Conocida por su versatilidad, sobre todo en el humor, la actriz cubana Gelliset Valdés, ha tomado la piel de Felipa, Yumisisleydis, Tonita, Beruco, Elda, Biana, Fofi, Pura... y hoy día sigue haciendo humorismo, además de ser una pródiga influencer que se abre paso con su simpatía en la ciudad de Miami.
Sé que tu llegada a Estados Unidos, que ya habías visitado con anterioridad, fue prácticamente un calvario. ¿Quisieras compartir detalles o te hace daño recordar?
La sonrisa amplia desaparece un tanto de su joven rostro. Recordar no es muy grato, pero, así y todo, sus respuestas son rápidas y seguras.
Te cuento: yo tenía una visa por cinco años para entrar a este país, visa que se venció en enero de 2020. Mi esposo, Delso Aquino, el director de televisión, y yo teníamos planificado emigrar definitivamente. Veníamos con regularidad, pero no nos habíamos establecido porque el niño estaba en Cuba y no tenía como sacarlo de allí.
Después me hablaron para venir a hacer una gira y ya mi hijo tenía el pasaporte español por su papá. Organizamos un grupo; éramos cinco: Aquino, Yerlín Pérez, El negro Pega Con Tó, Diego (Cortico) y yo. Pasamos mucho trabajo para conseguir los pasaportes en Cuba e hicimos todos los trámites y tuvimos que ir a la embajada americana en República Dominicana.
Salimos el 16 de noviembre de 2021 de Cuba y nos denegaron por trabajar en una televisora oficialista. Yo tenía decidido no regresar y nos fuimos para México; volamos de Santo Domingo a Cancún. Allí estaba esperándonos a mi esposo, a Yerlín y a mí un amigo, que es el actual compañero de Yerlín, y ella se quedó en Cancún. Nosotros seguimos por la frontera y fue como una película del sábado, porque cuando llegamos al aeropuerto hacia Mexicali estaban separando a todos los cubanos, pidiendo una prueba de que íbamos y regresábamos y ya casi al salir el avión, el mismo amigo me envió un pasaje de regreso y nos dejaron subir al avión.
Al llegar a Mexicali, la misma lucha. Te entrevistaban individualmente... ¡pero pagabas y te dejaban salir! A mitad de camino nos paró una patrulla y tuvimos que pagar 150 dólares más a la policía para que nos dejara seguir hasta el motel donde debíamos esperar, con el terror de que nos tocaran en la puerta.
Al día siguiente, cerca del mediodía, el coyote que nos vino a buscar era dirigido por una mujer que yo le decía “La Matrona” y te juro que fue uno de los momentos más aterradores de todo el camino. Llegamos a una finca y nos montamos en una camioneta estrecha; éramos unos cuantos cubanos y el coyote nos explicaba que debíamos hacer, y todo se resumía en que teníamos que tirarnos de la camioneta y correr hacia la izquierda sin parar hasta una cerca donde nos esperaba una persona escondida, que a su vez nos llevaba hasta el muro.
Entonces cruzábamos un río y llegábamos al muro. Así lo hicimos, y al pasarlo ya estábamos en territorio americano donde estaba la Patrulla Fronteriza. Ahí respiré y dije: “¡Bueno, ya estoy cerca de mi hijo!”.
Fuimos a los campamentos por separado, las mujeres de los hombres. Allí estuve tres días separada de Aquino, hice amigas… Todos los días llamaban por una lista y esa espera desespera; al tercer día de madrugada me mencionaron, me despedí de todas. Éramos como 100 mujeres y nos trasladaron de centro para que el proceso se agilizara.
Nos esposaron, algo que me hizo sentir muy mal y empecé a llorar. Yo no soy religiosa, pero tuve experiencias que eran de Dios porque Diego y El negro Pega Con Tó son babalawos y Yerlín es santera. Yo había pasado el yaboraje de Yerlín junto a ella y creo en Dios, pero a mi modo. Yo no podía dejar de llorar y se me acercó una muchacha vestida de amarillo… ¿Quién no cree en la Virgen de la Caridad del Cobre?
Yerlín tiene coronado Oshún. La vestida de amarillo se acerca y me dice: “No llores más que todo nos va a salir bien”. Maite Veloz -que es su nombre- me dio un abrazo que me transmitió una fuerza tal que hoy seguimos siendo amigas. Aquello fue premonitorio, las esposas que nos pusieron eran con una cadena ajustada a la cintura con grilletes y ese fue el único momento que me cuestioné qué hacía yo ahí.
