En Palacio ya no saben qué hacer para que no se deshaga el maléfico hechizo de la llamada “revolución”.
Después de décadas de propaganda dirigida a construir el “mito” y fomentar el “credo”, la “continuidad” observa con terror que ya pocos se inclinan a adorarlo, y que ya nadie se lo cree.
Para ponerle remedio a la sangría simbólica, el Dr. Díaz-Canel llamó en el VII Pleno del Comité Central del Partido a desarrollar “las fuerzas productivas y también las fuerzas espirituales de la Revolución”.
“Por ahí van los caminos de fortalecer el orgullo de ser cubanas y cubanos”, dijo el gobernante designado (o puesto a dedo, como vulgarmente se le conoce), en un vano intento de perfumar el cadavérico proyecto económico, político y social que los jerarcas del régimen le pusieron a “liderar”.
Para desarrollar esas “fuerzas productivas”, el Dr. Díaz-Canel insiste en adorar las tesis del socialismo y el marxismo. Pero la ideología comunista, pobre de nacimiento, ya es una lápida más en la historia.
Así que ahora hay que lidiar con lo intangible, salvar la “revolución” con ayuda del más allá, ya sea con la "energía cósmica", o desarrollando “fuerzas espirituales” en los cubanos, para que redescubran el “aliento mítico de la revolución”.
La pobreza intelectual y la indigencia moral de los propagandistas del régimen están llevando su discurso político a niveles de absurdo y ridículo nunca vistos, que contrastan aún más con la práctica de instaurar un capitalismo de Estado totalitario, vender el país a la mafia de Putin, y empobrecer y reprimir a los cubanos para que todo transcurra sin más sobresaltos que la desigualdad, la pérdida de soberanía, los apagones y la escasez.
"Sabemos que es complicado encontrar los alimentos del día a día, es complicado un apagón de ocho y diez horas, el tema del transporte... pero confianza, la única salida es la revolución y el socialismo", dijo a finales de septiembre el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández.
O lo que es lo mismo: “hay que tener fe” (Fuerza Espiritual, o Familiar en el Extranjero). Hay que “reencontrar los caminos de leyenda y heroísmo”, según Miguel Díaz-Canel o Alina Perera Robbio -que son lo mismo: fenómenos ventrílocuos de Granma, el PCC y la cúpula del régimen.
El también primer secretario del PCC (otro cargo decorativo) habló del “desempeño de Cuba a nivel planetario”, “recordó la crueldad del bloqueo imperial contra Cuba”, y pidió “no abandonar la confianza en la victoria, y tener la certeza de que los cubanos superarán sus desafíos con resistencia creativa”.
“Evocó a Fidel y a Raúl, y a la escuela –aprendida de ellos– de la corrección oportuna”, maestros de “la rectificación constante dentro del proceso revolucionario”, una fórmula magistral para perpetuarse en el poder: algo que se le complica a una “continuidad” que no consigue “resultados” ni “poner comida en el plato de la gente”.
Pero, no solo de comida vive el revolucionario. Hay que adoctrinarlo, y por eso el Dr. Díaz-Canel habló también de la importancia del “trabajo político ideológico”, una frase que parece un chicle mascado durante decenios, pero que aún son capaces de pronunciar sin atragantarse.
“Ese trabajo ideológico debe generar emociones y sentimientos, y tiene que hacerse de modo muy especial con generaciones nuevas, las cuales se comunican a través de códigos muy propios, diferentes de los anteriores”, dijo.
A esas generaciones, cuya sumisión al proyecto “revolucionario” es vital para los intereses de la mafia castrista, quiere el “puesto a dedo” desarrollarles las “fuerzas espirituales”. Sin embargo, para las “mentes enfermas, desesperadas e impotentes que buscan romper la estabilidad del país”, caerá todo el peso de la Ley.
Decía Einstein que la espiritualidad es la fuerza más poderosa para permanecer fiel a tu propósito. Pero el Dr. Díaz-Canel está a años luz de entender el pensamiento del físico; como Pérez Robbio de entender al filósofo y matemático Ludwig Wittgenstein, cuando decía aquello de “el límite de mi mundo es el límite de mi lenguaje”.
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