"Soy Cubano" - Recitado de Gilberto Reyes, con la edición de Horacio Cambeiro. Sobre mi mesa de trabajo encontré una nota. No sé de dónde vino, ni quién la escribió, acaso fui yo mismo en días que he olvidado. Pero quiero transmitirla a mis oyentes porque creo que recoge un sentimiento colectivo. La nota dice así: ¿Qué es ser cubano? O mejor: ¿Qué otra cosa puede ser un cubano? Soy cubano. Para algunos esto acaso no es mucho pero a mi yo íntimo le basta y le sobra. Soy cubano . Podría ser venezolano ,español o americano. Pero ése sería un ser artificial de voto y pasaporte, hijo del papel y la tinta, que no cuadra a mi naturaleza rebelde. Soy un cubano integral. Cubano de las buenas y las malas, de las verdes y las maduras. Soy cubano. Tengo un himno y una bandera. Y tengo, sobre todo, una historia llena de nombres, hechos y lugares gloriosos. Soy cubano de café negro, de tabaco y de casabe, de son y ron, de baile en la Tropical y de guateque guajiro. Soy cubano de hablar a gritos, de jugar a la pelota, de piropear a las mujeres y de bajar como un río de fuego la escalinata de la universidad de la Habana. No soy un ciudadano, soy una pasión que camina. Y cuando enfrento la última realidad de mi vida, que es la de la patria perdida, me transformo en una fiera. Por eso los extranjeros no me entienden. ¿Cómo van a entender que quien lo tenga todo pida más?. Y es que esos extranjeros no saben que ese todo reluciente, adquirido en tierra prestada y bajo sol ajeno, no puede curar una enfermedad fatal que se llama ¡nostalgia! Dicen que lo bello , cuando se pierde, se vuelve más bello todavía. ¿Y qué era Cuba, desde que la bautizó Colón, sino la tierra más hermosa que ojos humanos vieron? ¿Que era Cuba?. Cuba era un hechizo en las madrugadas de rocío, un calor en las venas en las noches de erotismo caliente. Frente a la majestuosidad del Níagara., Heredia echaba de menos a sus palmas, que buscó y no encontró y que en realidad no necesitaba encontrar porque las llevaba dentro. Así, dentro del alma, carga el cubano a Cuba por todas partes como un escapulario para defenderse del siniestro. Podrá decir también como un escudo. Con la historia de Cuba al brazo va el cubano por el mundo defendiendo a su tierra bienamada frente al envidioso y el calumniador. Cuba es su niña. Cuba es su obsesión y su desvelo. Cuba es su madre y es también su hija. Cuba es su amante lejana e inolvidable. Muchos dicen que el cubano está loco. ¡Pues claro que lo está!. ¿No va a estar loco el que se gana la lotería y le roban el billete?. El cubano no vive en una casa ni en un apartamento, vivé en un baúl de recuerdos. Cada vez que destapa el baúl y encuentra una fotografía gastada, sufre una herida Cada palabra criolla que no conocía o había olvidado y redescubre se le transforma en un amuleto con el que defiende su autenticidad. En el hipódromo de Hialeah hay una guardarraya de palmas. No de palmas canas, no de palmetos, de palmas reales ésas que coronan en cuba las lomas y las ribera de los ríos y que fueron traídas de allá. Se asegura que un hombre solitario camina por las noches bajo esas palmas hablando solo. No es invención de nadie. Ese hombre soy yo. Ser cubano hoy es una prueba amarga, un desafió. En la isla, un hombre que metió en ellas a los rusos mete ahora los turistas extranjeros con la misma finalidad: pisotear el cubano. En el destierro, la prosperidad material y la indiferencia del extraño ante su drama, hacen del cubano un solitario. Nadie lo entiende. De Diego Velásquez a Fidel Castro la historia de Cuba ha sido un largo peregrinaje hacia la única felicidad posible: la que proporciona la libertad. Cuba mató su indio, masticó su negro y se tragó su español y de esas mezclas de sangre, hizo el cubano. Hombre de islas, hijo del sol, ese cubano lo ha sido todo sobre su tierra ardiente: matemático y jugador de gallos, ajedrecista y cantor de puntos guajiros, político y hacendado, rumbero y profesor. ¿Se puede olvidar todo eso porque el anfitrión sea generoso y la mesa esté bien servida? Yo creo que no. Como decía Martí de los que iban a su tierra cuando aún el español la ofendía. "Otros pueden, yo no puedo." La dejaron allí como quien dicta su testamento a un notario o como el que echaba una botella al mar. Vino Colón, vino Hernán Cortés, vino el americano, vino el ruso, vino Castro vino la desolación de la huida en masa. Pero la isla está allí, Cuba está allí. Esperando con su calor de madre por los hijos dispersos simbolizados en ese cubano que dejó esta nota y que habla solo de noche bajo las palmas de Hialeah.
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