APP GRATIS

Eclosión social del 11-J: ¿Qué cambió para Cuba y los cubanos?

Gobernar es cada vez más escabroso para la jerarquía cubana, puesta en evidencia su incapacidad y desfachatez en la conducción del país y su desaprobación popular.

Represión a manifestantes del 11 de julio de 2021. © Facebook/Marcos Évora
Represión a manifestantes del 11 de julio de 2021. Foto © Facebook/Marcos Évora

Cuba vivió una eclosión social el 11 de julio de 2021 que marcó definitivamente el rumbo de su historia. Las manifestaciones populares de esa jornada dominical que se extendió por más de 70 ciudades, pueblos y territorios del país posibilitaron visibilizar ante el mundo el estallido de una población agotada por carencias interminables y cansada de promesas vacías, y también escuchar el grito de una generación que se rebeló contra la desesperanza.

¿Cambió Cuba tanto como para preconizar un antes y un después del 11-J? ¿Acercaron las desbordadas protestas y sus secuelas inmediatas un camino hacia la transformación democrática de la nación cubana?

Acostumbrados al prolongado enquistamiento de la situación cubana y a los recursos represivos del régimen para sortear las dificultades y acallar los reclamos de la ciudadanía, el pronóstico de un cambio radical del sistema totalitario a una sociedad abierta y plural resulta siempre de difícil determinación. No creo que nadie se aventuraría a fijar una fecha para ese viraje esencial en Cuba, pero lo que sí han dejado claro tanto la explosión social en aquellas horas gloriosas como los dos años transcurridos desde entonces es que el pueblo cubano no quiere menos que lo que exigen sus contemporáneos en todas las latitudes: bienestar y derechos, facilidades para decidir su destino sin intromisión del gobierno y oportunidades para agenciarse una vida digna como frutos de sus empeños personales, esas señales que conforman el verdadero rostro de la libertad.

Arriesgo algunas observaciones a partir de los testimonios y los latidos que recibo de un país que está abocado a reformarse desde dentro más temprano que tarde, con la impronta de los protagonistas del 11-J. Estas son cinco consideraciones intencionadas sobre lo que cambió en Cuba con este acto de hombradía patriótica que nos conmovió a todos, dentro y fuera de la isla.

1- El país se hizo más ingobernable y el poder más frágil. Es obvio que el régimen cubano respondió con brutal represión y desencadenó los juicios sumarios contra los participantes en las protestas, imponiendo severas sentencias de cárcel a más de 700 procesados. Sabemos a lo que está dispuesto a hacer para mantenerse. Pero el descrédito de las figuras y las instituciones gubernamentales se agravó a gran escala. Gobernar es cada vez más escabroso para la jerarquía, puesta en evidencia su incapacidad y desfachatez en la conducción del país, y su desaprobación popular. La situación tomó de imprevisto a los jerarcas del gobierno, que vieron ante sí la magnitud del rechazo, sin ningún subterfugio. De hecho, las medidas y las decisiones gubernamentales no dejan de ser torpes, pero tratan de ser cautelosas. Porque los ingredientes para la explosión han quedado sobre el terreno.

2- La generación más joven asumió su protagonismo histórico. Aunque las manifestaciones incluyeron personas de todas las edades, la voz y la acción determinantes las pusieron los jóvenes, entre ellos numerosos menores de edad. Fue la reacción antigubernamental más masiva en seis décadas y la prueba rotunda de las nuevas generaciones con el desfasado discurso oficial. A diferencia de la protesta del Maleconazo, ocurrida 27 años antes, el 11-J estuvo desbordado de imágenes y clamores de libertad en tiempo real en las redes sociales, lo que impidió a la propaganda gubernamental desvirtuar el carácter espontáneo y popular de la movilización, ni atribuirlo a “manifestaciones aisladas” de grupúsculos y delincuentes.

3- Una sacudida en la comunidad internacional. El hecho de que las protestas tuvieran amplia cobertura con el uso de celulares y redes sociales, sirvió para crear una verdadera conmoción mundial sobre los acontecimientos, así como de la represión ordenada para sofocar la revuelta. El llamado tenebroso de Miguel Díaz-Canel desde el Palacio de la Revolución dando la “orden de combate” para enfrentar a cubanos con cubanos es una imagen imposible de borrar como símbolo del despotismo. Un escalón extremadamente peligroso, porque como ha expresado el colega Dagoberto Valdés en un editorial premonitorio de hace 20 años,“quien cierra la puerta al cambio en paz, abre la puerta a la violencia” (Vitral, mayo-junio 2003). A nivel de gobiernos democráticos y organismos internacionales, e incluso para algunos simpatizantes del régimen, la visión sobre Cuba sufrió un indiscutible desplome y obligó a reconsiderar ciertos acercamientos y percepciones acerca del panorama cubano. A la vez, el activismo de exiliados cubanos y activistas prodemocráticos en favor de Cuba ha visto una contundente reanimación alrededor del mundo.

4- El despertar de los inconformes. La ola del 11-J influyó sobre miles de cubanos que por miedo, agotamiento o apatía se mantenían callados o inactivos respecto a sus discrepancias con el gobierno, o permanecían en los márgenes críticos del sistema, pero sin transgredir lo públicamente permisible. Ya no. Las torpezas derivadas de la fallida Tarea Ordenamiento, el encierro de la pandemia y el agobiante desabastecimiento de alimentos y medicinas detonaron en las marchas de julio. Y fomentaron un destape de opiniones frontales, un hervidero de inconformidad. En cualquier lugar público, a través de las redes sociales, los cubanos parecen decididos a no callar más sus infortunios. La protesta es un fenómeno latente que ha ido en escalada desde entonces en centros universitarios, frente a instituciones gubernamentales, en pueblos golpeados por apagones, en barrios sin agua y repletos de basura. El gobierno sabe que dirime su permanencia sobre un polvorín.

5- Estampida, destierros y despoblación del país. Desde los primeros años de la revolución de Fidel Castro, la estrategia para descomprimir una crisis interna ha sido entreabrir las compuertas de la emigración masiva. En el caso de los opositores de liderazgo, el camino de la cárcel y el exilio han sido opciones de rutina. El 11-J fue el detonante para otro episodio de estampida y expulsión. El gobierno no perdió tiempo después de encarcelar y juzgar desafectos. Abiertas las fronteras, la exención de visas a viajeros cubanos por el gobierno de Nicaragua, en noviembre de 2021, fue la primera válvula de escape, con maratónicas salidas de cubanos para enrumbarse luego hacia la frontera mexicana. A la vez, las cabezas más visibles de un movimiento opositor que comenzaba a articularse con firmeza y civismo fueron forzadas a abandonar el país bajo amenaza de ir a prisión. Solo hacia Estados Unidos se registra el mayor éxodo irregular de cubanos de la historia, con un total de más de 410,000 arribos durante la presidencia de Joe Biden. La cifra se acerca al medio millón cuando se suman las más de 25,000 visas de inmigrante concedidas y los 40,000 casos autorizados de parole humanitario. La población cubana en la isla se ha reducido drásticamente, con una pérdida sustancial de sus jóvenes. Cuba pierde población y envejece a pasos agigantados.

¿Qué opinas?

VER COMENTARIOS (4)

Archivado en:

Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Wilfredo Cancio Isla

Periodista de CiberCuba. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España). Redactor y directivo editorial en El Nuevo Herald, Telemundo, AFP, Diario Las Américas, AmericaTeVe, Cafe Fuerte y Radio TV Martí.


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

 +1 786 3965 689


Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada