Lo que está pasando en el hospital psiquiátrico de Placetas (Villa Clara) es una historia de terror. Así lo describen dos familiares de personas con enfermedades mentales que permanecen recluidos en ese centro hospitalario, que iba a ser desmantelado y trasladado a Corralillo, a unos 120 kilómetros de distancia, pero varias familias se opusieron porque, debido a las dificultades de transporte que atraviesa el país, se les hacía muy difícil ir a visitar a sus parientes. El problema es que la mudanza se quedó a medias y nada de lo que se llevaron ha virado o ha sido restituido, lo que ha hecho aún más precaria la situación del centro hospitalario.
"A los enfermos no se los llevaron a Corralillo, pero las camas sí fueron a Corralillo. Se llevaron las tazas de baño, los sillones, donde ellos descansaban, los televisores, la instalación de agua, las tuberías... Se robaron la turbina y la Policía llegó y sí apareció la turbina, pero las instalaciones de agua jamás regresaron y nadie sabe qué rumbo cogieron", explica un familiar.
“Es un campo de concentración”, señala otra cubana que prefiere mantener el anonimato para evitar represalias con su familiar, interno en el centro, donde en la última semana han pasado varios días sin agua ni para tomar. Dan fe de ello quienes han ido a visitar a sus familiares y los han encontrado sucios, con restos de heces y orina en el cuerpo y la ropa; sin las pijamas porque no había ido la costurera a hacerle tiras para amarrarlos.
"Eso está en un sitio infernal, con potreros alrededor y ahí no hay dónde pedir un vaso de agua. Ahí no hay nada. No hay lavadoras y al no tener agua ni personal para lavar, imagínate", añade.
Hace un tiempo el hospital acogía a 70 personas, pero ahora quedan 30 y nadie sabe si los cuarenta que faltan han muerto o los han llevado para otro lugar. Muchos de los que quedan, están encamados. "Ahí se están muriendo".
La responsable del psiquiátrico, Sule Ribera, no permite la entrada de los familiares para que no vean las precarias condiciones en las que mantienen a los internos. También porque la han visto llevándose un ventilador que, según dijo, estaba roto y lo iba a arreglar para poder dormir en su casa, cerca de allí. O porque las familias han entrado sin avisar y han sorprendido a un administrador sacando un pedazo de carne de vaca. Nada que ver con los pellejos que dan de comer a los pacientes. “Como están locos, a nadie le importa”, señala una mujer, con un familiar en ese hospital.
Sule Ribera llegó al psiquiátrico de Placetas trasladada desde el Hospital General, donde fue acusada de vender medicamentos a los pacientes. En el psiquiátrico ha tenido choques con algunos trabajadores, llegando incluso a agredir físicamente a uno de ellos, según información en poder de Yaquelín Abreu, administradora del grupo de Facebook Todos Somos Placetas.
Muchos de los enfermos del psiquiátrico de Placetas no tienen dientes para comer la carne con pellejos y plátano macho hervido que les dan cuando hay visitas. En el centro no hay batidora para hacerles un puré y por eso el aspecto de muchos de los enfermos es famélico. “Esto está ahora mucho peor que en el período especial”, insiste la misma fuente.
Tan mal está la cosa que una familia fue a quejarse a la Dirección Provincial de Salud Pública, al Gobierno y al PCC municipal y lo único que ha conseguido es que en lugar de expresidiarios contratados como custodios, dando palizas a los enfermos que se escapan, haya policías impidiendo la entrada de familiares al recinto hospitalario.
"Los baños tienen una baba, que ellos se resbalan y se caen ahí dentro. Para qué te voy a decir. Eso es horrible", recalca este familiar que da por hecho que los enfermos mentales de Placetas están recluidos en "un campo de concentración".
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