El humorista cubano Ulises Toirac reveló que hay días en que se levanta y está dispuesto a irse del país, y por el contrario, otros sigue empecinado en quedarse.
En una entrevista con el Observatorio de Derechos Culturales, en la que habló de las trabas que le han puesto a su trabajo en Cuba y la censura que sufre ahora, el actor detalló las dos cuestiones que sopesa en su decisión de emigrar o no. Por un lado, en su país "artísticamente no me queda nada por hacer", y por otro, "comenzar en cualquier sitio a los 60 es un desafío épico".
Ulises se refirió a la prohibición no escrita de presentarse en espectáculos teatrales, y explicó que no sabe quién está actuando como comisario porque no ha visto el veto "acuñado y firmado".
"Uno solo ve una negativa tras otra y un silencio sepulcral cuando se hace público el modus operandi. Es un mecanismo maquiavélico, y es cuando uno se explica el deseo del Estado de monopolizar sitios de opinión: desde los periódicos y emisoras, hasta escenarios", dijo.
El también guionista se refirió a la vieja práctica del régimen de, cuando un artista "problemático" da un concierto, llenar el teatro con trabajadores de organismos y vender menos entradas al público, algo que en su opinión es una "herramienta de amedrentamiento contra los artistas".
"Tanto en el Acapulco como en el teatro Mella o en el Karl Marx, he visto el mecanismo. Zonas completas del lunetario para organismos, llenas de individuos 'combativamente dispuestos a repeler manifestaciones contrarias'. Algunas veces saludé desde el escenario a esos espectadores", recordó.
"En cierta ocasión tuve que amenazar con suspender una peña en la sala de video del Acapulco, porque sin haber entrado público de la cola, ya la sala estaba al 50% de integrantes de las Brigadas de Respuesta Rápida. Aquello se ponía en candela. Y el artista en el escenario siente eso", agregó.
Ulises señaló que para que haya una relación sana entre el Estado y la cultura es indispensables que los creadores tengan libertad de expresión, tanto desde el punto de vista formal como conceptual.
"No debe haber leyes específicas para los artistas. Las de la sociedad deberían bastar", acotó.
Por último, reiteró su visión de que un diálogo entre artistas y autoridades es posible.
"El lío es que los términos de ese diálogo cambian. Está en la inteligencia, la capacidad de supervivencia y la conciencia de lo que implica el fin del diálogo", recalcó.
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