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El desastre actual de Cuba viene de lejos, pero no justifica el miedo, la parálisis y el discurso vacío y lleno de vaguedades del acobardado presidente Díaz-Canel y el resto de mayorales de la finca Birán, S.A.
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Volverán a escucharse plegarias comunistas contra el bloqueo, la Covid y la membresía en la lista de países patrocinadores del terrorismo; hechos que contribuyen al hundimiento, pero que no ocultan la verdadera causa de la tragedia; más de medio siglo de irracionalidad y absurdos, en aras de mantener el poder, todo el tiempo posible.
¡Caimanera con la revolución!, exclamarán pancistas de la primera frontera con el imperialismo y repicará la prensa estatal, como es su obligación de asalariados del pan con na'.
Tampoco faltará el papagayeo de Agentes de influencia y gusañeros rasgándose las vestiduras por la suerte de Cuba, que no interesa a nadie; salvo a sus hijos, porque el fin de la Guerra Fría devolvió a la isla a condición de Liliput en el tablero mundial.
El tardocastrismo es un náufrago sin ideas y sin coraje para convocar un diálogo político que abra las puertas a una transición pacífica a la democracia; mientras la apalaeada y exiliada oposición sigue sin encontrar el tono y la manera de liderar el profundo descontento popular.
Estados Unidos y Europa, principales sostenes de la dictadura más vieja de Occidente, viven preocupados, pero no ocupados en la suerte de Cuba y repiten una y otra vez el error de financiar proyectos socialdemócratas sin anclaje real en la isla.
La polarización política cubana a raíz del aldabonazo popular del 11J solo ha servido para que algunos combatientes repentinos tilden de carneros a sus hermanos e intenten descalificar a quienes desde antes, mucho antes, se opusieron al castrismo y lo pagaron con fusilamientos, presidio y destierros.
Otra cara de la misma moneda son las deposiciones del pueblito letrado en el exilio, que se auto reivindica de izquierda y políticamente correctos; cual atildados e hipócritas centinelas del socialismo y sus diferentes formas de metástasis.
Los dos bloques del tardocastrismo, dinosaurios y reformistas, comparten el miedo a ser barridos por la democracia; parálisis que posibilita la supremacía de militares analfabetos políticamente, tomando decisiones erróneas y anticubanas, que ya han minado hasta la Contrainteligencia.
A la autocensura de Díaz-Canel ante las botas, que siguen mangoneando la economía que acabaron de destruir; corresponde el mutismo de la oposición más lúcida; por miedo a las embestidas de tribunos circunstanciales que anteponen sus proyectos personales a la dicha de Cuba, que es una nación muda; salvo contadas excepciones.
Todo liderazgo implica asumir riesgos, apostar por lo más difícil y renunciar a cualquier ventaja personal; pero ese día, la mayoría de tardocastristas y tardoanticastristas no fueron al colegio y persisten en su mutualidad de bucle melancólico que agrava el hundimiento.
¡Pobre Cuba!, que caros han salido el sometimiento a la Unión Soviética, las no reformas de Raúl Castro -torpedeadas desde el minuto cero por el paciente en jefe- la incapacidad y felonía de Díaz-Canel y su pelotón y los tacticismos opositores ante la brutalidad verde oliva.
Hace años, Cuba dejó de ser un escenario de confrontación entre la izquierda y la derecha; como pretenden seguir machacando unos y otros, la isla es sede de un combate desigual entre famiglias de Siboney y los pobres de la tierra, al borde del holocausto en el que también morirán los ricos, que son los que tienen algo que perder; aunque se crean a salvo por pasaportes y maridajes extranjeros.
Nadie quiere a perdedores y fugitivos en su casa, por mucho dinero que puedan pagar por la protección; si alguien lo duda aún, solo debe mirarse en el espejo de Fulgencio Batista Zaldívar y el depuesto Sha de Irán, Mohammad Reza Pahleví.
Ya avisó Ernesto Guevara en su carta de despedida a Fidel Castro: Un día pasaron preguntando a quién avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos...
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