La grave crisis económica de Cuba obligó al gobierno a retomar las negociaciones con Estados Unidos y el Vaticano para -una vez más- cambiar presos políticos por un afloje Biden, que ya ha anunciado su intención de reelegirse.
Una reunión entre parte de la casta enguayaberada y la jefatura de la Iglesia Católica cubana, vendida por la presidencia como parte de los encuentros con sectores sociales y muestra de respeto a los creyentes, tuvo como ingredientes el regaño habitual de los comunistas de compadres a las prudentes sotanas y la reactivación de las negociaciones para exportar presos políticos, donde La Habana es recordista olímpico y mundial.
El presidente Miguel Díaz-Canel es un político acomplejado, que se mueve cual cangrejo en un tanque de miel, confunde soberanía con oportunidad y desprecia aliados como el Vaticano, que apostó por una vuelta a casa de los encarcelados por el aldabonazo del 11J, por boca del influyente cardenal Beniamino Stella, enviado del Papa en enero y ex nuncio apostólico en Cuba.
Monseñor Stella, molesto con la desgana de La Habana, pitó regao' en las narices del régimen, poniendo el dedo en una de las llagas más lacerantes del tardocastrismo y reivindicando el derecho de los corajudos jóvenes del 11J a regresar a sus casas y no emigrar.
La dictadura más vieja de Occidente encarceló y desterró a los dirigentes del Movimiento San Isidro, 27 N y Archipiélago y lanzó una oleada migratoria contra Estados Unidos, que agrava la condición de Cuba como país dependiente con gobierno jinetero.
Como China, Rusia e Irán quieren guara política para seguir con el titingó antiyanqui, pero no sueltan plata; el ruinoso y desprestigiado gobierno cubano no ha tenido otra alternativa que tragarse a los deportados desde Estados Unidos y rogar a los curas que los salven, como ocurrió tras los ataques a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes (1953) y desde 1959, hasta la fecha; en momentos claves.
La cúpula católica, que se sabe necesaria, suele instalarse en la parábola; dejando a curas descarriados que levanten la voz, para no molestar al totalitario Palacio de la Revolución y aprovecha cada favor para avanzar en su colonización de la educación privada y otras actividades económicas, como el pequeño y mediano emprendimiento.
Una parte de la oposición cubana ya avisó que no debe repetirse el esquema habitual de excarcelación con destierro y que la tiranía debe despenalizar el disenso político; pero La Habana hace oídos sordos en su empeño en vender que el conflicto es con Estados Unidos, que la ha tirado a mierda, desde el portazo suicida de Raúl Castro a Barack Obama.
La inexplicable tardanza de La Habana complica la necesaria cooperación de la administración Biden en la operación presos por petróleo debido a que Estados Unidos ya está en modo electoral, con el presidente ilusionado por repetir y Donald Trump en el círculo de espera.
Si Raúl Castro no tuvo pantalones para avanzar resueltamente en el new deal Obama y recordarle a Fidel que estaba jubilado por enfermedad y no se entrometiera; Díaz-Canel vive acorralado desde el 11J y ambos se consuelan creyendo que así salvan la revolución y respetan el legado de los caídos en combate o asesinados por hordas batistianas.
Ninguno de aquellos muertos se jugó la vida por la cárcel con hambre y oscura que es Cuba, cada vez menos independiente y soberana, pese a la palucha del pan con na' y sus poses hipócritas, cuando ha tenido que cerrar universidades y volver al allá va eso de las teleclases y suspender el impuesto y falso desfile del Primero de mayo.
Ya avisaron Díaz-Canel y sus heraldos que 2023 iba a ser mejor; con visionarios como ellos la derrota está garantizada y, mientras sotanas y guayaberas se ponen formales, sonríen como hienas, y avanzan en el desguace de Cuba, un país que no merece sucumbir entre dos totalitarismos, aunque el Papa Francisco simule que milita en el jardín izquierdo.
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