Un científico cubano del Instituto Finlay de Vacunas pretende abrirse camino como productor de vinos destinados al sector turístico de la Isla.
Graduado de Química Farmacéutica, Freddy Rojas Thómas informó a Prensa Latina que en apenas cuatro meses consiguió producir “vinos de alta calidad”, entre los que sobresale el elaborado a base de coco.
Bajo el nombre comercial de “Alejo”, los caldos conseguidos por este emprendedor consiguieron clasificar para competir en el V Festival Nacional de Vinicultores de Cuba, que se celebrará en febrero en la ciudad de Cienfuegos.
Rojas Thómas presentó sus bebidas alcohólicas en una cata especial realizada en La Habana. Según el joven productor de 38 años, el vino que más atrajo al jurado fue el de uva. Sin embargo, aunque no obtuvo premio, el vino de coco fue el que más impresionó a los expertos.
El científico reconoció sentir fascinación por el mundo del vino, pero no fue hasta septiembre pasado que se decidió a probar suerte en su elaboración, motivado según la agencia oficialista por el deseo de hacer “algo diferente a los medicamentos que crea y desarrolla a diario en el prestigioso centro científico donde labora”.
Habituado al trabajo con fermentaciones, Rojas Thómas se puso manos a la obra en su casa y consiguió “dos o tres” litros del licor, suficientes para embotellar las botellas que presentó na la cata y que fueron seleccionados para el concurso.
Además de coco, el viticultor espera conseguir otros vinos a partir de frutas como naranja, limón, mandarina, ciruela china, plátano y caña.
La producción de vino en Cuba, un país sin tradición en la elaboración de esta bebida, es fuente de una sorprendente "originalidad".
En 2017, se difundía la noticia de un cubano que desarrollaba en su casa de La Habana su negocio de producción de vinos con un procedimiento peculiar.
Orestes Estévez, militar retirado de 65 años, no utilizaba como materia prima exclusivamente la uva, como es tradicional, sino que usaba también guayabas, berros o flor de Jaimaica.
Sin embargo, lo más llamativo de su método era el uso de preservativos para sustituir las complejas válvulas presión que se emplean en el proceso de fermentación del vino y que son imposibles de encontrar en Cuba.
El negocio tenía una trayectoria dilatada. Iniciado en las décadas de 1960 y 1970 con la producción y venta clandestina, Estévez aprovechó las reformas del general Raúl Castro para legalizar su pequeña fábrica, de la que también salían vinos de jengibre, fruta bomba o remolacha.
"Ponerle un condón a una botella es igual que ponérselo a un hombre; cuando se pone firme, el vino está listo, y luego se completa el proceso", decía Estévez al China Post.
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