Mirar, y seguir de largo….eso es justamente lo que cada vez más cubanos hacen al entrar a un agromercado en la Isla. Las cifras hablan por sí solas, no hace falta más.
Da igual dónde estén las causas del fenómeno cuando la triste consecuencia es la misma: no se pueden aceptar unos precios que ahogan al consumidor, que lo dejan ―literalmente― con la boca abierta y el estómago vacío.
¿Alguien puede concebir acaso que el salario medio de un cubano dé para comer una semana en la Isla?
Demasiados intermediarios en el comercio de productos agrícolas, caos, abuso creciente, impuestos a destajo, peloteo de responsabilidades y la misma consecuencia: el suplicio del bolsillo, y el hambre…que no espera.
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