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El gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel, aceptó la invitación de su homólogo ruso, Vladimir Putin, y participará en las celebraciones por el Día de la Victoria, que tienen lugar cada 9 de mayo en Moscú, según informó el canciller ruso, Serguéi Lavrov.
“Nos estamos preparando activamente para la visita del presidente de la República de Cuba, compañero Díaz-Canel”, declaró Lavrov durante un encuentro con el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Esteban Lazo Hernandez. Asimismo, destacó que las relaciones bilaterales atraviesan un período de “contactos intensos al más alto nivel”.
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La visita de Díaz-Canel a Moscú marcará un nuevo capítulo en el fortalecimiento de la alianza estratégica entre los dos gobiernos, en un contexto internacional cada vez más convulso, en el que La Habana ha mantenido su respaldo a las posiciones de Moscú en organismos multilaterales, y ha evitado condenar públicamente la invasión rusa a Ucrania.
Lavrov adelantó que en las próximas semanas se celebrará una nueva sesión de la comisión intergubernamental ruso-cubana para la cooperación comercial, industrial y científico-técnica. En paralelo, el viceprimer ministro ruso, Dmitri Chernyshenko, tiene previsto viajar a Cuba, en una señal clara del dinamismo que Moscú quiere imprimir a su relación con La Habana.
“Queremos y lograremos que todos estos contactos y visitas culminen en un acuerdo para profundizar aún más nuestra asociación estratégica en todos los ámbitos y promover nuestra coordinación en el ámbito internacional”, añadió Lavrov, según recogió el medio ruso Pravda.
Rusia refuerza su influencia en Cuba
El viaje de Díaz-Canel se suma a una serie de intercambios de alto nivel entre ambos gobiernos en los últimos meses. En noviembre de 2022, el gobernante cubano visitó Moscú para inaugurar una estatua de Fidel Castro y reunirse con Putin, en un acto que subrayó la cercanía política entre ambos regímenes.
Desde entonces, Rusia ha intensificado su presencia en sectores clave de la economía cubana, con inversiones en energía, transporte, agricultura y turismo, como parte de un renovado interés por afianzar su papel en el Caribe. A cambio, el régimen cubano ha ofrecido condiciones preferenciales para empresas rusas y ha autorizado pagos en rublos en determinados sectores.
Expertos internacionales consideran que el Kremlin busca consolidar su influencia geopolítica en América Latina, utilizando la relación con Cuba como una plataforma simbólica y estratégica, al tiempo que La Habana intenta diversificar sus alianzas internacionales para sortear su profunda crisis económica.
Cooperación y dependencia
A pesar del discurso de “asociación estratégica”, analistas señalan que la cooperación entre ambos países tiene un fuerte componente de dependencia por parte de La Habana.
Con el turismo y las remesas en caída y la economía dolarizada sin respaldo productivo, el régimen cubano ha buscado en Moscú una tabla de salvación que compense la disminución del apoyo venezolano y la escasa entrada de divisas.
Además, desde el estallido del conflicto en Ucrania, Cuba ha adoptado una postura ambigua, alineada con el Kremlin, que le ha valido críticas de la comunidad internacional. Mientras tanto, la prensa oficial cubana mantiene un silencio casi absoluto sobre los aspectos más controvertidos de la política exterior rusa.
El viaje de Díaz-Canel en mayo será, por tanto, una oportunidad para escenificar una vez más la cercanía entre ambos gobiernos y sellar nuevos acuerdos, en un momento en el que el régimen cubano necesita respaldo financiero y político ante una creciente presión social y una profunda crisis estructural.
El dilema geopolítico: Trump, Putin y el régimen cubano
El reforzamiento de las relaciones entre La Habana y Moscú también se produce en un momento en que el presidente estadounidense Donald Trump profundiza sus gestos de entendimiento hacia Putin, rompiendo con la línea tradicional de la política exterior estadounidense que considera a Rusia una amenaza global.
Este acercamiento entre Trump y Putin genera tensiones dentro de su propio partido y causa preocupación entre los aliados de Washington en Europa, especialmente ante la posibilidad de que el giro de Trump implique un distanciamiento de Estados Unidos con la OTAN y un enfoque más complaciente hacia el Kremlin.
En este contexto, se hace evidente una contradicción difícil de ignorar: mientras Trump se mantiene como un crítico severo del régimen cubano y amenaza con endurecer las sanciones durante su presidencia, su cercanía con Putin —el principal aliado estratégico de La Habana— pone en entredicho la coherencia de esa postura.
Para la sociedad civil cubana, que ha depositado parte de sus esperanzas en una mayor presión internacional para impulsar una transición democrática, este escenario representa un desafío mayúsculo.
La legitimación tácita del vínculo Cuba-Rusia, en medio de un eventual realineamiento geopolítico liderado por Trump, podría debilitar la ya frágil respuesta internacional frente a las violaciones de derechos humanos en la isla. Además, corre el riesgo de reforzar al régimen de Díaz-Canel, que capitaliza su relación con potencias autoritarias para resistir el aislamiento diplomático y sostener su modelo represivo.
La contradicción entre la retórica radical de Trump y su afinidad con Putin complica el panorama para los activistas cubanos que luchan por la libertad y la democracia, y abre interrogantes sobre las verdaderas prioridades que regirán la política exterior de Estados Unidos con el regreso del magnate republicano a la Casa Blanca.
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