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La crisis del gas licuado en Cuba alcanza niveles alarmantes, afectando de manera directa la cotidianidad de miles de familias que dependen de este combustible para cocinar.
Desde hace meses, los ciudadanos enfrentan largas filas, incertidumbre y frustración ante la falta de suministro. Redes sociales y medios locales reflejan una realidad que muchos describen como insostenible: “Estamos volviendo a la leña”, afirman entre indignación y resignación.
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“¡Esto es una Odisea!...Porque en Cuba pueden faltar muchas cosas, pero lo que nunca podrá faltar es el irrespeto al pueblo cubano. Así amanece cada sábado desde hace más de 5 meses el punto de gas ubicado en el reparto Alex Urquiola porque como siempre ‘No hay gas’. Y cuando milagrosamente un día hacen acto de presencia los cilindros son tan pocos que apenas cubren un mínimo de la demanda”, se quejó una usuaria cubana de redes sociales.
Su denuncia, publicada en el grupo de Facebook ‘Revolico Holguín. Aquí no se venden papas’, fue acompañada de una fotografía que mostró una muchedumbre de clientes esperando la venta de balitas de gas licuado en el mencionado reparto.
Cubanos obligados a cocinar con leña ante la escasez de gas
La escasez de gas licuado en Cuba ha forzado a numerosas familias a recurrir a métodos tradicionales para preparar sus alimentos. La falta de suministro ha llevado a situaciones extremas, como la de una madre de trillizos en Santiago de Cuba, quien denunció en octubre de 2022 tener que cocinar con leña debido a la ausencia de gas y queroseno.
En La Habana, una familia se vio obligada en agosto de 2023 a encender fogones de leña en plena calle, cerca de la Terminal de Trenes, reflejando la desesperación ante la falta de combustible para cocinar.
La situación se agrava en provincias como Granma, donde las autoridades distribuyeron en octubre leña a la población ante la escasez de carbón y gas, evidenciando la profundidad de la crisis energética que atraviesa el país.
Un problema que se agrava desde 2024
La escasez de gas licuado no es un fenómeno reciente en Cuba, pero desde octubre de 2024, la situación ha empeorado de forma notable, con un pico crítico en diciembre.
Según datos oficiales, provincias como Matanzas han sido particularmente afectadas. Más de 109,000 clientes de gas licuado en esta región enfrentan un suministro irregular, mientras los responsables locales reconocen que la demanda supera con creces la capacidad de distribución actual.
Las autoridades han intentado priorizar la entrega a quienes llevan más tiempo sin abastecerse, pero esta medida apenas mitiga la frustración de una población que depende del gas para tareas básicas.
El directivo de la División Territorial de Comercialización de Combustibles (DTCC) en Matanzas, José Luis Lemus Gil, admitió recientemente al periódico oficialista Girón que no existen perspectivas de mejoría a corto plazo, ya que la escasez de cilindros y problemas de transportación agravan la situación.
Medidas oficiales insuficientes
Ante este panorama, se han implementado iniciativas como la aplicación “Mi Turno”, destinada a digitalizar y organizar las colas virtuales para la compra de gas. No obstante, esta solución no ataca el problema de raíz: la falta de disponibilidad del producto.
En provincias como Holguín, donde las filas matutinas son una constante desde hace cinco meses, los ciudadanos denuncian que cuando los cilindros llegan, no alcanzan para cubrir siquiera una fracción de la demanda.
Otro intento fallido de aliviar la crisis fue la tienda virtual, que permitía a los clientes realizar pedidos de gas a través de la plataforma EnZona. Este servicio fue suspendido debido a la escasez de cilindros y al déficit del producto.
La interrupción de la actividad de los mensajeros, encargados de entregar los pedidos a personas vulnerables, ha sido otro golpe para los sectores más afectados, como ancianos o personas con discapacidad.
Impacto en la población y economía doméstica
La falta de gas licuado ha obligado a muchas familias a recurrir a prácticas que se consideraban superadas, como el uso de leña para cocinar, tal y como recogió el reportaje publicado por Girón bajo el titular “A falta de gas… leña al fuego”.
Este retorno al pasado no solo simboliza un retroceso en términos de calidad de vida, sino que también genera nuevos desafíos, desde problemas de salud por la exposición al humo hasta un impacto ambiental significativo en áreas rurales donde se recoge la leña.
Además, la situación tiene un efecto indirecto en el consumo eléctrico. Sin gas, muchas familias dependen exclusivamente de electrodomésticos para cocinar, lo que incrementa la demanda de electricidad en un país ya afectado por un sistema energético inestable.
El mercado informal y el silencio institucional
La escasez de gas también ha fomentado la actividad del mercado informal, donde los cilindros de gas pueden alcanzar precios exorbitantes, superiores a los 100 USD, y que llegan a 150 USD si la venta incluye el contrato.
Esta realidad contrasta con el costo oficial de unos 6.96 USD por cilindro, según datos del Ministerio de Energía y Minas. En este contexto, las redes sociales se han convertido en un espacio para expresar el descontento popular, evidenciando el silencio de las instituciones encargadas de la distribución del gas.
Mientras tanto, la falta de información transparente alimenta rumores y especulaciones. Los retrasos en la llegada de buques con gas y las irregularidades detectadas en puntos de venta no hacen más que exacerbar la desconfianza de los ciudadanos hacia las autoridades.
Un futuro incierto
A pesar de los esfuerzos locales para atender la crisis, las perspectivas de una solución a corto plazo son sombrías.
La escasez de cilindros, los problemas de transportación y la incapacidad de satisfacer la demanda siguen siendo barreras insuperables en la actualidad. Mientras tanto, miles de cubanos continúan adaptándose a una realidad precaria, donde conseguir una balita de gas se ha convertido en un privilegio.
La crisis del gas licuado en Cuba es un reflejo de los múltiples desafíos económicos y sociales que enfrenta el país. Para la mayoría, la espera interminable y las soluciones insuficientes son la norma, mientras la leña sigue ardiendo en los fogones y en la indignación de un pueblo cansado de sobrevivir en condiciones extremas.
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