La escena no puede ser más angustiante, varios vecinos de la capital intentan desesperadamente socorrer a dos mujeres que yacen en el suelo, después de haberle caído un balcón al autobús donde viajaban.
Se llamaban María del Carmen y Yolendis, tenían tan solo 27 años.
El paparazzi cubano informaba poco después de ocurrir el desprendimiento del balcón del fallecimiento de ambas; días más tarde era confirmado por el Estado Mayor de la Defensa Civil Cubana.
Un desastre natural siempre trae consigo desgracias, pero cuando se las ve, cuando se vive la desesperación y la impotencia de quienes no pudieron hacer nada por otros, el sobrecogimiento y hasta la rabia son mucho mayores.
No son cifras, no son nombres; son dos cuerpos yaciendo en medio de los escombros, dos personas que perdieron la vida en plena juventud y a las que si se les hubiese asistido con la rapidez necesaria quizás estarían contando su testimonio de cómo escaparon de las garras de la muerte.
Pero no, murieron rodeadas de las ruinas de una ciudad que se cae a pedazos, de desconocidos que gritaban pidiendo ayuda e intentaban alguna respuesta de los militares y avispas negras que por allí andaban, que blasfemaban en buen cubano al ver que no podían conseguir hacer nada por las chicas, que no llegaba una ambulancia, ni un auxilio; nada a tiempo como para poder salvarlas.
“Hay una mujer viva ahí”, “muévanse” les dicen a los policías algunos de los que observan a las chicas en el suelo, sin conseguir con ello lograr una reacción o una respuesta por parte de los agentes del orden. El vídeo fue compartido por Ana Olema en su perfil en Facebook.
“Eso nos hubiera pasado a nosotros” comenta uno en medio de los gritos desesperados de quienes contemplan la desgarradora escena.
“Suban eso para el Facebook” añade otro, conocedor de que eventos como estos, si no circulan por vías alternativas, no serán nunca conocidos.
Finalmente un hombre decide llevar en brazos a la que parece estar aún con vida, ante la pasividad de los policías que pasaron por la calle sin intervenir ni socorrer a las heridas.
Tras ver estas imágenes podremos perdernos en cosas menos importantes, podremos dejarnos convencer de lo bien que marcha la recuperación del país y lo asegurado que está el futuro si un niño rescata un busto de Martí del lodo, podremos compararnos con el poderoso vecino del Norte, seguir alabando nuestra defensa civil y que los daños en los hospitales y centros sanitarios no hayan sido de gran magnitud -lo eran desde antes-; podremos criticar la frivolidad de quien pese a haberlo perdido todo sigue disfrutando una partida de dominó en plena ciudad anegada en aguas contaminadas.
Podemos seguir cerrando los ojos, volteando la mirada, creyéndonos los discursos y haciendo propios los argumentos ajenos pero esto es Cuba, tanto o más que sus linieros abnegados, sus ciudadanos resignados y sus solidarios vecinos.
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