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Cuando aún era muy joven entré por vez primera a la conocida finca de los boxeadores en El Wajay, donde radica la preselección nacional de ese deporte. Siempre fui amante del boxeo y, años después, me sentí muy bien conociendo cada detalle de los púgiles que nos representarían en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, donde, por cierto, barrieron. Además del profesor Alcides Sagarra, fui atendida por un destacado entrenador, quien hoy, más de tres décadas después, accede gustoso a compartir recuerdos conmigo: Mariano Leyva Sanz.
¿Qué haces en estos momentos?
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Vivo en Miami; estoy casado con la exfloretista Migsey Dusu y ambos formamos un hogar con nuestra pequeña Katherine Mariana. Además, yo tengo otros cuatro hijos, todos viviendo en este gran país: Yudith Leyva Escalona, quien se graduó de masaje terapéutico; Janet Leyva Escalona, enfermera; Mariano Leyva Escalona, que trabaja en ventas, y Sandy Leyva Rodríguez, técnico en aires acondicionados; todos con sus familias establecidas aquí.
Trabajo en The Praxis Institute de Miami, desde 1999. Soy director del programa de masaje terapéutico, además, imparto clases teóricas por internet y superviso las prácticas en las aulas.
Después de Atlanta 96, cuando decido quedarme en Estados Unidos, y tras llegar a Miami, revalidé en 1997 mi título de licenciado en Educación Física y Deportes en la Universidad de Orlando. A finales de ese año matriculé en una escuela de masaje terapéutico de la que me gradué en 1999 y entré directamente a The Praxis Institute.
Como tú misma has comprobado, gracias a Dios, nos va bien la vida... Mucho trabajo, pero con recompensa y esa niña nuestra que es la vida de los dos.
Háblame de tus inicios vinculados al boxeo
Yo entré en 1975 en el Instituto Superior de Cultura Física Manuel Fajardo y me gradué en 1979 en la especialidad de boxeo. Un año después, me enviaron a Argelia a sustituir al profesor José Luis Llanos. Te cuento que, siendo estudiante, yo estuve al frente de la cátedra durante la ausencia de los titulares que se hallaban en el exterior, el propio José Luis y Jesús Domínguez, quien hacía un postgrado de boxeo en la URSS.
Ya en Argelia, donde estuve un año, entrené al boxeador profesional Mourad Fergane, de los 71 kilos, que competía por Francia.
En 1980 regresé a la isla a trabajar en la Academia de Holguín y en 1982 partí hacia Nicaragua como asesor de boxeo en esa nación. En los Juegos Centroamericanos y del Caribe de ese año, en Cuba, el boxeo nicaragüense quedó tercero por primera vez en la historia, con una excelente labor del minimosca Marlon Amador, finalmente medallista de plata.
Para no hacer largo el cuento, regresé a mi academia en Holguín y luego fui llamado a la Finca en la capital. En aquellos tiempos, técnicos provinciales eran convocados al equipo nacional para adquirir experiencia. Pero, en mi caso, yo me quedé.
Recién llegado, por problemas de Teófilo Stevenson con su preparador personal designado por Alcides, Rolando Castro, pasé a entrenar al gran “Pirolo”, quien me había elegido por encima de otros.
Entonces, para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, adonde Cuba no asistió por razones políticas, ¿tú eras el preparador del Teo?
Categóricamente puedo afirmártelo. Al no asistir a la cita olímpica estadounidense, “inventaron” los Juegos de la Amistad en los países socialistas que se aliaron a la Unión Soviética en su boicot y Cuba fue sede del torneo de boxeo.
No cabe duda de la fortaleza de ese certamen, pues los púgiles europeos del campo socialista eran muy buenos, pero casi nadie daba de favorito a Stevenson.
Recuerdo aquel tiempo como si fuera hoy. Por un lado, “luchando” por sacar los resultados olímpicos que llegaban a la redacción en contra de algunos “jefazos” que se oponían y luego, tras concluir la cita angelina, darles amplia promoción a los Juegos de la Amistad.
Mariano, imagino que para ti es inolvidable aquella velada final en el coliseo de la Ciudad Deportiva.
