En un espectáculo de alta etiqueta y diplomacia, Cristina Fernández de Kirchner, la vicepresidenta argentina, protagonizó un desfile de gestos sorprendentes en el Congreso previo a la toma de posesión de Javier Milei.
Vestida de rojo, desplegó su "gracia" respondiendo a los cánticos y saludos con un "encantador" fuck you dirigido a un misterioso interlocutor que osó perturbar su entrada a las puertas de la Asamblea Legislativa.
Los presentes en la Plaza de los dos Congresos, abarrotada de entusiastas seguidores libertarios, fueron testigos privilegiados del desfile de distinción de la ex presidenta. En medio de sus cánticos, ondeaban frases como “Cristina se va presa, se va presa”, una oda a su “popularidad” arrasadora.
Ajena al clamor "afectuoso", Kirchner, sentada majestuosamente junto a Martín Menem, el flamante presidente de la Cámara de Diputados, presidió la Asamblea Legislativa.
Mientras leía la conformación de la comisión de diputados y senadores para recibir al nuevo presidente elegido por los argentinos, la que fuera el pilar del derrotado kirchnerismo no dejó otros gestos dignos de reseña a pesar de haberse quedad sin fueros, una circunstancia que podría llevarla a prisión y que debe estar en el centro de toda la irritación exhibida “glamurosamente” este domingo.
En diciembre de 2022, Fernández de Kirchner fue condenada a seis años de cárcel por el cargo de corrupción por la obra pública vial en Santa Cruz, un proceso que se desarrolló entre 2003 y 2015, además de recibir una inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos.
La actual vicepresidenta argentina, que no fue a la cárcel por el fuero que le otorga su cargo en el gobierno de su país, escuchó su sentencia desde su oficina en el Senado y comentó que su sanción “no es una condena por las leyes de la Constitución o el Código Penal”.
Tras conocerse la sentencia, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel dio su respaldo a la vicepresidenta argentina.
"Bajo despiadado acoso mediático, vuelve a enfrentar un proceso judicial políticamente motivado", escribió el inquilino del Palacio de la Revolución.
A poco de darse a conocer estas acusaciones, un hombre intentó asesinar a la expresidenta, mientras ella saludaba a simpatizantes de su grupo político junto a su domicilio.
El atentado se produjo en el barrio de Recoleta, en Buenos Aires, donde cientos de manifestantes se congregaron para respaldarla, en medio de las acusaciones que la llevaron a juicio.
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