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No, a Eliades Ochoa no había que preguntarle de política

El análisis de la realidad cubana no puede ser jamás un tour de force obligatorio, pesadísimo, que aún cuando no venga a cuento siempre se deba exhumar, aunque sea por los pelos.


Este artículo es de hace 4 años

Y no había que hacerlo, en esencia, por la misma razón que sí hay que hacerlo con otros. Exactamente la misma: porque las carreras artísticas de esos otros han florecido, en parte, gracias a la intoxicación política que ellos mismos permitieron o propulsaron. Pero Eliades Ochoa, vamos a ver, ¿qué diablos le debe Eliades Ochoa a la gerontocracia histórica cubana como no sea desdén y olvido?

Para quienes anden en ascuas, con toda razón, un brevísimo resumen de por qué este texto se me escurría de entre los dedos él solo: en la mañana de ayer jueves el gran Eliades Ochoa conversó conmigo durante cuarenta minutos a través de CiberCuba Noticias, en Facebook. La entrevista la emitimos en directo, ha sido vista por varias decenas de miles de internautas. Entre los comentarios generalmente generosos de quienes consumen nuestro trabajo, se deslizaba también una idea recurrente que, lo admito, me desagradaba de forma particular: “Pregúntale de política o me salgo de esta directa”, así puso la tapa al pomo un divertido impresentable.

Otros eran más dialogantes, pero igualmente exigentes en cuanto a la obligatoriedad de ciertos temas. Había que preguntarle a Eliades por el régimen de Castro/Díaz-Canel, había que preguntarle si era comunista.

Mi decisión de pasar olímpicamente de estas camisas de fuerzas, por lo general solicitadas con infinita mala educación por comentantes compulsivos, había sido tomada mucho antes de que afloraran. Jamás tuve la intención de sacar a Eliades Ochoa de su bohío con ron y guitarra tres hecha a mano. Porque eso, exactamente eso, habría sido ponerle a él estos temas como contrapeso a una entrevista donde los quid pro quo estaban bien definidos y se sobreentendían: nosotros tenemos la conversación con una figura que nos interesa por razones obvias, y él promociona su concierto de hoy viernes en el Flamingo Teatro Bar. El sentido común manda.

Y no me dio la gana de ser yo el papanatas con micrófono que teniendo frente a sí a un templo de la música cubana más pura y extraordinaria, un hombre co-responsable de que Buena Vista Social Club lleve la barbaridad de 18 millones de álbumes vendidos, ganador de Grammys, el primer cubano en tocar su música en el Royal Albert Hall de Inglaterra, le interese más preguntarle a esa leyenda viva por el mediocre Díaz-Canel, que por el arte que él mismo ha cultivado y engrandecido.

Sobre todo, porque Ochoa solo ha tenido hasta hoy para Díaz-Canel la misma actitud que dedicó, consciente o no de ello, para la malcriada, histérica y oportunista Revolución Cubana: un silencio de desprecio.

A diferencia de Compay Segundo y ocasionalmente Omara Portuondo, Eliades Ochoa ha mantenido una prudente distancia con un proceso y unos líderes totalitarios de quienes solo recibió méritos y glorias cuando ya no las necesitaba. Cuando era el mundo entero quien no paraba de dárselas. Quien revise las entrevistas de este guajiro santiaguero que nunca ha dejado de usar sombrero y botines de cuero negro, sabe que la sonrisa con que Eliades maneja el tema es su manera de ser superior, de haberles ganado la pelea: cuando las instituciones cubanas ignoraban la valía de Ibrahím Ferrer (limpiabotas consagrado antes de la explosión del Buena Vista), cuando el mismo Ochoa subsistía como en su infancia, cantando para turistas de mejillas rojas y pantorrillas blancas, fueron un estadounidense y un canadiense los responsables de exhibirlos ante el mundo y otorgarles el status que siempre debieron tener.

Eliades me lo recordó en sus cuarenta minutos conmigo este jueves. Como también recordó que en décadas de visitas personales y artísticas a Estados Unidos jamás ha tenido algo que no sea cariño, admiración y humanismo, y como mismo reconoció en Miami el refugio de tantos cubanos que sin esta ciudad habrían muerto aún más desolación por el mundo.

No, míos caros, no era a este hombre a quien iba yo a fustigar con las mismas ganas que le deslizaría un cuestionario sulfúrico a Amaury Pérez Vidal o a Fernando Echeverría. Estar atentos a las diferencias entre los que son bribones y los que no es un ejercicio fácil y altamente provechoso. El análisis de la realidad cubana no puede ser jamás un tour de force obligatorio, pesadísimo, que aún cuando no venga a cuento siempre se deba exhumar, aunque sea por los pelos.

Caer en el facilismo de repetir las mismas preguntas a tirios y troyanos es un ejercicio de mediocridad inocultable. El entrevistador que no sabe dirimir la catadura moral de quien tiene delante, o que desconoce la obra de su entrevistado, puede lanzarse a ese ruedo. Con toda la inmodestia del mundo diré que no creo sea mi caso.

A Eliades Ochoa no había que hacerle una entrevista a mitad de camino entre la música y la política por la misma razón que sí pretendí hacérsela a Samuel Formell antes del concierto de los Van Van en Miami: porque ellos mismos se encargan de posicionarse en Cuba antes de que nuestras preguntas les arañen la piel. Ellos mismos nos dictan los temas que no podríamos dejar de tocar.

Con Eliades Ochoa teníamos que hablar de empirismo, acordes, ron de campo y prostitutas solidarias. No, insisto, esta no era la entrevista para tirar de nuestra vieja confiable, la política.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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