Ante el reciente reconocimiento del gobierno cubano sobre el fracaso de la bancarización y de la política de tasa de cambio oficial, ciudadanos cubanos no se han quedado callados. En una publicación de CiberCuba Noticias, muchos expresaron sus opiniones, destacando un clamor común por un cambio de sistema, más allá de ajustes económicos superficiales.
Raul Macias fue uno de los más directos, afirmando que "Lo único que tienen que cambiar es el sistema que no funciona", recibiendo un notable apoyo de 117 "me gusta" de otros usuarios. Mileidys Heredia criticó duramente el manejo de la economía, apuntando a la "Bancarización, Mipymes, demasiados dirigentes en cada provincia y pocos resultados" como ejemplos de gestión deficiente, reflejando la frustración de muchos.
En palabras de Jose Hernandez, la situación actual demanda más que reconocimientos superficiales: "El fracaso es total lo más sensato es que dejen el poder se pierdan y cambie el sistema no tiene sentido hacer sufrir y matar de hambre a un pueblo".
Jesus Pernas, por su parte, señaló las incongruencias en la política cambiaria del gobierno: "El cambio cup y el USD sigue subiendo a precios descomunales, decía el comandante que esta revolución es por los pobres y para los pobres, ahora la burguesía cambió".
Arian Sanchez hizo hincapié en la importancia de la producción nacional y la ineficiencia del sistema actual: "Mientras no exista producción nacional, el abastecimiento sea insuficiente, y además, lo poco que ingrese al país se 'importe' en monedas con las que no se le paga al pueblo, cualquier implementación en cualquier ámbito económico está destinada al fracaso".
Fernando Martinez Sr. destaca la desconexión entre las preocupaciones de los políticos y las necesidades del pueblo, señalando que lo único que parece importarles es "llenar sus barrigas y las de sus familias", una crítica que resuena con la percepción de corrupción y desinterés por el bienestar colectivo.
El descontento se extiende a la apatía social, como lo expresa Elvis Lobato, quien lamenta que el pueblo no reaccione ante los continuos fracasos: "Y lo más lindo, el pueblo ni se inmuta... a nada... vendrán mucho más fracasos". Esta resignación parece ser un obstáculo más hacia cualquier tipo de cambio o mejora.
Oni Fa De critica la ineficacia de los dirigentes del país, sugiriendo que el reconocimiento de los errores no es suficiente: "No queremos que reconozcan errores. Queremos que no lo sigan cometiendo", una demanda por acciones concretas y mejoras reales en lugar de meras admisiones de fracaso.
La ironía y el escepticismo hacia la capacidad de mejora del gobierno se hacen patentes en el comentario de Yuriesky Darcourt Castellano, quien expresa sorpresa sarcástica ante los fracasos gubernamentales: "Me quedé así, (emoji sorprendido), porque es tan raro que le salga mal algo a ellos", resaltando una percepción de incompetencia crónica.
Zuzi Martin aborda la problemática desde una perspectiva práctica, señalando la falta de infraestructura y condiciones básicas para implementar cambios económicos: "Lógico antes de iniciar algo primero hay que crear las bases", enfatizando en la necesidad de preparar el terreno antes de lanzar nuevas políticas.
La demanda por soluciones reales en lugar de reconocimientos vacíos se ve reforzada por Onesio Esteban De León Gutierrez y Julito Ireteyekun, quienes concuerdan en que lo esencial es encontrar salidas prácticas a los problemas que afligen al pueblo: "No hacemos nada con que reconozcan eso y otras cosas más... Necesitamos SOLUCIONES" y "No lo reconozcan busquen una solución", respectivamente.
La frustración ante la continuidad de los errores y sus impactos en la vida cotidiana es expresada por Iracema Camacho Borrego: "Siempre están cometiendo errores uno tras otro y el pueblo sufriendo las consecuencias", lo que destaca el costo humano de la gestión gubernamental.
Reynier Hidalgo reflexiona sobre la inevitabilidad de las consecuencias del mal gobierno, con una perspectiva filosófica: "La razón es la hija del Tiempo no de la autoridad... El tiempo dicta sentencia", sugiriendo que el juicio final sobre estos fracasos vendrá dado por la historia más que por las autoridades actuales.
Finalmente, Estom Yony critica la falta de reconocimiento real de los problemas por parte del gobierno, describiendo una desconexión entre las élites y el pueblo: "Que reconocen, ellos no reconocen nada. Ellos son el gobierno, pero a la vez son una casta que se está aprovechando al máximo de la ingenuidad o estupidez de un pueblo", resumiendo el sentir de muchos sobre la gestión de la crisis en Cuba.
Estas opiniones son solo una muestra del descontento generalizado con las políticas económicas del gobierno cubano, que parecen alejarse cada vez más de la realidad y necesidades de su pueblo.
La gestión económica del gobierno, que intentó presentarse como una solución a la crítica situación del país, ha sido un claro reflejo de la desconexión entre las élites gobernantes y las verdaderas necesidades de la población. Las recientes confesiones de fracaso por parte de altos funcionarios no son más que la punta del iceberg de un sistema que ha demostrado su incapacidad para proporcionar una vida digna a sus ciudadanos. En lugar de un diálogo constructivo y reformas significativas, el régimen continúa apostando por ajustes superficiales que no abordan la raíz del problema: un modelo económico y político obsoleto que reprime la iniciativa individual y estrangula cualquier posibilidad de progreso.
En vez de asumir responsabilidades y buscar nuevas vías que realmente beneficien al pueblo cubano, el gobierno insiste en medidas paliativas que solo perpetúan el estado de desesperanza y frustración. La insistencia en mantener un sistema fallido y la resistencia a implementar cambios profundos sugieren un desinterés por el bienestar del pueblo y un afán de retener el poder a costa de la libertad y la prosperidad de la nación. El clamor por un cambio real y efectivo es cada vez más fuerte, y la paciencia de los cubanos, cada vez más escasa.
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