El cubano José Armando Vivero, residente en Montevideo, Uruguay, compartió recuerdos de su paso por una beca en la isla y la publicación recibió muchos comentarios en las redes sociales.
El joven estudió en el IPVCE de Matanzas "Carlos Marx" y asegura que esta etapa de su vida fue "una pesadilla".
Comenzó su mensaje recalcando con ironía que "todo ocurrió en el paraíso socialista, la potencia médica, el ejemplo a seguir en educación y bienestar social".
Los centros educativos en el campo eran para adolescentes, de un rango de edad de entre 14 y 18 años que estaban obligados a "vivir en la escuela, muy lejos de casa, a merced de los maestros y de los otros estudiantes".
"Se podrán imaginar qué cosas pueden pasar en una escuela donde conviven niños y niñas de 15 años con otros casi adultos de 18, donde además, hay mucho maltrato verbal y psicológico por parte de los profesores, que es algo de lo que uno se da cuenta más tarde en la vida", dijo.
Explicó que tuvo que ocultar su identidad de género. "Solo en escasísimos momentos pude ser yo mismo, siempre con miedo a que alguien descubriera que era gay y tuviera que renunciar a mis estudios e irme a mi casa como le pasó a dos muchachos de mi albergue".
José contó a quienes no conocen la realidad de las becas cubanas, lo que significa un albergue: "Es un espacio grande lleno de literas, con baños comunes, o sea imagínense una prisión sin rejas y sin muros divisorios. Ah y con taquillas que uno tiene que hacerla, comprarla o resolverla, porque la escuela no la da".
Se refirió también a la escasez de comida en estos centros educativos. "Había que hacer tremenda cola (en los comedores) y era un asco" porque servían, entre otros platos desagradables, el "pellejo de puerco con pelos".
Otro tormento eran los viajes para llegar al lugar intrincado donde estaban estas escuelas en los campos cubanos.
"Tampoco quiero acordarme de los viajes desde y hacia Jovellanos en el tren, que no pocas veces se quedaba varado en medio de la nada. Una vez, después de esperar dos horas y sabiendo que estaba cerca de Jovellanos, me bajé del tren y salí caminando. Pensé que me moría, sin almorzar y con una maleta pesada", contó José.
En su preuniversitario los miércoles era el día de ir a trabajar al campo. "Suena muy bucólico, pero no es otra cosa que trabajo forzado con menores de edad. Donde lo mismo había que recoger la basura sin un guante, con unos latones apestosos, que limpiar el piso de la escuela con un trapo sin apenas cambiar el agua", dijo.
Narró en pocas palabras otro de los grandes problemas que tenían la mayoría de estas escuelas, escasez de agua.
"Siempre hubo problema con el agua. Las veces que tuve que bañarme con un pomo o no bañarme porque se acabó el agua. No tener una higiene adecuada conlleva a uno sentirse mal, apestar, incluso a enfermarse", dijo.
El joven recodó como en estos lugares "no había casi medicamentos" y los profesores "te daban kogrip para cualquier cosa".
José logró superar aquella etapa y consiguió la carrera que quería, pero sabe que muchas personas no lo lograron, tuvieron que abandonar los preuniversitarios unas veces por elección y otras expulsados.
Los problemas de escasez de comida, de agua y la falta de higiene continúan en las becas cubanas. En el inicio de este curso desde la UCI un estudiante denunció que el almuerzo es arroz y huevo hervido.
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