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Exnadadora cubana Judith Rodríguez recuerda su trayectoria y habla de su vida actual en Cape Coral

"Salí de Cuba hacia Ecuador el 15 de febrero de 2015", cuenta en esta entrevista donde se refirió a su travesía migratoria antes de llegar a la ciudad donde vive desde 2016.

Judith Rodríguez © Cortesía de la entrevistada
Judith Rodríguez Foto © Cortesía de la entrevistada

Finales de la década de los 70. En el bloque de arrancada de la piscina de 25 metros del Pontón capitalino, una personita de apenas seis años se alistaba a conquistar el futuro: era Judith Rodríguez.

Aquel día lo recuerdo como si fuera hoy. Yo estudiaba en la escuela primaria “Paquito González” de Centro Habana y practicaba natación en el hoy totalmente destruido Pontón.

Yo parecía una pulguita pero aprendí a nadar porque sufrí una amarga experiencia en la alberca del hotel Mar Azul de Santa María; por poco me ahogo. Entonces mi papá dijo que tenía que aprender a nadar y me llevaron al Pontón a entrenar con el profesor Omar Cárdenas. Con él nadé los cuatro estilos hasta que me especialicé en espalda. Así fue que me vio Miguel Ángel Tirador, un técnico del seleccionado nacional, y prácticamente me raptó para la “Marcelo”.

¿Qué es hoy día de aquella pequeña nadadora?

Tengo una compañía de limpieza desde hace siete años que se llama “Judy's Cuban Cleaning”; limpio todo lo que caiga mientras haya dinero jajaja. Vivo en Cape Coral con una familia armoniosa que integran mi hija, su esposo y mis dos nietos.

Cortesía de la entrevistada

Mujer de fuerte temperamento que atravesó el continente desde Ecuador ¿cuántas brazadas te costó llegar a Estados Unidos?

Salí de Cuba hacia Ecuador el 15 de febrero de 2015 y viví allí hasta el 17 de julio. Me hubiese quedado pero no pude legalizar mi presencia y decidí hacer la travesía con mi hija. Atravesamos seis países en un mes y ocho días hasta que entramos por Laredo.

Vivimos en Miami cinco meses trabajando con plantas ornamentales y el 16 de junio de 2016 vine para Cape Coral, donde vivo y pienso seguir viviendo. Me gusta esta ciudad, estoy tranquila y feliz.

Cortesía de la entrevistada

Volviendo a la Judith nadadora ¿qué edad tenías cuando entraste en la Escuela “Marcelo Salado”?

¡Nueve años! He sido la nadadora más joven en entrar a ese centro que ya ni siquiera pertenece a los deportes acuáticos. Tanto dieron que nos lo robaron.

¿Y llamaste la atención por qué?

Muchacha, yo con mi físico chiquito y delgado, había ganado competencias escolares a niveles provincial y nacional y allá fueron a verme; y no los defraudé. Yo era un pececito jajajajaja

¿Seguiste con Tirador en la escuela?

No, formé parte de los niños que entrenaba Bonifacio “el Boni” quien me preparó para competir en el cuarto Torneo del Caribe de Natación que se desarrolló en la piscina del estadio universitario “Juan Abrantes” entre el 12 y el 15 de abril de 1982.

En esa época sí había deporte, sí había masividad. Gané ocho medallas, dos de ellas de oro en 50 metros libre y 50 mariposa. Todavía en ese momento nadaba los cuatro estilos aunque después me especialicé en espalda.

Esa prueba en el “Abrantes”, con nueve añitos, me abrió definitivamente las puertas de la “Marcelo Salado”, donde ya como matrícula me entrena Armando Ríos “el Cuqui”

A partir de ahí empezaría una incesante carrera que arrancó internacionalmente en República Dominicana, sede entonces del Centroamericano y del Caribe por edades de Deportes Acuáticos. Allí gané ocho medallas: 2 oro, 5 plata y un bronce.

Esa fue una época fantástica pues, al carecer nuestra piscina de calefacción, nos enviaban a Europa a realizar entrenamientos y competencias, fundamentalmente a España y Hungría. Esto sucedió entre los años 1984-86. También hacíamos preparación en la altura azteca.

