Ana de Armas y el equipo de béisbol duelen al tardocastrismo porque reafirman la Cuba sana, capaz y simpática que los 64 años de comunismo de compadres no han podido extirpar, pese al celo totalitario de la casta verde oliva y enguayaberada.
El pase de Cuba a la segunda ronda del clásico de béisbol confirmó que -hace muchos años- la pelota esclava derrotó a la revolucionaria; arruinada como tantas cosas en la nación doliente.
Ana de Armas representa el talento, la belleza y generosidad que anida en el alma cubana; como demostró al ser nominada, evocando a su padre fallecido y a todos los cubanos, tras reconocer que -en sus años profesionales en la isla- no concebía ganar un Oscar.
La estrella nunca rompió con su Cuba, que visita una vez al año y donde aún vive su mamá y otras personas que la conmueven y apoyan desde la lejanía y que este domingo contuvieron el aliento cuando oyeron su nombre y la cámara la enfocó.
Cuba necesita a muchas Ana de Armas, Pavel Giroud, Lilo Vilaplana, Hansel Porras, Amarilys Núñez, Lili Rentería, Rachel Vallori, Alina Robert, Claudia Tomás, Ricardo Bacallao y Natalio Nat Chediak, como antídotos a la chealdad represiva de la estética y discursos del pan con na.
Cuba necesita a muchos José Dariel Abreu, Yasmani Grandal, Aroldis Chapmanm Yoan Moncada, Jorge Soler, Yulieski Gurriel, Luis Robert Moirán y José Iglesias; entre otros, como revulsivo de la pelota con estadios vacíos, terrenos descuidados y desmotivación absoluta.
Los casos de Ana de Armas y estrellas del béisbol refuerza al tardocastrismo como desterrador de talentos; con la desventaja que no puede carterear a quienes triunfan en Grandes Ligas y Hollywood.
Gracias, peloteros por devolver ilusiones. Gracias Ana; ¡qué bonito, muchacha! Cuba noble te contempla orgullosa y anoche durmió soñando; por tu culpa.
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