Vecinos de localidades como Alquízar, Güira de Melena y otras zonas de Artemisa han compartido en redes sociales los momentos de pánico y la magnitud de los destrozos, mostrando cómo el huracán Rafael ha puesto en riesgo sus viviendas y su seguridad.
Los videos evidencian la facilidad con la que los fuertes vientos arrancan de cuajo las placas de zinc y fibrocemento, que vuelan peligrosamente sobre las construcciones. Atónitos, los residentes filman las escenas mientras buscan refugio dentro de sus casas, temiendo que alguna de estas placas impacte en sus hogares o sobre ellos mismos.
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En Cuba, país frecuentemente afectado por huracanes y ciclones, los techos de las viviendas representan un desafío constante para el gobierno. La situación se agrava cada año debido a los problemas en la entrega y reposición de materiales de construcción, como las tejas, necesarias para reparar los daños tras el paso de estos fenómenos. La escasez de recursos y las dificultades logísticas en la distribución de materiales de construcción suelen retrasar los trabajos de reparación, dejando a muchas familias expuestas a nuevas afectaciones.
Este problema ha sido abordado varias veces por la prensa oficialista. En 2018 en un artículo de opinión en el periódico Granma, un ingeniero e investigador entrevistado llegó a explicar que el uso de cubiertas de zinc no tiene por qué ser sinónimo de vulnerabilidad. Pero la realidad es muy diferente.
«Muchas personas creen que las cubiertas de zinc son vulnerables y que siempre que pase un huracán van a salir volando, y no es así. Una vivienda con la cubierta de zinc o de fibrocemento, como las que hacemos en Cuba, con los elementos de agarre y sujeción correctos y bien colocados, es viable y resistente», aseguró el especialista Dr en Ciencias Candebat Sánchez.
Lo cierto es que a medida que el huracán Rafael continúa su paso por el occidente cubano, la situación en Artemisa refleja la urgente necesidad de materiales de construcción más resistentes y una mayor preparación para enfrentar los embates de fenómenos meteorológicos en la isla que apenas ha podido recuperarse del paso del huracán Oscar por el extremo oriental de Cuba el 20 de octubre.
Oscar dejó una profunda huella de destrucción en la provincia de Guantánamo, con más de 11,000 viviendas afectadas, según cifras oficiales. Durante una reunión en Baracoa, el Consejo de Defensa Provincial informó que se registraron 257 derrumbes totales, 360 parciales, y 9,198 casas perdieron parte de sus techos. A estos daños en las viviendas se suman también afectaciones en instalaciones estatales y la infraestructura vial, lo cual ha complicado aún más las tareas de recuperación en la zona.
Para apoyar a las familias afectadas, las autoridades instalaron casas de campaña en el municipio de Baracoa, uno de los más golpeados. Este refugio temporal, donado por el Programa Mundial de Alimentos (WFP), se está habilitando en áreas con poca infraestructura, y los propios trabajadores sociales de la localidad han colaborado en su instalación. Sin embargo, esta medida refleja las limitaciones del gobierno cubano para ofrecer soluciones permanentes y sostenibles a las personas que lo han perdido todo.
Además del esfuerzo local, varias organizaciones internacionales han contribuido con ayuda humanitaria. Entre ellas, el WFP ha enviado 200 carpas tipo túnel para quienes quedaron sin hogar, junto a suministros para el Consejo de Defensa y el Gobierno cubano. La asistencia humanitaria se ha convertido en un alivio temporal para muchas familias que aún enfrentan la incertidumbre y los desafíos de una recuperación a largo plazo en medio de limitados recursos y condiciones climáticas adversas en Guantánamo.
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