Hace diez años, las menciones a Reysander Fernández se sucedían una tras otra en los reportes futbolísticos de la prensa nacional. Era figura en el equipo Cuba y algún que otro ojeador de talentos había tenido elogios para él. Pero un día de 2012 el muchacho decidió quedarse en un viaje a Canadá y fin de la historia.
“Jamás me he arrepentido de esa decisión”, le ha contado el avileño a Play-Off Magazine en una entrevista donde relató la terrible incertidumbre de su etapa de emigrante recién llegado a un país donde no tenía familiares ni conocía el idioma.
“Es difícil entregarle tu vida a algo y sentirte engañado: como deportista, me sentí engañado”, contó.
“Si me hubiesen dado más atención no me hubiera quedado en ningún lugar. A veces, de la roña que tenía me daba unos tragos e iba al Poder Popular de Morón y el jefe de allí me daba mucha ‘muela’, siempre era un cuento con mi casa. Lo que más me decepcionó fue que ese jefe que tanto se ‘hacía’, en un viaje que tuvo, se quedó. Fue mucha la desilusión, me dolió que me dijeran tantas mentiras. Ya tenía 28 años y pensé en el futuro, tenía claro que había que ayudar a mi familia y esa era mi oportunidad. O fracasaba o salía adelante, podía ser o no en el fútbol, pero en Canadá estaba mi futuro”.
Antes de abandonar el equipo en Canadá, el defensor había pensado detenidamente cada paso, pero de todos modos le tocaría (inevitablemente iba a tocarle) el calvario de tener que abrirse paso solo.
“Llegué sin saber para donde correr, desorientado. Pregunté quién hablaba español y todos decían ‘sorry’. Estuve caminando durante dos horas solo. Me encontraron unos italianos y colombianos que vivían aquí y les pedí que me ayudaran. Ese día no comí nada y ellos me trajeron una hamburguesa, pero no me pasaba, no me la pude comer. Era octubre y había mucho frío. Es triste, pero fue lo más duro del mundo”.
Eso fue apenas el principio de un largo penar, porque entonces debería pagar además por el “crimen” de no regresar con el plantel. Y como dicho “crimen” implica una sentencia de varios años sin poder entrar a la Isla, se perdió toda la infancia de su hija y aun los funerales de su padre.
“Quedarme aquí me cambió mucho”, explicó. "Estar tiempo fuera y que no te permitan entrar a tu país daña mucho. Una de las cosas que más me dolió fue con mi padre, cuando me quedé él estaba enfermo y no pude verlo cuando falleció. Una vez me dijo que regresara a Cuba, pero no pude entrar. No poder entrar a Cuba me impidió ver crecer a mi hija y me obligó a estar alejado de mi familia”.
Finalmente, luego de repasar su carrera deportiva, exponer las mil y una tribulaciones del futbolista cubano para poder ayudar a su familia y denunciar los turbios manejos de las autoridades de ese deporte en la tierra que lo vio nacer, el que fuera una promesa del más universal de los deportes concluyó:
“Soy feliz con la vida que llevo en Canadá, trabajo de lunes a viernes y me va bien. Tengo una hermosa familia y gracias a Dios, podré traer a mi madre de visita aquí para enseñarle las maravillas de este país. Nunca había trabajado en Cuba, en Canadá lo hice en la construcción. Comencé haciendo aceras, es un oficio duro, pero da dinero. En la actualidad sigo en eso, pero trabajo para el gobierno y me va mejor; tengo beneficios como seguros, carros y todas las condiciones”.
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