Cortesía de la entrevistada

¿Qué recuerdas de esa época?

Imagínate, yo tan diminuta estaba entre las diez primeras nadadoras de Cuba; rodeada por Tania Cofigní, Pedro Hernández, José Raúl López, Luisa Mojarrieta, Rodolfo Falcón, a los que se unirían Mayito González y Neisser Bent. Como ves una era de oro, en la cual amábamos la “Marcelo” como a nuestra casa.

¿Y ahora que la “Marcelo” dejó de pertenecer a la natación?

¿Cómo me puedo sentir? En esa escuela fueron formadas las mejores generaciones de la natación cubana. Nosotros fuimos los únicos que no nos mudamos al Cerro Pelado.

Era nuestra aquella piscina de 50 metros, donde entrenábamos las selecciones nacionales juvenil y de mayores de natación. Los polistas y nadadoras de sincro tenían otra alberca y los clavadistas entrenaban en la de la Ciudad Deportiva. Yo siempre pertenecí a la preselección de mayores.

¿Tu mayor éxito?

Es imborrable para mí aquel Centroamericano y del Caribe por edades de deportes acuáticos donde gané los dos metales dorados a pesar de ser tan pequeñita.

¿Qué recuerdas de la “Marcelo”?

Tengo muy buenos recuerdos… ¡dentro de lo malo! Jajajajaja. Tú sabes lo que es que te estés bañando y quiten el agua. Había que ir con un jarrito a sacar el agua del tanque del inodoro amén de las literas rotas, la escasez de trusas de entrenamiento, no alcanzaban las tablas de pateo (un grupo tenía que esperar que el otro terminara), malas condiciones en los gimnasios, carencia de equipamiento.

Inventos cubanos con gomas de carro o tablas de madera para sustituir implementos deportivos imprescindibles. Cuando viajábamos al extranjero nos dábamos cuenta de nuestras desventajosas condiciones pero… ¡estábamos en la “Marcelo”! Recuerdo los problemas con las visas a la hora de viajar, la demora en los pasaportes.

Y hasta aquel avión sobrevolando el aeropuerto de Isla Margarita en Venezuela, donde no nos autorizaban a descender por no tener permiso el avión ¡en fin! Eso fue en el año 1983. La competencia empezó y nosotros no habíamos podido entrar al hotel.

Ahora multiplica eso por mil y es lo que viven nuestros nadadores en el Complejo de Piscinas Baraguá. Mi tiempo era un carnaval. Ahora, sencillamente, no hay nada. Aquello da asco: azulejos pintados ¿quién pinta un azulejo?, techos que quitan y ponen, trampolines hundidos… ¡y eso que no hablo de mi Pontón!

Estuve allí hace dos años y el corazón se me estremeció: el tanque de clavados con pedazos de la plataforma que se cayeron y nadie los ha recogido; agua de lluvia estancada, criadero de vectores. La piscina de 25 metros donde yo me hice nadadora, repleta de gusarapos ¡para llorar! Y a nadie le importa.

Y del Pontón salimos muchos nadadores, la mayoría de los cuales estamos aquí o en otros países ¿qué nadadores van a existir?

A propósito de la actualidad ¿qué sabes de la delegación cubana a París?

Mira, sinceramente, lo mío es trabajar y vivir lo mejor que se pueda porque vida hay una sola. Por eso sé bastante poco pero para mí las posibilidades están en la lucha greco con Mijaín y los campeones mundiales, el judo masculino, el tirador Leuris Pupo, los canoístas, los triplistas, algún boxeador (no como antes que eran cinco o seis).

He leído de la Liga de las Naciones de Voly y ojalá clasifiquen pero la tienen durísima. Sí te digo algo: lo mejor de este mundo le deseo a los cubanos, compitan por donde compitan, que asistirán a los Juegos Olímpicos de París 2024.

Me has hecho volver a vivir instantes de mi vida que me colmaron de júbilo y ojalá instantes como esos y mejores puedan ser vividos por nuestros compatriotas en la Ciudad Luz.

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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