Léster Pérez Sánchez, el piloto que el pasado 11 de abril sobrevivió al aterrizaje forzoso sobre un arrozal del Mig-18 que pilotaba, tras apagarse el motor de la aeronave en pleno vuelo, todavía no se cree lo que vivió, aunque asegura que está listo para regresar a su trabajo.
“Ya había tirado esa mañana siete cargas, me quedaba una vuelta de fumigación. Regreso a la pista de Sur del Jíbaro, se gasea el avión con combustible y me cargan los productos químicos; despegué hacia el campo de arroz, iba a una altura de 50 metros, lo normal. Ya cerca de allí, el avión tiene una explosión, y como que se apaga; inmediatamente doy acelerador, y el avión no me responde; ahí decidí botar la carga por emergencia, hago un intento a ver si puedo llegar a la pista de El Cedro, pero me di cuenta de que no podía”, explicó entrevista con el diario local Escambray.
“Al ver que el avión no me reaccionaba, tuve que optar por un campo. En ese momento pasaba por arriba de uno sembrado de arroz. Aceleraba, pero nada, hasta que se apagó completo el motor. Entonces vi el otro campo y me dije: 'Bueno, si está seco, está duro el terreno, voy a dar brincos como un toro, pero no hay otra opción, y me tiré'”, describió Pérez Sánchez.
Léster Perez cuenta que sabía que el avión se iba a caer y que el susto mayor vino después del aterrizaje forzoso.
"Después que aterricé, que paró, desconecté los magnetos, quité la batería para si había algún salidero de combustible o corte eléctrico; bajé del avión, me alejé, cuando me vi así dije: ¡Coño!, me caí. Ahí fue cuando me asusté un poco”, añadió el piloto, quien asegura que en 30 años de profesión ha sido la primera vez que pasa un susto tan grande.
Ahora tiene por delante un chequeo médico, pero asegura que se siente bien y que quiere volar otra vez.
“Mis compañeros me dicen que ahora tengo que celebrar dos cumpleaños: el 17 de marzo, el día que nací y, el 11 de abril, cuando salvé la vida, porque el desenlace pudo haber sido peor”, concluye.
Dictamen técnico: Agua en el combustible
Una comisión nacional especializada se trasladó al lugar a investigar el accidente y dictaminó que la causa que provocó que el motor se apagara en pleno vuelo fue la contaminación con agua del combustible almacenado en una paila.
“A pesar de ser una paila nueva, adquirida recientemente por el país, perdió hermeticidad, le penetró agua y contaminó el combustible. También la investigación encontró fallas en el proceso del gaseado del avión, que impidieron detectar la contaminación del combustible al serviciarse la nave, lo que ocasionó el daño al motor y la caída”, explicó al citado medio de prensa José Lorenzo García, director provincial de Transporte en la provincia.
Ernesto Cuéllar Rodríguez, director de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Sancti Spíritus de la Empresa Nacional de servicios Aéreos, explicó que la aeronave fue arreglada en en el mismo lugar donde se accidentó y que técnicamente está bien. Ahora lo que resta es hacerle un chequeo de estructura detallado, que es pasarle un equipo de rayos X, trabajo a realizar por un especialista.
La irregularidad del terreno donde aterrizó la nave, rodeado de canales y obras de fábrica, complicó cualquier maniobra para sacarlo de allí, así que improvisaron allí mismo un taller a cielo abierto cielo abierto y se hicieron las correspondientes reparaciones para poner de alta el avión, que no tuvo grandes daños.
Lograron en el terreno irregular hacer un aplanamiento y quedó una pista de más de 700 metros que permitió el despegue sin problemas y que hiciera la travesía hasta el aeropuerto en Sancti Spíritus sin contratiempos.
La provincia de Sancti Spíritus cuenta con la única base de aviones M-18 -conocidos como dromedarios- de Cuba que se usan para labores agrícolas y sofocar incendios forestales.
Hasta su histórico aterrizaje, Léster Pérez Sánchez había trabajado en labores de fumigación de la arrocera Sur del Jíbaro en La Sierpe, en la sofocación de los incendios de los supertanqueros en Matanzas y en los recientes incendios forestales en Holguín
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