Cuando terminó la marcha, el apagón seguía ahí

La marcha organizada por Díaz-Canel en el Malecón habanero refleja la rutina de una población cansada y resignada. Las consignas gastadas, no cambiarán una Cuba sumida en apagones y miserias.

Cubanos marchando / Malecón en apagón Foto © Colage X/Encomil / Grok

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Hoy, Miguel Díaz-Canel volvió a organizar una vez más una "Marchas del Pueblo Combatiente" en el Malecón habanero. Como siempre, los participantes fueron reclutados entre los trabajadores de ministerios, empleados de hospitales, estudiantes y miembros de las unidades militares y del MININT que fueron arreados hacia la marcha por dirigentes del partido, sindicaleros, o presidentes del CDR. Se repitió la misma coreografía de siempre: banderas en alto, consignas gastadas como "¡Patria o Muerte, Venceremos!" y "¡Abajo el Bloqueo!", y esa extraña mezcla de falsa euforia y resignación que ya es habitual en estos espectáculos.

Díaz-Canel pretende mostrar control, pero lo que evidencia es su miedo. Si realmente el pueblo estuviera con él, no haría falta obligar a nadie a marchar ni movilizar camiones militares.


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Sin embargo, lo que llama la atención es la actitud de muchos de los participantes. Algunos ríen, otros se sacan fotos, muchos parecen disfrutar del evento, como si fuera una especie de fiesta pública. Tal vez para algunos sea una oportunidad de no tener que trabajar ese día, de salir del encierro rutinario o de encontrarse con amigos en medio de la marcha. Pero, ¿qué esperan lograr realmente estos cubanos al participar? ¿Acaso creen que esas frases gastadas y las mismas consignas que llevan 65 años repitiendo van a cambiar la realidad? ¿Acaso se olvidan por unas horas de la miseria cotidiana, de los apagones, de las colas infinitas y de la falta de todo?

La respuesta no es sencilla, pero hay algo claro: el poder de la rutina y la costumbre. Para muchos, la marcha es simplemente otra obligación más, como ir al trabajo o asistir a una reunión sindical. Se cumple y se sobrelleva. No hay reflexión, solo cansancio mental. Pero hay algo aún más triste: muchos han normalizado la humillación. Se ha perdido la rabia. No protestan porque saben que no hay espacio para hacerlo sin consecuencias, y han aprendido a convivir con la doble moral: hoy gritan "¡Con Cuba no te metas!" mientras saben que mañana no tendrán dinero para comprar una libra de arroz o un cartón de huevos.

Quizás, por unas horas, algunos prefieren desconectarse de la vida real y "jugar" a la revolución, reírse, socializar y sentirse parte de una "multitud", aunque en el fondo sepan que esa multitud está hecha de personas igual de cansadas, igual de frustradas, igual de atrapadas. Es el síndrome del "hacer como que": hacen como que creen, como que apoyan, como que participan. Pero, ¿de verdad creen? ¿De verdad apoyan?

Cuando la marcha termina, el espejismo desaparece. Los participantes regresan a casa y se reencuentran con la verdadera Cuba: las calles oscuras por los apagones, los ventiladores que no giran, la nevera vacía, la escasez de todo y la angustia de no saber qué se comerá al día siguiente.

La gran ironía es que las mismas personas que hoy marcharon, mañana estarán en la cola del mercado, maldiciendo al mismo gobierno que hoy "apoyaron" con gritos vacíos.

El contraste entre la marcha y la realidad es tan grotesco como la propaganda oficial que veremos esta noche en el noticiero. Verán a Díaz-Canel sonriente, con la bandera en la mano, proclamando otra “victoria de la revolución”. Lo que no dirán es que, cuando terminó la marcha, el apagón seguía ahí. No lo dirán, pero todos los cubanos lo saben.

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Luis Flores

CEO y cofundador de CiberCuba.com. Cuando tengo tiempo escribo articulos de opinión sobre la realidad cubana vista desde la perspectiva de un emigrante.


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