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Gianni Miná (Turín; 1938 - Roma; 2023) fue un emborronador de cuartillas al servicio de Fidel Castro que lo usó para intentar menoscabar la figura de Che Guevara, que lo superó en popularidad y superstición en todo el mundo.
La biografía cubana del fracasado guerrillero está por escribirse y solo van quedando su ex esposa Aleida March, Ramiro Valdés y Juan Carretero para contar los pedazos que faltan; tras las muertes de Manuel Piñeiro, Renán Montero, Héctor Gallo Portieles y Luis Carlos Fisín García Gutiérrez.
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Aleida hizo un esfuerzo con la publicación de Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, pero faltan piezas por encajar en el puzzle guevariano-castrista, que contribuirían a la veracidad histórica.
En 1987, Fidel Castro -que conocía el valor de la propaganda desde chiquitico- convocó a Gianni Miná para revelar uno de los grandes secretos de la gesta guevariana: El Che había estado secretamente en Cuba; tras su derrota en el Congo y su viaje a la inmolación en Bolivia, junto a 23 valiosos cubanos.
Miná, sabiendo que una entrevista con Fidel Castro era oro editorial, acudió presuroso y quedó totalmente engatusado; como la mayoría de los intelectuales y periodistas zurdos que viven bien en democracia y babean por la dictadura más antigua de Occidente, que los premia con reconocimientos y espacios que en su país no tienen.
La revelación castrista, que volvió a discriminar a periodistas nacionales, fue un trauma para muchos cubanos, incluidos revolucionarios, que habían asumido y sufrido la tesis oficial de la Carta de despedida, fracaso en el Congo, escala en Praga y viaje a Bolivia.
¿Qué necesidad tenía Castro de contar lo que pocos sabían; y de contarlo a medias? Su ego herido por el protagonismo del Che, que superaba el suyo en el mundo, pese a que ya habían pasado 20 años de su asesinato.
La carta de despedida del Che no se hace pública por las campañas del imperialismo y los enemigos de la revolución; sino porque Castro no podía consentir que un Quijote -aun derrotado- le revolviera el gallinero de la Tricontinental, convirtiéndola en una Babel anti Kremlin. El empingue de Guevara en África fue mayúsculo, cuando oyó el discurso por Radio Habana Cuba.
La bronca con Estados Unidos -siendo factor legitimador de su dictadura- y la Crisis de Octubre, aconsejaban a Fidel Castro coexistencia pacífica con la Unión Soviética, blanco de contundentes críticas guevarianas, que luego la Perestroika confirmó, pero Che ya era carne de superstición revolucionaria y algarabía juvenil.
Guevara no viaja secretamente a Cuba por la carencia de condiciones en el siguiente destino insurreccional, ningún partido comunista de la región apoyaba la vía armada; excepto facciones, como la que luego se convirtió en Sendero Luminoso.
Fidel persuade al Che de volver a Cuba porque han saltado las alarmas en La Habana, cuando se enteran que estaría considerando un exilio en Francia, de la mano de Regis Debray y los muchachos que luego protagonizaron mayo del 68.
Perú fue el primer destino elegido para la guerrilla guevarista, como reflejaron José María Papi Martínez Tamayo y Harry Pombo Villegas, en sus diarios; pero la dirección comunista local dijo no y avisó a Moscú; por tanto, Bolivia fue una opción de última hora y escasamente preparada, como demostraron los acontecimientos posteriores; incluidos el error de Tania la guerrillera y la evacuación de La Paz de los oficiales de Inteligencia cubanos Juan Carretero, Renán Montero y Héctor Gallo Portieles; tras el ingreso del Che en el país sudamericano.
Pero el guión de La Habana y el carisma del Che eran demasiado atractivos para un periodista entregado a la causa y dispuesto a revelar -a la manera y conveniencia de Fidel Castro- uno de los grandes secretos de revolución cubana.
Una pena que el gobierno boliviano haya ordenado asesinar a Guevara, en vez de entregarlo a la CIA en Panamá; Bolivia no contaba entonces con cárceles de seguridad y soportaba presiones de Francia y Argentina y protestas universitarias por los encarcelamiento de Debray y Ciro Bustos.
El Che se habría convertido en un médico muy molesto para Fidel Castro; aunque muchos sigan creyendo en el mundo la tesis oficial de que eran hermanitos de la Caridad revolucionaria y que el distanciamiento fue un reparto de papeles consensuado y con el visto bueno de Moscú, que no podía ver al Che ni en pintura y mira que llena murales, grafitis y camisetas en el mundo.
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