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Ana Belén Montes, quien pasó 22 años en prisión en Estados Unidos por espiar para el régimen cubano, reapareció este viernes, luego de su excarcelación sucedida en enero de este año, en un concierto de trovadores, celebrado en el Colegio de Ingenieros y Agrimensores de Puerto Rico.
En el evento, Montes recibió un pequeño cuadro con la imagen de ella y las banderas de Cuba y Puerto Rico entrelazadas sobre su cabeza y un arreglo floral, que le entregó el Comité Pro Derechos Humanos de Puerto Rico (CDHPR) a propósito de los 30 años de fundada la organización.
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La exespía fue liberada el pasado 6 de enero del Carswell Federal Medical Center, en Fort Worth, Texas, con dos días de anticipación a la fecha fijada, luego de cumplir 22 de su sentencia de 25 años de cárcel. La reducción de su tiempo en la cárcel se debió a su buena conducta en prisión.
Tras estar en libertad, Montes había dicho que quería dedicarse "a una existencia tranquila y privada" y que no participaría en "actividades mediáticas”.
"Estoy más que contenta de tocar suelo borincano de nuevo. Tras dos décadas bastante agotadoras y ante la necesidad de volver a ganarme la vida, quisiera dedicarme a una existencia tranquila y privada. Por lo tanto, no participaré en ningunas actividades mediáticas", dijo Montes en una declaración difundida desde San Juan y obtenida por CiberCuba.
Actualmente, Monte cumple cinco años de libertad supervisada, con acceso a Internet bajo escrutinio federal y limitación para laborar con gobiernos extranjeros o contactar a agentes foráneos sin permiso oficial.
Fue sentenciada en octubre de 2002, tras ser arrestada en septiembre de 2001 en su oficina de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), en el Pentágono, donde se desempeñaba como analista senior.
El gobierno de Estados Unidos la acusó de revelar información secreta a La Habana entre 1984 y 2001, incluidos nombres de espías estadounidenses en la Isla.
Montes fue reclutada por la inteligencia cubana en 1985 y escaló hasta convertirse en analista principal de la DIA. Proveyó información altamente sensible, que determinó incluso decisiones de la política de Washington hacia Cuba, pues tuvo a su cargo los informes sobre la capacidad militar del régimen cubano.
Al ser juzgada, se defendió diciendo que las actividades de espionaje que realizó fueron un acto de obediencia de su "conciencia en vez de la ley".
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