El sacerdote cubano Alberto Reyes, de la diócesis de Camagüey, acusó al régimen castrista de haberlo corrompido todo: la educación, el sistema judicial, las instituciones estudiantiles y obreras, la fraternidad, la honestidad...
Conocido por su postura abiertamente contestaria contra la dictadura, el P. Reyes describió en su muro de Facebook la situación actual del pueblo, sumergido en la miseria y enfrentados unos con otros. Y mientras los de "abajo" se espían y se delatan unos a otros, el poder se aprovecha de esas luchas.
En su publicación, Reyes cuestiona qué razones hay para seguir así, qué se gana siendo sumiso para no buscarse problemas, y qué sentido tiene apoyar lo que está podrido.
A continuación, CiberCuba comparte el texto íntegro de la publicación.
"He estado pensando… (LXXI) por Alberto Reyes Pías
He estado pensando por qué necesitamos un cambio de sistema
¿Qué significan los apagones repetitivos, la angustia para conseguir los alimentos y para conservarlos, las escaseces de todo tipo, la dependencia de ayudas externas para poder sobrevivir? ¿Qué significan la precariedad del presente y la ausencia de futuro, y vivir en el miedo, en la inseguridad, en la muchas veces necesaria ilegalidad? ¿Qué significa la huida de nuestros hijos, el peligro de manifestarse pacíficamente, la cárcel omnipresente en el horizonte?
Significa que nuestras vidas no nos pertenecen, significa la imposibilidad de elegir los caminos que queremos transitar, la ausencia de autodeterminación. Significa que no tenemos una vida real, sino un acto teatral obligatorio, una música impuesta al son de la cual somos forzados a bailar por aquellos que se han adueñado de los mecanismos de control social.
No nos pertenece nuestra vida, ni nuestras muertes cotidianas, ni los frutos de nuestro esfuerzo, ni el resultado de nuestros sacrificios, porque nada hace que nuestra vida sea realmente diferente. Somos esclavos, peones sin importancia, piezas de un juego que no nos beneficia.
¿Qué razones tenemos para seguir así?
Nos han sumergido en la miseria y, por si este control no resultara suficiente, nos han llenado de razones para enfrentarnos y dividirnos, nos han puesto a unos contra otros, nos han enseñado a luchar contra aquellos a los cuales deberíamos unirnos: los vecinos, los compañeros de escuela y trabajo, la propia familia. Somos esclavos que nos espiamos unos a otros, nos delatamos unos a otros, nos reprimimos unos a otros, mientras el poder se aprovecha de las ganancias de nuestras luchas.
Vivimos en un sistema que lo ha corrompido todo: la fraternidad, la verdad, la honestidad, la educación, el sistema judicial, las instituciones estudiantiles y obreras…, un sistema que ha destruido la alegría, la transparencia, la confianza de unos en otros. Vivimos en un sistema que ha corrompido a muchos, y los ha puesto al servicio del mal, y los ha conquistado para que apaguen las voces de la libertad que ellos también necesitan.
¿Qué razones tenemos para seguir así? ¿Qué ganancias tiene nuestra sumisión? ¿Qué sentido tiene seguir buscando 'no tener problemas' al precio de destruirnos los unos a los otros? ¿Qué sentido tiene apoyar y sostener lo que está podrido?
Lo que necesitamos no es más fluido eléctrico, ni que surtan las tiendas con comida, ni que vuelvan las medicinas a las farmacias, ni que arreglen las carreteras destruidas…
Necesitamos rehacernos como pueblo, recuperar la propiedad de nuestras vidas y la libertad que permite, desde el propio esfuerzo, construir el presente y el futuro. Necesitamos aprender a progresar pensando en un 'nosotros', y enseñar a las generaciones nuevas a amar lo bello, lo noble, lo verdadero, lo justo, de modo tal que pueda sanarse el corazón herido de este pueblo y recuperarse lo que hoy está perdido".
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