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El régimen cubano ha emprendido una cruzada contra “las chapucerías”, nuevo concepto en el glosario político de la dictadura, con el que el gobierno pretende desviar la atención de los problemas inherentes a su gestión, para centrarla en la de aquellos entes y dirigentes locales.
Así lo confirmó la intervención este sábado del gobernante Miguel Díaz-Canel durante el Pleno Extraordinario del Comité Provincial del Partido en La Habana, en la cual llamó a desterrar “la chapucería” en la capital cubana, una urbe que padece un deterioro irreversible y que sobrevive semienterrada entre ruinas, suciedad, aguas albañales y basureros.
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Según el portal oficialista Cubadebate, el gobernante designado por el general Raúl Castro “exhortó a desterrar la cultura de la chapucería, y trabajar por una imagen para La Habana que enamore, con especial énfasis en las instituciones estatales y los barrios vulnerables, en transformación”.
Llama la atención el empleo de la frase “cultura de la chapucería”, que junta dos términos antitéticos.
Mientras la Real Academia Española define “cultura” como “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social”, puntualiza que “chapucería” es un “trabajo mal hecho, tosquedad o imperfección en cualquier artefacto”.
Al decir del Díaz-Canel, la chapucería en Cuba alcanza niveles sistémicos (de superestructura, que diría el marxismo) y deviene en el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico e industrial de los cubanos.
Pero no es culpa de su “continuidad”, sino de la de esos “cuadros” cada vez más indolentes y peor formados.
En enero, el gobierno cubano aprobó un nuevo Código de Ética que obligó a firmar a sus dirigentes. Por las mismas fechas, Raúl Castro pidió que renunciaran a sus cargos a los dirigentes que se hubieran “cansado”, o que no estuvieran “a la altura que exige el momento”.
A comienzos de octubre, el primer ministro Manuel Marrero Cruz arengó a los directivos que cursan preparación en la Escuela Superior de Cuadros del Estado y del Gobierno sobre la “responsabilidad de los cuadros en la conducción del proceso de implementación de las Proyecciones de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía”.
“El primer ministro insistió en la necesidad de fortalecer la gestión de los cuadros, cuyo desempeño siempre marca la diferencia. En ese sentido, llamó a elevar la preparación, así como la exigencia, la disciplina y el control”, reseñó Cubadebate.
Con semejante discurso, que pone el foco en la gestión de los “cuadros”, resulta evidente que al hablar de “cultura de la chapucería”, Díaz-Canel no se refiere al desempeño de su “refinado y exquisito” ejecutivo, que tiene al país al borde del abismo, una “distorsión” conseguida con la misma maestría de las pinceladas de Caspar David Friedrich.
Con la acumulación de más de 30 mil metros cúbicos de basura diarios en La Habana, la higiene y limpieza de la ciudad ha generado tensiones en la población. Para atender a ello, Díaz-Canel lanzó a comienzos de octubre una “ofensiva integral” y anunció un plan estratégico en el que "cada ministerio apadrinará un municipio", con el objetivo de estabilizar la recogida de desechos sólidos.
Recuperar espacios públicos, mejorar la recogida de basura y embellecer las calles con labores de pintura y chapea, son objetivos del perfecto y admirable plan gubernamental, pero para conseguirlos hace falta “elevar la preparación, así como la exigencia, la disciplina y el control” de los cuadros, y “desterrar la cultura de la chapucería”.
Mientras en La Habana se acumulan diariamente el equivalente a tres piscinas olímpicas de basura, Díaz-Canel, Marrero Cruz y sus secuaces se dedican a prepararse en Palacio para los juegos florales.
Por sus pasillos se les ve, lira en mano, rimando “el concepto de unidad” de Raúl Castro con “soluciones colectivas”; o disertando en el pantry sobre “el papel que le corresponde a la vanguardia comunista”, o sobre “cómo la vida ha demostrado que los cubanos estamos preparados para sortear cualquier peligro por insuperable que pueda parecer”.
Tocado con su corona de laurel, el gobernante puesto a dedo explicó este sábado la importancia de “la unidad, la inteligencia y el trabajo” y “el imprescindible papel de la ciencia y la innovación”, así como una serie de cuestiones que la “cultura de la chapucería” impide apreciar en toda su magnitud revolucionaria a sus subalternos.
Entre el Laocoonte y los muñequitos de Los Chapuceros, el líder de la llamada “continuidad” está a punto de parir un nuevo tratado de estética mientras se desplaza en sus Mercedes Benz por las ruinas de una ciudad que sobrevive entre montones de basura.
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