¡Muchacha, ¿para qué?! “Pirolo” no era favorito y allí estaba luchando su medalla de oro. Él había comenzado noqueando en el segundo round al conocido germano democrático Ulli Kaden hasta que en la final superó -¡y de qué forma!- al soviético Valery Abadzhyan.
El plan trazado por Alcides era mantener la distancia, pelear desde afuera, pero el Teo hizo caso omiso y se metió en el cuerpo a cuerpo ante un púgil de menor estatura; o sea, le peleó en su zona de confort, y fíjate si estaba bien, que lo sacó de las cuerdas... ¡Ahí están las imágenes!
Dos años después, en el Mundial de Reno, Nevada, Stevenson se despidió con el título tras superar al local Alex García.
Lo que pocos conocen es que Stevenson no iba a ese certamen, todo el cuerpo técnico estaba en su contra menos yo, por lo que cuando él regresa con su medalla de oro, me la cuelga al pecho... ¡Ya tú sabes! Es cierto que a partir de ahí me dejan fijo en la Finca, pero la presión sobre mí era inaudita.
¿A quiénes entrenabas?
Entrené a Alfredo “El Pulpo” Duvergel, Lorenzo Aragón, Rogelio Marcelo, Arnaldo Mesa, Omar Santiesteban, todos campeones y medallistas olímpicos y mundiales, así como a Juan Carlos Gómez, quien tras abandonar el equipo, se tituló mundial crucero profesional en Alemania.
¿Sabes, Julita? Yo nunca pensé en quedarme, pero por mucho que hiciera, sé que no iba a ser nadie en el colectivo de entrenadores. No quiero hablar mal de nadie, ¿para qué?, no vale la pena. Mira dónde estoy yo y mira dónde están otros.
Yo hacía todos los trabajos científicos. Hablé con el Dr. Luis Raúl Foyaca, médico del boxeo por muchos años, y de esa colaboración salieron varios trabajos científicos sobre teoría del entrenamiento. Entre mis tareas estaba evaluar los test de los púgiles en cuanto a pulsaciones, lactato, urea, cargas, pruebas médicas, macrociclos de preparación…
Fue así que hablé con Alcides para que apoyara mi candidatura a doctor y ¿qué tú crees que me dijo?: “Dame lo que tengas para dar una conferencia”. Entonces me volví a preguntar: “¿qué hago yo aquí?”.
Me enviaron a México y con la selección nacional asistí a los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Cumplí con ellos hasta el último día, cuando tomé la decisión que hoy festejo: abandonar mi país y empezar a crecer en otro. Yo sabía que si regresaba a Cuba me iban a mandar de nuevo para Holguín.
¿Cómo hiciste en Atlanta?
Nada, me fueron a buscar dos amigos desde Miami. Al llegar a esta ciudad, me entrevistaron y me preguntaron qué había pasado, a lo que respondí: “Tengo miedo por mi familia, pero me cansé; me cansé de que una persona que lo ha dado todo como yo, no valga nada... ¡Me cansé!”.
¿Dónde comenzaste a trabajar?
Entrené al team Freedom en Miami, donde estaban los primeros púgiles cubanos que habían decidido cambiar su destino: Diosbelys Hurtado, Joel Casamayor y Ramón Garbey.
Tus consideraciones sobre el boxeo actual
Hoy día no hay calidad en el boxeo amateur. Antes, la URSS, Alemania Democrática, Rumania, Bulgaria, Hungría, Polonia, Yugoslavia, Mongolia no dejaban a sus púgiles firmar; ahora, todos lo hacen y si ellos quieren, compiten en los Juegos Olímpicos.
En Cuba, algunos boxeadores compiten como profesionales, pero bajo condiciones que impone la Federación Cubana. ¡Es una política errada! Mira, te pongo de ejemplo a los peloteros de la MLB, los latinos, los asiáticos, ¿para dónde van cuando se retiran? Muchos regresan a sus países, invierten, los hacen crecer con negocios que dan de comer a muchos. ¿Por qué no hacer lo mismo en Cuba con los boxeadores?
¡Una gran verdad que comparten los cubanos de bien!
Me despido del lindo hogar de un matrimonio deportivo que ha construido una sólida base en el país de las oportunidades.
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