La Virgen de la Caridad del Cobre, símbolo de la religiosidad cubana, celebró su día este domingo ocho de septiembre.
Cada rincón de Cuba donde reina la imagen de la Madre de Dios, fue colmado de girasoles, velas que iluminan el camino de los más desdichados y sobretodo el deseo de que los cubanos de fe recibieran su gracia.
Procesiones donde se unen lo místico y lo real, la fe y la religión, el pasado y el presente de una nación que ha depositado sobre la imagen de la Virgen sus esperanzas más profundas. Siglos de tradición que no han sido silenciados ni por la política ni la ideología.
Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, blancos y negros, cubanos todos, han demostrado su veneración a la imagen que apareció un día en la bahía de Nipe con la inscripción “Yo soy la Virgen de la Caridad”.
Desde entonces ha sido símbolo, no solo de la fe cristiana en la isla antillana, sino de rebeldía y lucha de un pueblo que ha hecho propia la imagen de María, madre de Jesús, para reclamar al mundo cósmico y espiritual milagros que se elevan a los cielos en forma de cánticos.
Sincretizada con la religión afrocubana, la Virgen mulata, lo mismo baila en un río bañada de miel que recibe ofrendas en el santuario de El Cobre.
Nuestra Virgen mambisa es cubanía, veneración, respeto y amor. Aquellos que en su imagen creen y a sus pies se postran defienden lo más sublime de un país que logró mantener a flote lo que desde las posiciones más radicales de la política intentaron un día ahogar.
La Caridad del Cobre, la Cachita de Cuba, la patrona de la isla, este 8 de septiembre volvió a inundar calles, plazas, templos, hogares con su manto dorado, mientras los feligreses le pedían fuerzas para continuar viviendo.
Oraciones que iban de un extremo al otro del archipiélago y que nos recuerdan que Cuba es también devoción cristiana por una santa que abraza en su pecho a todos aquellos que así lo deseen.
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