El empresario cubano Miguel Grillo llegó a Estados Unidos con 17 años. Cuando tenía siete, en 1963, el régimen cubano decomisó la finca familiar en Matanzas. Él era un niño, pero aquello lo marcó. Sobre todo cuando su padre una noche le dijo: "Mijo, tenemos que irnos (de Cuba)". Poco después, emigró a España. Para entonces él tenía 14 años y en Madrid trabajó de 'bartender' con una familia a la que recuerda con mucho cariño.
Las propiedades que el régimen le quitó a su padre y a sus seis tíos no era un latifundio sino una pequeña extensión de terreno, que les decomisaron con la falsa promesa de repartirlo. Nunca lo hicieron y como muchas otras tierras, también las suyas se llenaron de marabú.
Su padre murió en Estados Unidos, diez años más tarde, en el 83, pero Grillo habla de él como si se hubiera marchado ayer. Lo recuerda siempre preocupado por la familia, pero también por el trabajo, porque para él trabajar era algo muy importante y esa importancia supo transmitirla a su hijo que hoy es un empresario de éxito.
Ya jubilado, Miguel Grillo se dedica a la ganadería, un negocio que ha podido montar gracias a que le fue bien en la industria textil hasta que la competencia de países latinoamericanos le obligó a buscar salida en la República Dominicana y con el tiempo a venderlo todo.
Ahora disfruta de sus reses y sus caballos, pero también hace producciones de radio de humor y de trova cubana anterior a 1959. Además, ha apoyado producciones de cine del director Lilo Vilaplana, en películas como "Plantadas".
Interesado por la política de Estados Unidos, Miguel Grillo ha seguido de cerca las elecciones que han dado la victoria a Donald Trump, porque entiende que su país de acogida necesita el empuje del republicano.
Grillo no habla mucho sobre sí mismo, pero no oculta que para él, la prosperidad tienen sello capitalista. "Yo soy un enamorado del capitalismo", admite y a los jóvenes emprendedores les advierte que siempre les dirán que han llegado en mal momento porque nunca es el momento ideal para abrir un negocio, pero les recomienda que no hagan caso y que apuesten por su idea, sin prisas, pero sin pausas. El mundo empresarial, aclara, no es coser y cantar. Hay que esforzarse mucho, pero no se trata de una carrera de velocidad, sino de resistencia. Él tiene claro que el éxito en los negocios es para los que perseveran.
Para Grillo vale más un día de negocio propio que un mes trabajando para otro. A pesar de que tiene las ideas claras, no se atreve a vaticinar qué va a pasar con el futuro de Cuba, porque la situación es patética y porque entiende que la única salida sólo la pueden indicar el capitalismo y los cubanos.
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