Nos montaron en un avión hacia Texas. A cada rato nos apretaban las esposas, lo que dolía, y cuando llegamos a un centro penitenciario nos montaron en un ómnibus y un policía indignado, nos quitó a todas las esposas, por lo abusivo de lo apretadas que las teníamos al punto de marcarnos la piel. Allí estuve dos días más, todos esos días sin saber de nadie y nadie sabía de mí; estaba incomunicada, no sabía de Aquino, y al segundo día me llamaron para liberarme.
Yo entré en la frontera el 30 de noviembre, me procesaron al sexto día y me llevaron a una iglesia. Allí pude llamar por teléfono y supe que a mi esposo lo soltaron al tercer día, y me dio una alegría porque yo era más fuerte que él. No sabes la alegría de hablar con mi hijo, con mi mamá, mi hermano, con Aquino. ¡El abrazo de mi hijo no lo voy a olvidar... ha sido lo más grande y emocionante de mi vida!
¿Siempre quisiste ser artista?
Elegí ser actriz por casualidad; creo que la profesión me eligió a mí. Yo vivía en un campo muy apartado y cuando niña yo no sabía que era ser actriz. Quería ser maestra, científica y luego me parecía una aspiración muy grande para mí. Con siete años comencé clases de gimnasia, pero me tuvieron que quitar porque era demasiado lejos de mi casa y allí no llegaba ningún transporte.
¡Imagínate con cuántas limitaciones vivía! Luego fueron por el barrio haciendo pruebas para la escuela de arte, pero me desaprobaron. A los 16 años llegué a La Habana. Mi hermano vivía allí y me llevó para que pudiera estudiar algo. Terminé el grado 12, que no lo había podido terminar en Buena Vista, San Luis, Pinar del Río, que es de donde soy yo.
Ya en el último año del preuniversitario, una amiga del aula me dice que estaban haciendo programas en la televisión y dejaban entrar público. Para allá fuimos. Estaban poniendo “Fin de semana”. Julio Pulido era el director y allí conocimos a otro grupo de muchachos que era de teatro, de la Casa de Cultura de Calzada y 8, y nos invitaron. Y fuimos, me apunté e iba cada noche a las clases de teatro con la maestra Ana María Paredes, que fue mi primera profesora de actuación. Aquello me cautivó, nunca había sentido esa pasión y decidí que ese era mi camino.
¿Tu mayor fama la alcanzaste con el humorismo o te gustaría más hacer papeles dramáticos? ¿Es cierto que es más difícil hacer reír que llorar? De los programas humorísticos, ¿cuál ha sido tu preferido, por qué?
Comencé a trabajar en la Televisión Cubana en el humorismo con Julio Pulido, en un programa que se llamaba “Para no salir de casa” y ahí empecé de guionista, escribiendo sketch junto a Nelson (Gudín, padre de su hijo y conocido como el Bacán entre los humoristas). Yo estaba en un grupo de teatro aficionado como actriz y un día le propusimos a Pulido hacer un personaje que fuera la novia del primo, que se llamó Yumisisleidy. Era una mujer que venía del campo, agregada, y a Pulido le pareció bien. Así comencé en la televisión, como actriz, en la comedia.
Y Julita, la vida me fue llevando de programa en programa, humorísticos. No es que me hubiera propuesto hacer humor y nada más, es que me caían. Luego vino “Deja que yo te cuente” y después “A otro con ese cuento”, y no es un mito que a los actores tienden a encasillarnos; algunos directores creen que los humoristas solo pueden hacer comedia y me parece errado. A mí me encanta hacer dramatizados. Con Aquino yo hice en Cuba tres telefilmes dramáticos. Sí, me gusta enfrentar ese reto.
Yo creo que el dramatismo y el humorismo son bombas y hay que ponerles pura emoción; si eres capaz de transmitirlo orgánicamente, vas a ser capaz de hacer reír y de hacer llorar de la misma manera, pero siempre desde tu verdad y desde tus emociones. A las dos les tengo mucho respeto y creo que ambas son igual de difíciles; creo que en Cuba se subvalora la comedia de situación.
¿Algún programa favorito, algún personaje preferido?
Me han gustado todos los programas en que he trabajado, pero “Deja que yo te cuente” ha sido el que más se ha quedado en la memoria de los espectadores. Este programa era de ancho espectro porque teníamos varios contextos: estaba el taller, la campiña y Mentepollo; yo escribía la campiña y a veces Nelson escribía, pero mayormente lo hacía yo y ahí surgió mi personaje de Felipa, que es con el que yo hago cabaret. Quiero mucho este personaje: es pintoresco, atrevido. Felipa me saca de apuros. También estaba Tonita, que surgió en el “taller”, igual que Beruco, el papel masculino que yo hago.
