La UNESCO declara al bolero Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

La candidatura había sido presentada de forma conjunta por Cuba y México

Trío de músicos cubanos callejeros en La Habana Vieja (Imagen de referencia) © CiberCuba
Trío de músicos cubanos callejeros en La Habana Vieja (Imagen de referencia) Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 1 año

El bolero ha sido incluido en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, según determinó el Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) durante su 18ª sesión.

El expediente “Bolero: identidad, emoción y poesía hechas canción” había sido presentado en marzo de 2022 de manera conjunta por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y por el Ministerio de Cultura de Cuba ante la organización internacional.


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“El bolero es parte indispensable de la canción sentimental latinoamericana, con un fuerte carácter lírico muy arraigado en Cuba y México. Una amalgama cultural, combina el lenguaje utilizado en la poesía europea, con los ritmos africanos de los pueblos esclavizados y los sentimientos de los pueblos originarios de América. Las letras de los boleros aluden a la vida cotidiana y las canciones se interpretan en diversos espacios, desde hogares hasta áreas públicas y grandes salas de conciertos, así como en festivales y serenatas.

El comunicado apunta que "hoy en día se siguen componiendo nuevos boleros, y las letras y la música dan lugar a un diálogo en constante evolución con la tradición de ambos países. El prestigio alcanzado por el Bolero y su apropiación por diferentes sectores de la población han propiciado su expansión a otras partes de América Latina y a otros países de habla hispana. Como fuerte símbolo cultural para amplios sectores de las sociedades cubana y mexicana, especialmente en las zonas urbanas, ha servido como medio para expresar emociones y sentimientos durante más de un siglo".

"Tristezas", del trovador José “Pepe” Sánchez, es conocido como el primer bolero de la historia. El género nació en la ciudad de Santiago de Cuba en 1883 y se extendió con rapidez a todo el territorio nacional, donde se convirtió en expresión poético musical de la cancionística cubana.

Desde finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX el bolero fue el tipo de canción más cultivada en el país, cantándose tanto en las casas de los propios autores e intérpretes, como en peñas informales y serenatas nocturnas.

Entre las peculiaridades del bolero destaca el vuelo poético de sus textos, la dulzura de sus melodías y la capacidad para mezclarse con otros géneros de la música popular cubana como el son, el danzón, el mambo y el cha-cha-chá.

El género, además, contó en sus inicios con códigos estéticos y de estilo que determinaron una forma particular de vestir, gesticular y de comportarse, signada por la elegancia.

Entre sus principales autores e intérpretes en Cuba figuran cantautores de todos los tiempos como Sindo Garay, Manuel Corona, Benny Moré, César Portillo de la Luz, Elena Burke, Omara Portuondo, Marta Valdés y Beatriz Márquez, entre otros.

En la isla hay varios eventos y grupos dedicados al cultivo de ese género musical, entre los que destacan los festivales Boleros de Oro, que reúne a intérpretes de la isla e invitados de España, México, República Dominicana, Puerto Rico, Chile y Colombia, países donde el género cuenta con gran cantidad de seguidores.

El prestigio que ha alcanzado y su apropiación por diferentes sectores de la población han propiciado la expansión del bolero por América Latina y otros países de habla hispana, y en otros continentes como Europa y Asia.

En 2021 el bolero había sido declarado “Patrimonio Cultural de la Nación” por el Ministerio de Cultura (MINCULT) con el propósito de contribuir a la “sostenibilidad, visibilidad y viabilidad” de una expresión de la identidad nacional.

La entrada ahora en el listado del Patrimonio Cultural Inmaterial es una herramienta que refuerza la salvaguardia al fomentar la creación de planes específicos y acciones para su preservación.

Asimismo, contribuye a legitimar estas prácticas como un derecho cultural y una expresión de la diversidad, al tiempo de otorgar identidad y cohesión entre las comunidades portadoras, incluso de manera más amplia entre las sociedades de ambos países.

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