero no había nada que atentara contra el orden y las reglas establecidas, más bien nos sentíamos hostigados dondequiera que íbamos”.
Sobre el asesino se tiró un manto de silencio, sin conocerse ni difundirse información sobre el proceso legal al que fue sometido. Por reportes extraoficiales y testimonios de vecinos del barrio de Jesús María, donde vivía Hernández Aparicio, se sabe que fue sometido a un juicio y recibió una condena leve, destinado primero a una prisión en Cienfuegos y luego a una granja de trabajo correccional.
A comienzos de los años 70 se le vio ya libre en Sancti Spíritus, donde falleció poco después. Estaba severamente afectado por su dependencia alcohólica.
“Esta es una de las mayores tragedias en la historia de Sancti Spíritus y todavía hoy se le debe una excusa al pueblo espirituano”, comenta Mendigutía.
El hotel Perla de Cuba, otrora institución emblemática de la ciudad y famoso por sus portales de “aires libres”, fue clausurado por deterioro a mediados de los años 90. Tras su restauración, el edificio funciona actualmente como una tienda por departamentos de la cadena TRD Caribe.
Una misa conmemorativa por las víctimas de la masacre del hotel Perla de Cuba se realizará este jueves 23 de febrero, a las 8 pm, en la Ermita de la Virgen de la Caridad, en el 3609 South Miami Ave, Miami, FL 33133.
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