“Pateando la lata” también fue un buen programa, me dio la oportunidad de crear personajes como Elda, que es la mujer del borracho; también está Pura que es una viejita. Y allí hicimos un humor diferente porque es el telechiste, que en un espacio muy corto de tiempo hay que hacer reír; fue una buena experiencia.
Aquí estamos haciendo un “Pateando la lata” también y estoy haciendo un sketch que es con Biana y Fofi y todos los programas me han aportado mucho, han dejado cosas buenas en mí. Todos esos personajes que son como unos cuantos hijos, los amo a todos por igual, así que no hay uno favorito.
Además de ese “Pateando la lata”, al principio trabajé en el show de Carlucho, fue una experiencia muy buena, me dio mucho entrenamiento a la hora de la improvisación con un público en vivo. Ese programa era todas las noches, en un tú a tú con Carlucho que es una bestia en la improvisación, es un showman; tiene una habilidad para hacer contra figura y una tiene que estar a su altura. Yo nunca había estado tantas horas en vivo improvisando, fue un reto con un personaje distinto cada noche; allí también surgió el personaje de Biana que es hasta ahora el último, creado aquí en Estados Unidos.
Ya tú sabes, cada personaje con sus peripecias, cada uno tan diferente con su personalidad y yo iba con un guion y Carlucho me lo rompía y yo tenía que seguirlo. Era agotador, pero muy enriquecedor y divertido. Ese entrenamiento se lo agradezco porque me ha servido para el trabajo que hacemos en el cabaret, que es un espacio que nos reporta buena economía, y de todos los públicos, es el más difícil.
Además te has convertido en una influencer espectacular.
Tengo 137 mil seguidores en Instagram; en Facebook, que aún está creciendo, solo tengo 25 mil, pero espero seguir sumando seguidores. Me siento muy bien.
Sé que mantienes una preciosa relación con el padre del niño, el también humorista Nelson Gudín.
Para mí es una bendición poder tener aquí a Nelson, el padre de mi hijo Nell. El niño llegó tres meses antes que yo porque tenía miedo que le cancelaran el ESTA, porque él es ciudadano español por su padre. Así te digo que el apoyo más grande que he tenido aquí ha sido Nelson; nos ayudó a Aquino y a mí a que Univista nos abriera las puertas y, en menos de un mes, estaba trabajando, ¡y en mi profesión, a lo que siempre me he dedicado! que es mucho. No obstante, es lo menos que tengo que reconocerle a Nelson porque la vida no me alcanzará para agradecerle por su cariño. Su esposa, Yurdi, es mi amiga, mi hermana. Mi hijo la quiere mucho y para mí ella también es mi familia.
¿Piensas en Cuba, regresarías?
Allí dejé amigos, tíos, primos... pero no, no tengo planes de regresar por el momento. Además, no tengo residencia aún, pero nada más pueda, quisiera llevarlos a todos a República Dominicana y que disfruten de algo diferente, que vean que hay una vida mejor.
Y Julita, mientras esté ese sistema en el poder no tengo ganas de regresar; no quiero ver los basureros, no quiero ver las calles rotas, no quiero ver en lo que se ha convertido Cuba; extraño mucho a las personas. Si pudiera ver a toda mi gente y abrazarla ahora mismo sería mi mayor deseo... ¡pero fuera de Cuba! No sueño con ir a Cuba.
Lo que está viviendo Cuba me duele mucho..., ¿y a quién no? Julita, me llegué a asquear de aquellos discursos que ya no convencen a nadie ni a los “convencidos”. La primera vez que salí de Cuba fui a Panamá y tiene zonas muy lindas y otras muy pobres, pero aun así, sentí que era mejor lugar que Cuba, y me dije: “Yo quiero que mi hijo no crezca en mi país”.
Espero que los dirigentes de Cuba, en un último acto de bondad si es que la tienen, dejen a ese país tranquilo; que les permitan vivir como seres humanos, ¡QUÉ SE VAYAN! A nosotros nos decían siempre que en este país eran unos abusadores, que nos explotaban y resulta que mi madre llego hace cuatro meses a este país y tiene todas las condiciones, todas las ayudas.
Nos vendieron los Estados Unidos como los que dejaban a la gente desamparada y eso es mentira. Todos los sistemas tienen cosas buenas y malas, pero en Cuba... ¡todo es malo!
Para el pueblo en aquel país solo hay desamparo, hambre para el que trabaja y para el que no. No me gusta hablar de política, pero todo con respecto a Cuba es política; por eso no quiero ir a Cuba: esquivé el gobierno de las pestes. En Cuba todo es gris y con esta crisis energética creo que es el fin, con el favor de Dios.
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