En un fragmento de video del programa oficialista "Con Filo", que se ha vuelto viral recientemente, el periodista Michel Torres Corona pone sobre la mesa un tema crucial: la prosperidad de algunos cubanos, especialmente los vinculados a las MIPYMES (Micro, Pequeñas y Medianas Empresas) emergentes en la isla.
Sin embargo, Torres evita mencionar la prosperidad que desde siempre han poseído la familia Castro, los altos dirigentes del régimen y sus hijos, quienes viajan por el mundo y disfrutan de privilegios desde que comenzó la "Revolución". Esa prosperidad no le molesta. No critica a los que pasean de compras por Madrid o disfrutan de yates en el Mediterráneo. No se escandaliza por los hijos de los jerarcas del régimen que viven en mansiones o estudian en el extranjero. Solo le molesta la prosperidad de los que obtienen ganancias con su trabajo, con su esfuerzo, con su negocio. Los que viajan a costa del erario público, esos no. Esos quedan fuera de su crítica.
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Lo que se intenta vender como una "batalla contra la desigualdad" no es más que una arremetida contra la prosperidad. Porque, seamos claros, el problema no es la desigualdad; el problema es la miseria generalizada. Y la solución no es atacar a los que logran escapar de ella, sino permitir que todos los demás puedan aspirar a lo mismo.
¿Por qué los cubanos no pueden soñar?
El discurso oficial ha intentado hacernos creer durante décadas que la igualdad se traduce en que todos debemos ser igualmente pobres. El mensaje de Torres Corona, y de otros voceros del régimen, se basa en la premisa de que la existencia de cubanos prósperos (que pueden comprar un carro o pagar un consumo de electricidad elevado) es una injusticia social. Pero, ¿acaso no sería más lógico aspirar a que todos los cubanos tengan la posibilidad de alcanzar ese nivel de prosperidad?
La economía no es un pastel finito. La riqueza no es un tesoro que, cuando alguien toma una parte, los demás se quedan con menos. La riqueza se crea, se multiplica. Un emprendedor que abre un negocio no le está quitando nada a nadie. Al contrario, está generando empleo, servicios y productos que antes no existían. Cuando un cubano importa un carro nuevo, ese carro no salió de los bienes de los demás; salió de su esfuerzo, de su capacidad de crear valor en un mercado.
El razonamiento de Torres Corona y de tantos otros voceros del régimen solo tiene sentido bajo la lógica del comunismo: todo es del Estado, por tanto, todo lo que alguien tenga "de más" ha sido arrebatado a los demás. Pero en un mundo donde las personas pueden prosperar por su esfuerzo y su ingenio, esta lógica es falsa. La prosperidad de uno no solo no empobrece a los demás, sino que, en muchos casos, genera un efecto multiplicador de oportunidades para todos.
La verdadera justicia social no consiste en que todos tengan lo mismo, sino en que todos tengan la posibilidad de elegir su propio camino.
En el fondo, este discurso no es más que la misma envidia que ha guiado la política del castrismo desde 1959. Primero se atacó a los ricos, luego a los empresarios, después a los pequeños comerciantes, los católicos, los homosexuales, los que escuchaban rock o los que llevaban el pelo largo. Todo aquel que se destacara, que fuera diferente, que prosperara por encima de la media, se convertía en un enemigo. Ahora le ha tocado el turno a los emprendedores de las MIPYMES.
El mensaje es claro: "Si yo no puedo tenerlo, tú tampoco deberías". Este es el tipo de mentalidad que ha sumido a Cuba en la pobreza. Esta lucha contra la prosperidad, en nombre de la igualdad, no solo no mejora la vida de los que menos tienen, sino que se asegura de arrastrar a los que logran destacarse hacia la miseria generalizada.
Pero hay otro análisis que no podemos evitar: Es cierto que entre las MIPYMES actuales hay muchos emprendedores cubanos que han apostado por crear negocios con sus dinero, su esfuerzo y también con ayuda de sus familiares en el extranjero, pero también es conocido que otros son familiares, allegados, amigos o simples testaferros de dirigentes del régimen, que han aprovechado sus conexiones y contactos para crear empresas prósperas en poco tiempo. Estas últimas no surgen por azar, sino por la voluntad del régimen de otorgar privilegios a un grupo selecto de "emprendedores controlados".
Quieren que los cubanos dependan de ellos para todo: desde la comida en la libreta hasta los servicios de internet, los empleos y las oportunidades de negocio
Esta realidad expone una contradicción interna en la cúpula del poder. Por un lado, están los que ven en estas MIPYMES una oportunidad para mantener una cierta apertura económica, aunque limitada, con la condición de que las ganancias queden en manos de los socios y familiares del régimen. Por otro lado, hay una facción más dogmática que ni siquiera está dispuesta a aceptar esto. Para este segundo grupo, cualquier muestra de prosperidad privada, por muy controlada que esté, es una amenaza para la narrativa de la "igualdad socialista".
La lucha interna entre estos dos grupos se filtra en el discurso de programas como "Con Filo". Los que critican a las MIPYMES, como Michel Torres, suelen representar la línea más ortodoxa, esa que ve la riqueza privada como una herejía. Esta facción no solo se opone a la prosperidad de los ciudadanos comunes, sino que además cuestiona las ganancias de los "socios oficiales" del régimen, revelando una fractura en la cúpula gobernante. No atacan a las grandes fortunas de la familia Castro o a los hijos de los generales, pero sí apuntan contra los testaferros y aliados menores, posiblemente como parte de una pugna por el control económico interno.
La verdadera raíz del problema no es la desigualdad, sino la falta de libertad. Lo que debe molestarnos es que solo un selecto grupo de amiguetes pueda crear empresas con facilidad mientras el resto de los cubanos no puede. Todos los cubanos deberian ser LIBRES de crear empresas de cualquier cosa, de hacer lo que quieran con sus vidas. En una sociedad donde cada persona puede actuar, pensar y expresarse como le plazca, el resultado es la diversidad de vidas. Habrá quienes prefieran vivir con lo mínimo y habrá quienes se esfuercen por tener más, ya sea para ellos mismos o para sus familias. Pero esa decisión debe ser libre. La verdadera justicia social no consiste en que todos tengan lo mismo, sino en que todos tengan la posibilidad de elegir su propio camino. ¿Por qué los cubanos no pueden soñar?
El régimen cubano nunca ha permitido esto. Controlan el discurso, los recursos, la educación y la economía. Quieren que los cubanos dependan de ellos para todo: desde la comida en la libreta hasta los servicios de internet, los empleos y las oportunidades de negocio. Cualquier señal de independencia se castiga con la represión, la confiscación o la difamación pública.
El camino no está en la batalla contra la prosperidad, sino en la batalla por la libertad. Cuando la tengamos, todos seremos más prósperos. Y en ese momento, Michel Torres y su "Con Filo" serán solo un recuerdo de la era de la miseria institucionalizada.
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