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Cuando era niño, los desfiles del Primero de Mayo y las marchas del Pueblo Combatiente eran eventos ineludibles en mi barrio. Vivía cerca de la Plaza de la Revolución, y desde las 5 o 6 de la mañana, las calles se llenaban de guaguas. Miles de autobuses transportaban a trabajadores y campesinos desde todas partes de la provincia para garantizar una multitud imponente.
Era una escena surrealista: por un día, las calles quedaban sitiadas por una marea de ómnibus estacionados, haciendo imposible salir de casa. Con el tiempo, aprendimos a evitarlo. La noche anterior movíamos el carro a un parking en la Calzada del Cerro y, mientras la muchedumbre coreaba consignas en La Plaza, nosotros nos escapábamos a Santa María.
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Ya quedaron atrás, por suerte, los días de las multitudinarias marchas organizadas por Fidel Castro. La capacidad de movilización de Díaz-Canel y su continuidad es nula, ya nadie esta "para esa muela". Por eso, la decisión de Miguel Díaz-Canel de convocar una "Marcha del Pueblo Combatiente" el próximo 20 de diciembre suena a pataleta de niño caprichoso.
Cada ómnibus que se dedica a esta marcha significa horas de apagón en cualquier barrio o pueblo del país.
Mientras el país se hunde en apagones prolongados y la población enfrenta una crisis de combustible sin precedentes, el gobierno decide quemar los escasos recursos de la nación en una demostración absolutamente innecesaria.
¿Cuánto costará realmente una marcha del pueblo combatiente? ¿Cuánto combustible se gasta en mover 100 manifestantes? ¿Y 1.000? ¿Y 10.000? Porque Díaz-Canel no se querrá quedar con una marchita mínima y triste.
Cada ómnibus que se dedica a esta marcha significa horas de apagón en cualquier barrio o pueblo del país. ¿No sería mejor destinar el diesel a grupos electrógenos para reducir apagones?
Mientras tanto, los hospitales se quedan sin luz y los refrigeradores de las casas no pueden conservar los alimentos.
¿Y cuánto cuestan los choferes, equipos de seguridad, efectivos policiales y brigadas de limpieza?
La maquinaria propagandística también cuesta dinero: pancartas, banderas, camisetas, meriendas para los participantes y el despliegue de medios de comunicación para cubrir el "evento histórico".
Mientras tanto, los hospitales se quedan sin luz y los refrigeradores de las casas no pueden conservar los alimentos. ¿Cómo se justifica esta decisión? Es una decisión egoísta, caprichosa y cínica.
El 20 de diciembre, además, es un día laboral. ¿Acaso no es más importante que la gente trabaje, produzca y genere valor en un país en ruinas?
En lugar de impulsar la economía, el gobierno opta por detenerla. Mientras, los dirigentes seguirán en sus casas con aire acondicionado, viendo el desfile por televisión.
No hay nada peor que ver a un gobierno desangrando los recursos del pueblo para satisfacer su vanidad política. Los cubanos necesitan comida, luz y transporte, no pancartas, consignas y fotos para el Noticiero Nacional de Televisión.
El 20 de diciembre será otro recordatorio de la desconexión total entre la dirigencia y el pueblo. Un desfile más, una marcha más, y ni una sola solución real.
Cuando te caiga el apagón este 20 de diciembre, piensa que el culpable directo es Díaz-Canel y su marcha "del pueblo combatiente".
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