La derrota de Kamala Harris en las elecciones presidenciales de 2024, aunque no directamente atribuible a Joe Biden, marca un hito doloroso y una especie de capítulo final en una saga que comenzó con la promesa de restaurar la "alma" de los Estados Unidos bajo su liderazgo en 2020.
Ahora, cuando el fracaso en las urnas es un hecho irrefutable, es difícil escapar de la percepción de que su elección de continuar en el cargo hasta la mitad de 2024 contribuyó, de manera crucial, a la derrota de su partido, señalan analistas políticos.
La historia podría recordar este revés no solo como un fracaso personal de Harris, sino también como un resultado del desgaste acumulado bajo la presidencia de Biden, explicaron.
Es innegable que Joe Biden, el hombre con más año en la política estadounidense actualmente, logró sacar al país de la pandemia, aprobar un histórico plan de infraestructura por un billón de dólares y cimentar el apoyo internacional de Estados Unidos en la guerra de Ucrania frente a la invasión rusa.
Estos son logros significativos, que podrían quedar en la memoria histórica a largo plazo, así como otros programas aprobados que tendrán un resultado importante sobre millones de familias en un plazo de 10 años.
Sin embargo, estos éxitos no fueron suficientes para mitigar las preocupaciones inmediatas de los votantes. La inflación, el costo de vida y la creciente insatisfacción con la gestión fronteriza erosionaron el apoyo popular.
La candidatura de Biden, en este sentido, estuvo marcada por una paradoja: si bien prometió devolver la "decencia" a la Casa Blanca, muchos votantes no vieron en él una figura capaz de adaptarse a los desafíos del momento.
A sus 81 años, la percepción de su edad y su energía flaqueante pesaron más de lo esperado. Aunque algunos de los éxitos de su administración fueron indiscutibles, la decisión de mantenerse en la contienda electoral hasta julio de 2024 dejó al Partido Demócrata sin tiempo para una renovación efectiva.
Su retirada tardía no dio margen a una competencia interna real, limitando la capacidad del partido de encontrar un líder con el dinamismo necesario para enfrentar a Donald Trump.
Kamala Harris: la promesa no cumplida
Kamala Harris, como su sucesora en la candidatura demócrata, asumió el desafío con la esperanza de ofrecer una alternativa fresca y nueva. Su campaña, centrada en temas como los derechos reproductivos y la recuperación económica, ganó apoyo, especialmente de mujeres jóvenes.
Sin embargo, su incapacidad para alejarse del legado de Biden, fue fatal. La falta de una diferenciación clara entre su propuesta y la de su predecesor la dejó atrapada en un callejón sin salida.
Su famosa respuesta en The View de no poder identificar una política en la que se hubiera diferenciado de Biden se convirtió en un símbolo de la falta de dirección clara en su campaña.
Esta falta de distinción no solo la debilitó frente a los votantes indecisos, sino que permitió a los republicanos capitalizar la narrativa de un Partido Demócrata sin un rumbo definido, perpetuando la percepción de que Harris simplemente representaba la continuación de un mandato que no había logrado resolver las preocupaciones más profundas de los estadounidenses.
Además, su incapacidad para conectar con votantes clave como los latinos, los afroamericanos y los jóvenes demostró que la base electoral de Biden no se había ampliado significativamente durante su mandato, un error que Harris no pudo corregir.
El retorno de Trump: una lección amarga
Si bien la derrota de Harris podría explicarse por varios factores, la mayor ironía es que, tras la victoria de Biden sobre Trump en 2020, los demócratas se encontraron en 2024 en una situación donde, al final, el partido cedió el control de la Casa Blanca al mismo hombre al que habían derrotado cuatro años antes.
Para muchos analistas, el legado de Biden puede ser recordado no solo por sus logros, sino por haber abierto la puerta a un regreso de Trump, quien, a pesar de sus múltiples escándalos y enfrentamientos legales, parece haber mantenido la conexión con una base electoral fundamental que los demócratas no supieron movilizar.
El resultado de las elecciones de 2024 es, en gran medida, un fracaso estratégico tanto de Biden como de Harris. Biden, con su decisión tardía de retirarse de la contienda, dejó al Partido Demócrata sin tiempo para regenerarse, mientras que Harris, inicialmente un ícono de cambio, no logró ofrecer una alternativa clara ni desmarcarse de la figura del presidente saliente.
En última instancia, esta derrota resalta una lección crucial para los demócratas: la necesidad urgente de renovar el liderazgo de forma temprana y efectiva. Ahora deberán enfrentar el mandato de Trump sin un líder sólido visible.
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